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Literalia: La tragedia de una familia venezolana, los Delgado Chalbaud

Este examen crítico-literario e histórico que vamos a hacer de la novela de Román Rojas Cabot(1929): Julia el fatum de los Delgado Chalbaud(Caracas: Gráficas Acea, 2010.430 p.), ya con dos ediciones agotadas y una tercera en prensa, es un ejercicio de historia crítica, hemos huido al hacerlo del solo anecdotismo y tratamos de atrapar las muchas lecciones sobre nuestra memoria colectiva que esta novela nos ofrece.

 

UNA CONSTANTE EXPLORACIÓN

Mucho de lo que vamos a decir, para comentar esta novela, proviene de una larga serie de años estudiando la personalidad de Carlos Delgado Chalbaud(1909-1950), al menos desde 1975 cuando se publicó  nuestro primer trabajo sobre él(“El único magnicidio de nuestra historia republicana”,Ultimas noticias, Caracas: Junio 6 y 13,1976), una versión ampliada apareció cuatro años más tarde(“El primer magnicidio de nuestra historia”, El Carabobeño, Valencia: Noviembre 13,1980). El estudio fue muy ampliado y redondeado al cumplirse, hace semanas, los sesenta años del asesinato(“El magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud”, en 64.207.147.4: Noviembre 18,2010). Una amplia reseña de la novela de Federico Vegas(1950) sobre Delgado completa tan constante análisis(“Sumario” en 64.207.147.4: Caracas: Octubre 11,2010), así que el examen que el lector tiene en sus manos es nuestro quinto estudio sobre este personaje de nuestra historia, ya existe además una sexta exploración, todavía por publicarse y podría haber aun una séptima que seria el comentario de libro de Oscar Yanes: La verdad sobre el asesinato de Delgado Chalbaud(Caracas: Planeta,2010. 330 p.), reedición, con cambio de título, de su Yo maté a Delgado Chalbaud(Caracas: Publicaciones Seleven,1980. 546 p.).

Hemos leído, para poder vertebrar todo esto, la prensa de la época, los libros que se le han dedicado, que incluye la lectura, página a página, del Sumario del juicio seguido a las personas indiciadas de haber cometido el asesinato del coronel Carlos Delgado  Chalbaud, Presidente de la Junta Militar de Gobierno(Caracas: Oficina Nacional de Informaciones y Publicaciones,1951. 665 p.) que se siguió a sus asesinos y conversando con gente cercana a él, como el doctor José Giacopini Zárraga(1915-2005) o Jorge Maldonado Parilli, nuestro primo, jefe de la policía política el día de la muerte del comandante Delgado, en su biblioteca en El Alto Hatillo, se va aun, en lugar destacado, la fotografía de aquel presidente de quien tan cerca estuvo, siempre tan admirado por él.

Hemos indicado que intentamos un estudio literario e histórico de este libro por nuestra convicción que quien lee una novela histórica, tan abundantes hoy en la literatura latinoamericana, debe hacerlo teniendo al lado del sitio en que lee una obra histórica o una biografía, o ambas cosas, del personaje tratado en esa ficción, ello permite penetrar mucho más hondo en ella.

Y además, todo nuestro trabajo está hecho, como lo pidió Pío XII(1876-1958) a los que estudian la historia, “sin ira y ni prejuicios”.

 

LA NOVELA

Román Rojas Cabot el autor de la novela Julia o el fatum de los Delgado Chabaud es un diplomático y escritor venezolano quien si bien ha cultivado la poesía en el volumen Encuentros(Caracas: Criteria,2004) ha dedicado la mayor parte de su actividad intelectual a la narrativa, ha cultivado el género tanto en la novela cuyo comentario nos reúne esta tarde como en Salida de emergencia(Caracas: Crónica Mundana, 1978. 127 p.) o en El fin de los tiempos(Caracas: Actum,2007. 381 p.). Escribió también el estudio Al otro lado del Golfo: Colombia refuta a Colombia(1984) junto con el profesor Eduardo Viña Laborde, este último el célebre profesor que descubrió y demostró que la Geopolítica de Chile publicada por el dictador Augusto Pinochet Ugarte(1915-2006) era un plagio de otra obra, demostrándolo con sumo acopio de datos.

 

LA PALABRA FATUM

Creemos que en el momento de penetrar en la esencia de la novela histórica, tan bien tramada, que es Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud debemos abrirla por su título, deteniéndonos al la inquietante palabra que es “Fatum” en la literatura occidental. Aunque el vocablo proviene del latín es mucho más antiguo y nos llega desde nuestros tatarabuelos los griegos. Fatum quiere decir, en la mitología romana o latina, como también se le ha denominado, destino. En el mundo heleno equivale a Ananké o las terribles Moiras de aquella mitología. Pero etimológicamente, la palabra latina fatum significa oráculo, vaticinio, predicción y deriva en la palabra en español “hado”. Proviene de aquello que dijeron, o predijeron, los oráculos sibilinos que predicen el destino por lo cual también tiene el sentido de fatalidad. Es fatum, o el cantado Ananké por las Sibilas, dice el filósofo alemán Frederich Nietzche(1844-1900), “la fuerza infinita de la resistencia contra la libre voluntad”. Fue Nietzche uno de los padres del siglo XX, junto con Carlos Marx(1818-1883), Sigmund Freud(1856-1939) y Albert Einstein(1879-1955).

