Los peligros de la libertad
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida.
Cap. LVIII, parte II, El Quijote
Por cada ser humano que vive sin libertad, la culpa debe recaer sobre todos
nosotros
Lillian Hellman, Watch on the Rhine [1941] act II
Siempre tengo presente al poeta alemán Hölderlin por su afirmación de que el hombre recibió “el más peligroso de todos los bienes, el Lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Siendo uno de mis poetas preferidos, le hablo desde mi tiempo y me atrevo a decirle de alma a alma que la Libertad es, unida al Lenguaje, el mayor bien que posee la humanidad, y que libertad y lenguaje son consustancialmente uno: el uno sin la otra no pueden existir.
“Yo entiendo por libertad de espíritu algo definitivo: la voluntad incondicional de decir no cuando es peligroso decir no” escribió Nietzsche. Es por eso que hay una lucha permanente por arrebatarnos la libertad, y sin ella el lenguaje agoniza hasta morir.
“El Ser del hombre se funda en la Palabra, mas la palabra viene al ser como diálogo (…)”, escribió Heidegger. ¿Cómo puede ser entonces el Mundo un lugar digno de la persona, si se niega a esta, a un grupo de ellas o a un pueblo, la posibilidad de pensar, expresarse y actuar con libertad, y el derecho a ser oído con respeto, que es el principio del diálogo? Recordemos que la libertad siempre conlleva el riesgo de tener que elegir el camino a seguir. Mas preferible es asumir la responsabilidad de ser libres a permitir que sea un hombre o un grupo de ellos los que nos conduzcan como rebaños.
Escribe Octavio Paz que la libertad “es un estado de ánimo que no sólo admite la contradicción sino que busca en ella su alimento” (…) ¿Puede ser libre un ser humano que tiene que asentir a todo lo que se le propone por miedo a las represalias? Escuchar de veras, abandonando los prejuicios, sin resistencias y sin temor de lo que vamos a oír, es lo que nunca se hace. Los regímenes dictatoriales tienen pavor de escuchar cualquier cosa que no sea idéntica a la propaganda que ellos hacen de ellos mismos. Si algo que nos dicen es contrario a lo que pensamos, ¿podremos discutirlo y llegar juntos a descubrir dónde está la verdad, siempre relativa, pues nadie es dueño de verdades absolutas? Para moverse de la roca en que está apostada la mente con respecto a la mayoría de las cosas, es necesario “una mente activa y un corazón flexible, cosa imposible cuando la mente es estática, cuando ella está fija en una creencia, en un prejuicio, en una identificación”, escribe Krishnamurti en su libro “La libertad primera y última”, cuya primera edición fue publicada en 1958.
Leer a Krishnamurti hoy, después de medio siglo, resulta impresionante: “Creo que uno se da cuenta sin demasiada discusión, sin excesiva expresión verbal, de que hay caos, confusión y miseria… no sólo en la India, sino en el mundo entero. En China, en América, en Inglaterra, en Alemania, en todo el mundo, va creciendo la confusión, el infortunio… Hay sufrimiento político, social, religioso”. Pareciera que lo hubiese escrito hoy en la madrugada después de escuchar el noticiero. Él nos ayuda a “ver” cuál es la causa de la confusión, del temor en que vivimos prisioneros, con amenazas de conflictos sociales, guerras, terrorismo y toda clase de miserias. Él nos dice que la causa principal es la sordera, el no escucharnos, el no hacer el esfuerzo por comprendernos.
Los valores tradicionales tales como actuar de acuerdo con los dictados de la conciencia, la ética, el amor por la verdad, la nobleza y la honestidad van siendo sustituidos por la conveniencia y el interés. La ambición de poder (en mayor o menor escala), la riqueza particular o de grupos, que para unos son los automóviles, los bonos, las casas; para otros es el poder sobre las mayorías, el gozo enfermizo de poder dictarle a los otros lo que deben o no deben de hacer, sin importarle en absoluto el bienestar psíquico o espiritual de los pueblos. Todo ello con grandilocuentes discursos sobre los “beneficios” que obtendrá la sociedad si se deja engatusar y manipular por sus ideologías, sean del polo capitalista o del marxista.
María Zambrano, en su discurso con motivo de la entrega del Premio Cervantes, en 1988, dice: “Don Quijote se pone en camino a la hora del alba. No podía ser de otra manera en ese personaje que padece, de manera ejemplar, el sueño de la libertad, ese sueño que, en cierta hora, tan incierta, se desata en el hombre.” La esencia del hombre es ser libre, no podemos sentirnos íntegros sin la libertad, aunque nos ofrezcan alimentos, seguridad física, lo que sea. Y si nos es arrebatada a la fuerza, la integridad de nuestro ser no nos deja doblegarnos y seguimos pensando y luchando y añorándola hasta el último latido.