Como lo veremos todo esto que hemos señalado, la presencia del fatum, es fundamental para un hondo entender de esta interesante y bien escrita novela, lo prueban la parábola humana de los dos protagonistas principales de este libro: el padre Román Delgado Chalbaud(1882-1929) y el hijo Carlos Delgado Chalbaud.

 

LO QUE HALLAMOS

Describe Rojas Cabot todo un siglo de vida venezolana en su libro, primero a través del padre y del hijo, después por medio de uno de sus hijos varones, Carlos Roman Delgado Jomeau y especialmente a través de su nieta Julia Delgado Morean, de hecho la novela ha sido bautizada con el nombre de ella, con lo cual podemos mirar las idas y vueltas de esta centuria, aunque siempre centrada la narración, fundamentalmente, en la vida sin duda trágica tanto de su bisabuelo, Román Delgado Chabaud, como de su abuelo, Carlos Delgado Chalbaud. Biniesnieta y nieta de sus actores principales es la protagonista de esta ficción, desde ella se cuenta la historia que tenemos ante nosotros al leer la obra.

Pero a la vez en un cierto sentido, también se puede hacer una segunda lectura: una meditación sobre el país, como lo hemos hallado en estos últimos tiempos tanto en El pasajero de Truman(Caracas: Momndadori, 2008. 305 p.) Francisco Suniaga(1954) como en Sumario(Caracas: Alfaguara, 2010.754 p.) de Federico Vegas(1950).

De allí la pregunta incesante y angustiada por nuestra nación: ”Lo aquí se construye, pronto se borra…Porque aquí rige la selva que todo se lo tragado”(p.46), “Venezuela espantosa tierra que se había tragado a su padre”(p.75). Una tierra que se devora a sus hijos, sobre todo a los más altos, país, como dijo Andrés Eloy Blanco(1896-1955) al cual “el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”(“Canto a los hijos” en Giraluna. México: Yocoima,1956,p.171). Sentimos que aquí Andrés Eloy invoca también la bondad machadiana al pensar en el hijo grande, “soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”(“Retrato” en Campos de Castilla. Madrid: Diario El Mundo,1999,p.11). O devora a sus hijos entre todos como lo hicieron con el propio Libertador o con Francisco de Miranda(1750-1816), cuya historia, en su tramo final, guarda tantos paralelismos con la vida de Carlos Delgado Chalbaud. Ha sido siempre, demasiadas veces Venezuela, aquello que Oriana Fallaci(1929-2006) escribió:

“La eterna leyenda del héroe que se bate solo, pateado, vilipendiado, incomprendido. La eterna historia del hombre que rechaza plegarse a las iglesias, a los temores, a las modas, a los esquemas ideológicos, a los principios absolutos vengan de donde vengan, se revistan del color que sea, del hombre que predica la libertad. La eterna tragedia del individuo que no se adapta, que no se resigna, que piensa por su cuenta, y que por eso lo matan entre todos”(Un hombre. Barcelona: Noguer,1979,p.,17).

Por ello aquí leemos: ”Venezuela, espantosa tierra que se había tragado a su padre primero y a su hermano después de la forma más trágica y ruin”(p.75), como refiere Román Carlos Delgado Jomeau(1929).

Un país donde al aproximarnos a como se le gobierna llegamos a la conclusión: ”aquella olla de alacranes que era la política venezolana”(p.165). O la pregunta de Miguel Moreno, civil secretario de la Junta Militar de 1948, quien pregunta a Delgado:

 

”¿pero Ud.cree que esa manera de ser, esa medicina de equilibrio a la europea, se puede aplicar aquí, en esta gallera de vicios viejos que somos los venezolanos?”(p.303).

 

Todo eso es durísimo, propio del país del “realismo atroz” que dijo Francisco Herrera Luque(1927-1991) en una línea de Los cuatro reyes de la baraja. (Caracas: Grijalbo,1991,p.49). ¿O es que Venezuela “es apenas un clima” como lo insinuó Isaac Chocrón(1930) en una parlamento de una de sus piezas?.

 

EL DESTINO DE LOS DELGADO

El fatum apareció muy atrás. Leemos “Carlos Román venía de una crisis, la muerte de su padre lo había conmovido y le había hecho pensar en el pathos de su familia. Su abuelo Román había muerto en combate el mismo año en que él había nacido y veintiún años más tarde, su padre había sido asesinado. ¿Qué significaba todo esto? Para él, significaba la pérdida de la posibilidad cierta de llegar a conocer mejor a su progenitor, de quien había sido separado tan pronto en la vida. Había pensado muchas veces en la curiosa pareja que los había procreado a él y a su hermano, ni siquiera habían acertado a casarse. Y ya adolescentes, la trágica muerte de su madre los había marcado. Claro que ella se había apartado de ellos antes dejándolos al cuidado de la tía Elena…Pero después, cuando ella decidió quitarse la vida, ¿por qué se suicida la gente?…Ya tenían unos años separados de ella, pero el suicidio le parecía tan inhumano y sin embargo…”(p.73): los puntos suspensivos con que termina el monólogo son del novelista.

Se ha hablado de Román y su hijo Carlos, aunque todavía no conocemos los hechos, que también fueron, al parecer, llenos de desventuras de la vida de Miguel Delgado, padre de Román, abuelo de Carlos, bisabuelo de sus hijos, tatarabuelo de sus nietos.

 

EN LA ENTRAÑA DE LA NOVELA

Se pregunta la protagonista, Julia, desde quien se cuenta la historia,“¡Qué sociedad tan absurda la venezolana! Tantos años y nadie ha aprendido nada…Aquí no hay nada sino pasiones vulgares…Pero yo no descansaré hasta encontrar la verdad y una de las verdades que me interesan es saber quien mató a mi abuelo porque…en Venezuela a la gente le costaba asir los valores permanentes de una sociedad, es decir, los valores históricos y parecían tener una idea arbitraria de los hechos…Carecían de visión histórica en el sentido más simple del término, es decir el tiempo no existía para ellos, era una categoría ignorada. Por otra parte, la clase pudiente, no aquilataba el valor intrínseco de la historia…y solo atendía al éxito que hubieran tenido político o económico”(p.17).

La gran tragedia de padre e hijo: parece hacer verdad aquello tan repetido de que “Los dioses ciegan a quienes quieren perder”(p.29). ¿Es el destino del cual no se puede huir?: “Pero había cosas de las que uno no podía escapar”(p.42). Subrayamos que el autor de esta reseña no es para nada destinista, cree en el poder creador de las personas, pero en el caso de los Delgado tiene que admitir el fatum de todos ellos.

 

EL HIJO DE ROMÁN

Carlos Delgado Chalbaud fue un hombre prominente, destacado, bien formado, seguramente preparado, como lo hizo su generación para servir a Venezuela una vez desapareciera la dictadura gomera. No sabemos si se ha reparado en este hecho: por el año de su nacimiento, 1909, Carlos Delgado Chalbaud tenía la misma edad de los miembros de la generación de 1928: un año menor que Rómulo Betancourt(1908-1981), Jóvito Villalba(1908-1989), Miguel Otero Silva(1908-1985) y Rafael Vegas(1908-1972), cuatro menor que Isaac Pardo(1905-2000) por ejemplo.

Pero fue él un personaje trágico, seguramente más que su propio padre, el primero ofreció su vida por propia decisión, al hijo le arrebató la vida la militarada inculta. Tan dramática fue su existencia que no es casual la serie de apelaciones a la mitología griega que hace una y otra vez Rojas Cabot. Tanto, además, que para tratar su vivir no hay mejor camino que el de la literatura, sus graves aristas psicológicas llaman más al narrador que al historiador, tratarlo en una novela histórica, que es memoria del pasado pero que es ficción, es feliz forma de penetrar en aquel laberinto que fue la conciencia de aquel venezolano, siempre angustiado, tanto que leemos en uno de sus soliloquios: ”no he estado solo nunca y he vivido poblado de fantasmas”(p.127),¿eco de un eco, como aquella musa de la mitología griega que así se llama, condenada repetirlo todo? De Eco estamos hablando.

”Román se estaba pudriendo en La Rotunda y Carlos tendría que tomar el puesto de su padre, hacerse sentir y finalmente combatir y vencer al tirano”(p.36). Y lo hizo.

Por ello fue tras la aventura del Falke(Julio 19-Agosto 11,1929,”otro Carlos Delgado, el que regresa a París en septiembre de 1929 con la derrota y la muerte de su padre a cuestas. Solo tiene veinte años pero ya la vida lo ha marcado…La última palabra de su padre, antes de morir…en Cumaná…’Si muero, dígale a mi hijo que muero por la patria…la moira lo había alcanzado”(p.81), el Ananke, el fatum, el destino, había aparecido y dejó trazado un sendero que el hijo recorrería.¿Quizá en lo último que pensó agonizando en la quinta Maritza fue en aquel general, su papá? El padre siempre estuvo presente en el hijo, lo quería pero para él padre seguía siendo un desconocido: sólo había estado con él entre el nacimiento y los cuatro años y entre los diez y nueve y los veinte, apenas dos años más. El padre le había faltado, sin quererlo el general pues estaba preso en La Rotunda(1913-1927), en los años decisivos de la vida del vástago: en la adolescencia, en el momento de descubrir la sexualidad y el amor, en el instante de definir el destino vital. Así la ausencia del padre es hecho decisivo en la vida de Carlos Delgado Chalbaud. “Sin conocer la historia de tu padre, ¿cómo puedes aspirar a crear tu propia historia?” se lee en la novela de la turca Elif Shafak: La bastarda de Estambul (Caracas: Mondadori, 2009,p.281). Así de grave fue aquello.