Hay muchas maneras de atentar contra la libertad, mediante amenazas, humillaciones, sometiendo a las personas al escarnio con ofensas y descalificaciones, vigilándolas en sus actos más inocentes y penalizándolas si no cumplen con las instrucciones del aparato estatal. Otra forma sería uniformando la educación de los niños y jóvenes en alineación con una ideología política.
Los gobiernos cumplen el papel de coordinadores del intercambio entre los miembros de una comunidad. El centro del asunto es el límite de su actuación. No permitir que el Estado disminuya la libertad creativa de los individuos es fundamental. Un ejemplo de las consecuencias perniciosas de los regímenes dictatoriales, es que emprenden una “ideologización” feroz en los jóvenes, limitan la movilidad de las personas y las obligan a trabajar en determinadas labores, como fabricar automóviles, criar pollos, sembrar o limpiar las calles. Se obliga a los seres humanos a pensar de acuerdo a “valores” que convienen a los grupos de poder, y a emplear su energía creativa en un sentido que supuestamente genera un bien a ese ente abstracto llamado Estado, pero que no es sino el yugo impuesto por un grupo de la sociedad que, atribuyéndose la verdad absoluta, se cree con derecho a arrebatarle lo más preciado que tiene el ser humano.
Las sociedades cerradas mantienen a la gente en cautiverio mediante amenaza de atentar en contra de su integridad física o psíquica. ¿Qué diferencia hay entre las sociedades en las que existía la esclavitud y los regímenes que obligan a realizar determinadas actividades en contra de su voluntad, o le impiden elegir cómo cada persona va a emplear su energía creativa?: “Jamás pensamos que somos libres cuando nada nos demuestra que no lo somos… La idea de libertad es una respuesta a cierta sensación o a cierta hipótesis de molestia, de impedimento… un ser poco sensible a las adversidades que le imponen los poderes públicos … o a circunstancias exteriores de cualquier tipo, sólo reaccionará un poco contra estas adversidades.”Paul Valéry
El gobierno, que se presume actúa por delegación de una comunidad, no puede abrogarse más derechos que los que el mismo pueblo posee. No hay persona alguna en este mundo que tenga derecho moral alguno a ejercer un control sobre sus preferencias. Lo que caracteriza el vivir en un sistema democrático, es la pluralidad del pensamiento y el poder expresar las ideas con absoluta libertad, así sean críticas a los que detentan transitoriamente posiciones de poder. El gobernante debe tener límites muy definidos en sus atribuciones.
El mejor sistema de gobierno es aquél que parte de la premisa de que los gobernantes no son mejores ni más sabios que sus gobernados. Ellos también se equivocan, cometen errores, injusticias, etc. La decadencia de los pueblos se inicia cuando una persona o un grupo de personas promulgan leyes que imponen castigos a quienes les señalan sus errores, y se engañan a ellos mismos asumiendo que ellos son infalibles. Se habla del poder hegemónico de los grandes países capitalistas y su intervencionismo en los asuntos de otros Estados. Se han cometido brutales abusos y crímenes contra algunos pueblos, generando guerras internas y empeorando los conflictos de comunidades enteras. Igual ha sucedido con la prisión impuesta por el Estado comunista a los países más pequeños. Acabaron con sus costumbres y sus tradiciones, desmembraron sus familias y sembraron el terror, como sucedió con la desaparecida Unión Soviética y con la isla de Cuba. El discurso de unos y otros es una mentira perversa.
Cuando un pueblo permite que un hombre o un grupo de hombres lo subyugue mediante la fuerza y no lucha por impedirlo, es porque no se atreve a asumir el riesgo de ser libre, pues la libertad es una gran responsabilidad, por eso, “la mayor parte de los hombres le teme” (Bernard Shaw). Resulta más fácil ser arreados como animales que tomar las riendas de la propia vida. Ser conscientes de ello y no caer en la trampa del clima de terror que pretende infundir el poder a los ciudadanos es la primera enseñanza para lograr la liberación del yugo de la tiranía.
«Así como de la noche sale el claro día, de la opresión nace la libertad. »
Benito Pérez Galdó
Recopilaciones presentadas
por Carmen Cristina Wolf
Círculo de Escritores de Venezuela
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