Y, desde luego, el hijo siguió en la lucha contra la tiranía(p.129), sus ejecutorias se pueden seguir muy bien el archivo político de José Rafael Pocaterra(1889-1955), quien sabemos estuvo en Cumaná el día fatídico y para quien Carlos fue como un hijo, cosa que testimonia muy bien el doctor Leonardo Altuve Carrillo(1910-2002) en sus memorias al recordar la llamada de Pocaterra, desde Estados Unidos, el día del asesinato: “De Washington me llamó el embajador Pocaterra. Lloraba como padre ante el hijo muerto, rugía como un león herido”(Yo fui embajador de Pérez Jiménez. Caracas: Tipografía Ortiz,1973,p.246).

De allí cuando ya estaba en el poder tras el golpe de 1945 se hicieran esta pregunta: ”¿con que tenemos Jefe, o será el fantasma de Román Delgado Chalbaud que está hablando?”(p.32). ¿Y de allí sus silencios? “Carlos se calla. Rómulo[Betancourt] aprecia el momento. En este hombre pesa mucho el pasado, como en todos, tal vez más en él”(p.102), de que desde dentro de si, detrás de sus ojos, soliloquiara Carlos: “todos los días tienen su aprendizaje. Mi padre sigue presente. Sigo su camino y le pareció oír el eco de sus pasos que desde lejos parecían acercarse”(p.103).

Su deseo, desde atrás no era otro que: ”espero la ocasión que no sé quien ha de ofrecerme para ir a cobrar junto con la muerte de mi padre la de los otros nobles sacrificados por la patria”(p.144).

Otro pensó de Carlos: ”era otra cosa. Tenía un pedigree increíble, desde tan joven en las lides de la política venezolana…Su vida era una odisea. Nada menos que la Odisea de Venezuela”(p.255), pero una Odisea que nos no lo condujo a Itaca como a Ulises sino al averno, cosa que también ha sucedido a Venezuela..

Betancourt, quien bien lo conoció tanto y era maestro en el conocimiento de los seres humanos, nos dejó un retrato psicológico de Delgado muy claro, escrito en 1956, llama a Delgado indeciso, “el introvertido y tímodo temperamental” en su Venezuela: política y petróleo(3ra.ed.Barcelona: Seix Barral,1978,p.563). Betancourt y Delgado no solo conspiraron juntos en 1945 sino que entre sus familias, especialmente entre sus esposas e hijas, se trabó desde la llegada de ambos al gobierno, eran copresidentes, cuando comenzaron a tratarse, una amistad que pervivió a través de toda la vida, hasta el final de las vidas de Lucía Levine, la esposa del comandante, doña Carmen Valverde, esposa de Betanocurt, Elena Delgado Levine, hija de Carlos y Lucía. Queda aun Virginia Betancourt Valverde quien evoca aquellas vivencias y aquella larga relación en sus memorias Vida en familia(Caracas: Fundación para la cultura Urbana,2007,p.87-90).

Indeciso quizá porque Delgado entró en los días últimos de la conspiración de 1945, llevado a ella por Edito Ramírez(1913-1999). Pero fue escogido como integrar la Junta Revolucionaria del gobierno, cuando el 19 de Octubre, con el palacio sin luz, se integró y juramentó la Junta a la luz de lámparas de kerosene.

Y luego fue quien como Ministro de la Defensa(1945-1948) hizo posible la reforma militar que fue uno de los hechos que llevó a los militares a la conspiración. El general Isaías Medina Angarita(1897-1953) fue un gran presidente, un político creador, pero ni él ni Arturo Uslar Pietri(1906-2001), cerebro gris de aquel gobierno, tomaron en cuenta las exigencias de los oficiales, una de las razones del golpe. Tampoco quisieron hacer, porque el conservadurismo, el creer que el pueblo venezolano no estaba preparado para la democracia, que necesitaba un gobierno paternal, los llevó a postergar la reforma constitucional que consagrara el voto directo. Fue la otra razón de su caída junto a las apetencias de poder de Marcos Pérez Jiménez(1914-2001) y el propio Betancourt.

Otro punto de su vida, sigue siendo bien difícil de evaluar, es  el por qué siendo Ministro de la Defensa del maestro Rómulo Gallegos(1884-1969), y queriéndolo aquel como hijo, participó en el golpe contra aquel. Pero existe la pregunta pocas veces hecha: ¿fue posible evitarlo? ¿Se hubiera podido dar el golpe sin él, figura demasiado prominente en el gobierno desde que se instaló el gobierno surgido del golpe de 1945?¿Fue una traición solamente o un suceso de la política? Esta sigue siendo una interrogante sin respuesta aún porque la carta que envió Delgado después a Gallegos, ya el maestro vivía en México, con Napoleón Ordosgoti, no llegó hasta nosotros: el modo de ser de Napoleón, a quien tratamos mucho en los años finales de su vida, le impidió abrir el sobre y leer o copiar la carta y el maestro una vez la leyó la rompió y echó a la papelera, dijo si, en presencia del portador, “es un Judas”. Ordosgoiti recoge el hecho en uno de los tomos de sus memorias(Gallegos, el poder y el exilio. Caracas: Domingo Fuentes,1984,p.111-112). Pero cuál sería la argumentación de Delgado, nos interesaría conocerla, es un cabo suelto que nos queda en la historia, de hecho esa carta es un documento de la historia del país que nos falta: ¿cuáles serían los argumentos? porque en todo esto es necesario apartarse de la interpretación adeca de la historia del país, como la denomina la politóloga Ruth Capriles Méndez(Los negocios de Román Delgado Chabaud. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1991,p.17, nota 5).

También se puede advertir otro camino para entender lo que pensaba Gallegos de todo aquello. La abogada Beatriz Salazar de Mancera, lectora aguda, en su intervención en el Círculo de Lectura(Enero 26,2011), por nosotros coordinado, en donde se examinó esta novela en presencia de Julia, la nieta de Delgado Chalbaud, señaló que lo que pensaba Gallegos de aquel hecho se puede espigar de los conceptos suyos que se pueden leer en una misiva suya(Nueva York: Noviembre 26,1951) a su hijo Alexis Gallegos, sobre todo si se leen sus interesantes entre líneas. Esos renglones son, consejos del padre al hijo, le dice especialmente:

“Esto, no defraudar la confianza que en mí se ponga, ha sido la norma de mi vida y entre mis tristezas de hoy tengo y acaricio la satisfacción de haber podido realizar una experiencia de mi mismo dentro de esa norma de conducta. Propóntela tu también y grábatela en la voluntad, como letras imborrables, bien talladas en dura piedra, a fin de que mañana nadie pueda decir de ti: me equivoqué. Lo creí un hombre de bien y resultó un bribón. Ni mucho menos esto otro: Alexis Gallegos me traicionó. Se traviesan hoy épocas difíciles para formación de buena calidad humana, pues al mismo tiempo quieren adueñarse de nuestras predilecciones dos vehemencias contrapuestas: ganas de irresponsabilidad, por una parte, de divertirse, de gozar con todo; y propensión a odiar, frenéticamente, a cuanto no es pensar[sic] como nosotros pensamos y estar, junto con nosotros, en el sitio de lucha en que las circunstancias nos hayan colocado o nosotros mismos hayamos elegido, voluntariamente…Esto especialmente, no lo comprenderás bien todavía y ojalá que cuando seas capaz de discernirlo ya hubieran pasado las borrascas de odio que hoy se desencadenan sobre el mundo. Sobre nuestro país principalmente. Entre las cosas de mala suerte que ti han acontecido, está la de que en tu corazón de niño se hayan aposentado odios, pero yo no quiero que cuando mañana, en madurez de hombre, tú recuerdes lo que hoy nos ha hecho sufrir, a ti y a mí, un deseo de venganza te amargue la vida y te la inutilice para los ejercicios de la bondad. En vez de ese mal sabor del odio con que hoy se condimenta cuanto se ofrezca a nuestro espíritu, acostúmbrate desde ahora a saborear la satisfacción de ti mismo bien conformado para ejercicios de bondad. Yo espero de ti te aguarde tiempo mejor y es necesario que te prepares bien, para servirle bien…Guarda esta hoja de papel y cuando algo te aflija, cuando otros golpes te den los acontecimientos adversos, vuelve a leerla y busca en ella lo que pueda ayudarme a sobrellevar contratiempos y a pensar, con optimismo, que lo mejor en la vida es lo que ella tiene de obligación indeeclinable” (Cartas familiares. Caracas: Cuadernos Lagoven,1990,p.40).

Esta carta es una altísima lección ética, la propia del padre, del humanista, del educador, del escritor quien en sus intuiciones tuvo el más hondo pálpito del alma y del ser venezolano. Todo ello fue, y es, el maestro Gallegos porque hombres como él no mueren. Recuérdese, es un tramo de la historia venezolana que apenas ha sido estudiado, Rojas Cabot lo narra con buen sentido pero hay más en él. Al leer esta carta no se debe olvidar que la interpretación que se ha dado a la actitud de Gallegos durante el proceso de la conspiración que lo arrojó de la silla presidencial en virtud de que la militarada se consideraba la única norma en el país. En ese largo mes, en que testigo de excepción fue el doctor Giocopini Zárraga, cuyo testimonio, dado a Joaquín Soler Serrano, en el programa “A fondo” por Venezolana de Televisión(Octubre 3,1982), cuando esta canal era una emisora digna, copia íntegramente el novelista que glosamos(p.231-232), Gallegos actuó con los principios por encima de todo, quiso salvar la constitución y el régimen democrático, no tuvo miedo, ni siquiera a ser asesinado por los oficiales insurgentes. Demostró, pese al superficial análisis que se ha hecho hasta ahora, que debía imperar la ley y la razón por encima de todo, que debía resistir la violencia, como Santos Luzardo las tentaciones de Doña Bárbara, a cualquier precio, por ello se negó a negociar, como se lo insinuaba su fiel Giacopini Zárraga, sino que actuó representando el poder legítimo, por elección de más del 80% de los venezolanos y porfió. Lo hizo. No se traicionó así mismo ni a los suyos. Salió limpio al exilio. Demostró, lo que no se le ha querido reconocer, que si era un político, un buen político, un gran politico, pero un político de principios, los mismos que venía proclamando desde que tenía veinte y cinco años cuando escribió los artículos de la revista La Alborada(1909) que redactó con sus compañeros escritores, todos ellos singulares en nuestra historia literaria. En esos escritos, ello no se ha notado hasta ahora como se debía, hizo la primera exposición de lo que debía ser la sociedad civil en Venezuela en el siglo XX y lo hizo en los mismos tiempos que en que Laureano Vallenilla Lanz(1870-1936) exponía, en trabajos y conferencias, la tesis del “gendarme necesario” la justificación de la dictadura. Eso fue Gallegos. Y el día que lo comprendamos bien mejor seremos, mejor será Venezuela.

Nosotros creemos, no así Julia Delgado Morean, que queden dudas hoy de que fue Pérez Jiménez, y desde luego Luis Felipe Llovera Páez(1913-1977, quienes empujaron a Rafael Simón Urbina(1897-1950) a la acción, al suceder lo que sucedió, el asesinato, cometido por aquella banda de forajidos, seguramente a través del arma de uno de esos monstruos: Domingo Urbina, primo de Rafael Simón Urbina, y no por Pablo Antonio Díaz, como él confesó a Oscar Yanes, aunque es obvio que hubo mas de un tiro, y es obvio que ambos dispararon, también lo hizo Carlos Mijares, otro de aquellos malandros. Por ello ese mismo día, según las declaraciones de Pérez Jiménez a Agustín Blanco Muñoz, el Alto Mando, del cual formaba parte el propio Pérez Jiménez, dio la orden de liquidar a Urbina(Habla el General. Caracas: Universidad Central de Venezuela,1983,p.116). Pero al decidir aquello se eliminó al autor del suceso y a la posibilidad de un testimonio acusatorio. Sin embargo, quedó el papelito que Urbina dictó, en la Embajada de Nicaragua, a donde huyó, a su esposa María Isabel Caldera, íntegramente citado en la novela. Es este:

“Comandante Pérez Jiménez: mi muy apreciado amigo: en estos momentos tengo movilizado al pueblo de Venezuela. Como le dije cuando llegué al país, no quiero más Presidente que usted. Delgado quedó malherido, aunque yo no quería que lo mataran como le consta al motorizado. Ojalá usted me respalde en la Embajada de de Nicaragua, donde me encuentro malherido” (p.378-379)

Lo que nos muestra este breve mensaje, de ocho líneas, es demasiado revelador, suficiente. Pérez Jiménez lo recibió, lo envió al tribunal, el juez de la causa, José Muñoz Rueda, no lo insertó en el expediente ni lo utilizó en el juicio, sin duda con prudencia política, y quedó en la caja fuerte del juzgado hasta que el periodista Julián Montes de Oca lo descubrió y publicó años más tarde. Así observa aquello Rojas Cabot: “Llovera había sido el primero que había llegado a la Quinta Maritza y había encontrado a Delgado tendido en el piso con los balazos, inerte. Y ahora Pérez Jiménez le tiembla la mano cuando lee el mensaje que le ha enviado Urbina…Creyó que le iba a dar un mal. Este Urbina esta loco, es un asesino y que yo respaldé”(p.393-394). Esto corrobora la observación de Rómulo Betancourt: al hablar “de la conjura palaciega que condujo a la eliminación física de Delgado Chalbaud”(Venezuela: política y petróleo,p.581).

Siempre nos hemos preguntado que sería lo que pensaron el día del asesinato Miguel Moreno, Leonardo Altuve Carrillo, que condena en su libro la eliminación de Urbina, “La muerte de Urbina fue justa, pero inoportuna, cualquiera sea la versión que de ella se de” (Yo fui embajador de Pérez Jiménez,p.249), Víctor José Cedillo, este autor del libro de Urbina Victoria, dolor y tragedia(Caracas: Tipografía Americana, 1936. 176 p.) que es donde aparece la invención sobre la supuesta homexualidad de Betancourt, pero en el que se presenta a ese asesino vesánico que fue siempre Urbina como un luchador antigomecista por el Asalto a Curazao y la expedición de 1931, también relatada por Teobaldo Mieres(Rafael Simón Urbina y 137 mejicanos en Venezuela.San Juan de los Morros: Tip. El Lugareño,¿1936? 71 p.). No sabemos si el día del asesinato se dio plena cuenta Cedillo de lo hecho al redactar aquel libro, al poner la pluma al servicio de aquel delincuente solo por el hecho de ser falconiano como él. Al apologista de Tomas Funes(1855-1921), Sebastian González Perdomo, autor de El libro de las reinvindicaciones (Caracas: spi,1914. 127 p.) a quien tras esa apología no vaciló Funes en fusilar cuando mandaba en San Fernando de Atabapo, antes había matado al menos 422 víctimas. Fue Cedillo, funcionario de la Junta y más tarde secretario privado de Pérez Jiménez hasta la caída del régimen, todos cercano a Delgado, todos lo miraron con respeto, mientras los militares solo pensaban en el poder pleno. La conspiración contra Delgado existía, él mismo lo sabía, pero no se cuidó, vestido de civil, manejando su propio carro sin guardia alguna, lo vieron personas con las que conversamos, era para encontrarse con sus enamoradas, Rosa Leonor Capriles o Mimí Guevara, porque ser romántico fue. Pero…

Pero la conspiración andaba. El historiador José Antonio de Armas Chitty(1908-1985), en un recodo de uno de sus libros, expresó su convicción de que el asesinato de Delgado fue “estimulado desde altas esferas por elementos de tercera o cuarta categoría”(Historia de la radiodifusión en Venezuela. Caracas: Cámara Venezolana de la Radiodifusión, 1975,p.106). Cosa ratificada hace poco en un artículo de Eddie Ramírez, el dirigente petrolero, hijo de Edito Ramírez. Se trata de lo siguiente: es lo dicho por el oficial Felix Román Moreno, después general perezjimenista, quien se refirió a Delgado diciendo que “ese es un problemita que no sabemos como resolverlo”, testimonio recogido por Eddie Ramírez(“Reminicencias de la penúltima dictadura”, en www.eluniversal.com: 26-1-2010). Y es obvio que Urbina no actuó solo, fue empujado a hacerlo desde muy arriba pese a que se carezca de la prueba de que aquello sucedió así. De hecho el mayor beneficiado del crimen fue el propio Pérez Jiménez.

Delgado fue seguramente asesinado para evitar cumplir su plan, bien explicado en esta novela, de hecho esos capítulos de la novela que comentamos, los que describen los años 1948-1950, en que Delgado fue presidente, no sólo constituyen la medula de la novela sino que son los mejores como escritura literaria, como historia, como reflexión de aquellos dramáticos sucesos. El plan de Delgado era, dice Rojas Cabot, ”y desde noviembre 1948 finalmente administraba el país. Su ambición era que Venezuela tuviera un centro coherente, para dirigir sin tropiezos un bien aceitado engranaje administrativo, que le permitiera deslizarse hacia un campo fértil, lejos de los extremos. El creía que había que ir por el camino del medio. En realidad los extremos lo horrorizaban”(p.362).

Recuérdese aquí que además de su propia formación Delgado, durante sus años en París, estuvo cerca de las convicciones de la derecha francesa gracias a la madre de sus hijos varones, con la cual no llegó a casarse, Juliette Jomaeau y de los ideales de la izquierda francesa por medio de la fue su única esposa, la rumana Lucía Levine, miembro del Partido Comunista desde muy joven, esas experiencias le hicieron darse cuenta que una solución equilibrada, un régimen de centro, era lo que convenía a Venezuela.

 

UNA CRITICA: LA ÚNICA

Nos ha  llamado mucho la atención al leer Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud un  hecho, repetido al menos trece veces: ¿por qué la animadversión que el novelista exhibe a lo largo de la novela contra Lucía Levine, ya que no podemos denominarlas sino ataques contra ella?: “Piedra en el cuello”(p.41), “inteligencia retorcida”(p.42), “la siniestra esposa judía rumana, Lucía”(p.75), “mucha gente la detesta, es capaz de cualquier cosa”(p.78); “vieja bruja”(p.78) “se llevaba un premio de rareza”(p.78-79), “era desangelada y retrechera, puro pensamiento retorcido”(p.151), “cuan terrible era su matrimonio que consistía en desunión”(p.167), “cuando hablo contigo ya estoy en el infierno, Lucía”(p.260), “atrabiliaria”(p.265), “rebelde” (p.304), “áspera como ella misma”(p.304),”Retorcida criatura”(p.305), bruja(p.305), “la loca de Lucía”(p.396), “librepensadora”(p.397). No creemos que el narrador de una historia del pasado puede tomar tal actitud, sin sopesar todo lo que va leyendo e investigando, él debe estar lejos del tiempo que narra, al menos en este caso. Siempre zahiere a Lucía con los dardos de su prosa, apenas hay un momento en que reconoce: “Claro, para algo era comunista, judía y además culta, una joya que importe de Europa”(p.79) según palabras del propio Delgado.

Recuérdese además que por la amistad que unió a los Delgado Levine con los Betancourt Valverde, la amistad familiar se reanudó durante el exilio, ya asesinado Delgado, entre las dos madres y la dos hijas y pervivió hasta la muerte de ambas, suicidas las dos. A la viuda de Delgado, Betancourt la protegió, vuelta la democracia, al llevarla al cuerpo diplomático en nuestra embajada en Belgrado, el embajador era Simón Alberto Consalvi, quien ha dado su testimonio sobre este asunto. Pero las hijas de ambos, Virginia Betanocurt Valverde y Elena Delgado Levine las unió fraterna amistad desde los días del gobierno de 1945, relación que se reanudó en el exilio y sobrevivió hasta la muerte de madre e hija, ambas se suicidaron, tanto que Elena, como lo ha contado Virginia Betancourt, le legó todos sus bienes en Venezuela, los cuales no tocó para nada Virginia, sino que los utilizó en el establecimiento de una fundación de servicio social. La propia Virginia Betancourt se refiere a ellas en sus memorias(Vida en familia,p.87-90) y ha dado testimonio público de ello, escuchado por nosotros, sentados a su lado, en nuestro Círculo de Lectura de La Lagunita(Agosto 4,2010). No tenemos razones para dudar de sus palabras. La amistad imperturbable de las dos familias, iniciadas por sus padres desde el poder, pervivió. Este es un hecho humano lleno de bellas aristas, singular en la historia en donde la política separa a las personas, cosa que no sucedió en este caso. Lo señalamos como el hecho singular que es.

 

EL LIBRO DE OSCAR YANES

Al cerrar queremos registrar el hecho de la aparición del libro de Oscar Yanes(1927): La verdad sobre el asesinato de Delgado Chabaud(Caracas: Planeta, 2010. 330 p.). Es una reedición, con cambio del título, de su obra Yo maté a Delgado Chalbaud(Caracas: Publicaciones Seleven, 1980. 547 p.) en donde recogió la versión de Pedro Antonio Diaz(1922), uno de los asesinos que actuaron, plenamente ebrios, aquel fatídico 13 de Noviembre de 1950. Lo releeleremos aunque hicimos citas de este volumen en uno de nuestros trabajos sobre el comandante Delgado, un estudio que hemos ido ampliando desde su primera impresión en 1975, en Ultimas noticias, en 1980 en El Carabobeño de Valencia y ahora, muy trabajado y ampliado, hace pocas semanas en 64.207.147.4. El libro de Yanes ha sido reproducido tal cual se imprimió el año ochenta, solo se le ha añadido, en los apéndices, seis partes más, cinco se leen en el índice y otra fue omitida, es el testimonio del médico Rubén Jaen, quien tenía veinte y cuatro años aquel día, sobre la autopsia de Carlos Delgado Chalbaud(p.306-310) en la que participó en el Hospital Militar(situado entonces en la esquina de Bolero), tomado todo esto de sus Memorias de un cirujano del corazón. Los otros apéndices son el V,VI,VII,VIII y IX. Es desde luego una lástima que en esta segunda edición, digamos que ampliada, no se haya reproducido todas las fotografías que están en la primera edición pues constituyen testimonios muy útiles para quien quiera continuar escribiendo esta historia tratando de responder la interrogante de Oscar Yanes: “Cuál hubiera sido la suerte de Venezuela si no hubieran asesinado a Delgado Chalbaud?”(p.310).

 

 

(Leído en el Círculo de Lectura de la Asociación de Vecinos de La Lagunita, Caracas,
la tarde del miércoles 26 de Enero de 2011).

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Un comentario

  1. Este trabajo, rico en contenido y altamente informativo. adolece de una falencia crítica. Y uno no sabe si es una política editorial de la página, pero… en todo caso, sigue siendo una falencia bien gruesa. ¿Cómo es posible que este material, habiendo sido redactado en primera persona, (y muy bien redactado, por cierto), sin embargo NO APARECEN LOS CRÉDITOS DEL AUTOR. A estas alturas yo, que no soy adivino, no sé quien escribió esto. Y le agradezco a los administradores de la página por subir esto tan valioso, pero me parece que no es justo que se le nieguen sus créditos al redactor. Además, esto se presta a malas interpretaciones que pueden ir desde pensar que renunció voluntariamente fundado en el pago si es que lo hubo, hasta cualquier otra sarta de ideas,todas de variado calibre y colorido, y ninguna de ellas halagadoras para la página, por cierto.

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