La obra en negro (Opus Nigrum) : 1968 novela de Marguerite Yourcenar
“No te he dado ni rostro, ni lugar alguno que sea propiamente tuyo, ni tampoco ningún don que te sea particular, ¡oh, Adán!, con el fin de que tu rostro, tu lugar y tus dones seas tú quien los desee, los conquiste, y de ese modo los poseas por ti mismo. La naturaleza encierra a otras especies dentro de unas leyes por mí establecidas, pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te he entregado, te defines a ti mismo. Te coloqué en medio del mundo para que pudieras contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor, remates tu propia forma”
Prefacio de Pico de la Mirandola:
(Oración del hombre digno)
Opus Nigrum tiene como clave del discurso narrativo la interpretación de los personajes y su tiempo. La novelista se instala en el análisis detallado de la evolución de Zenón, plantea la oposición entre el sabio y los prejuicios, los dogmas religiosos y las supersticiones de la época en la que se unen la Edad Media y el Renacimiento, en el siglo XVI y en Flandes. La novela no narra una vida sino un pensamiento que se aleja de los vientos y la realidad de la historia que le toca vivir.
Zenón es un aventurero de la sabiduría, no desconoce ninguno de los saberes de su tiempo, pero es sobre todo un médico y un filósofo escéptico inclinado a las prácticas de la alquimia. Tiene total independencia de espíritu y su búsqueda del saber supera al Humanismo en sus fórmulas y rigideces, en pos de un ideal que no puede ser compartido, sino único.
En Opus Nigrum se trata del descubrimiento de un modo de realización interior, y de cómo nuestros ideales pueden sustentarse en cosas tan endebles como la vanidad, el orgullo o el capricho. Zenón es sabio y médico hereje, puede desentrañar los mecanismos que componen la realidad, y desentrañando al mundo se encuentra a sí mismo.
La belleza espiritual de Zenón radica en que nunca llega a caer en el cinismo, porque ha comprendido que no puede esperarse de la Humanidad más de lo que ésta está dispuesta a otorgar, y de que los ideales son sólo eso, ideales. Brumas que pueden dar sazón a la vida, pero que convertidas en dogmas y en manos de la gente ignorante, pueden cubrir de sangre la Tierra.
Siendo un clérigo de adopción, niega la acción de la Providencia divina y es sospechoso de herejía y ateísmo, y a causa de ello muere por mano propia para evitar el suplicio.
Opta por el suicidio, forma legítima de la libertad, preferible siempre a la muerte ígnea («mors ígnea») que lo esperaba, «apenas diferente de la agonía de un alquimista que prende por descuido sus ropas en el atanor».
Si hubiese sido sacrificado en la hoguera, su carne hubiera padecido lo que en lenguaje de la alquimia designa la fase de disolución y de calcinación de las formas: el Opus Nigrum, que es la parte más difícil de la Gran obra. “La molesta envoltura que él se veía obligado a lavar, a llenar, a calentar ante el fuego o con la piel de un animal muerto, a la que tenía que acostar por las noches como a un niño o a un anciano imbécil, servía contra él de rehén a la naturaleza entera y, peor aún, a la sociedad de los hombres.”
Muere así, como víctima de la superstición y la intolerancia.
Marguerite Yourcenar ha trazado en esta novela el perfil de una época y de un paradigma humano, que de manera oblicua retrata el trágico destino de la sabiduría en su lucha contra el fanatismo en el siglo XVI. Zenón es un científico que no llega a conocer el Opus Nigrum, la suprema liberación del espíritu de las cadenas de la materia; pero que conoce sobre todo la experiencia de la libertad: para pensar, para vivir y, en fin, para morir.
En la composición de la novela, con una prosa culta, a veces lírica y otras de crudeza realista, la autora emplea la tercera persona y conjuga la narración de los hechos con los diálogos de Zenón y su palpitación existencial.
El personaje creado por Yourcenar tiene del filósofo Campanella y de Giordano Bruno, y también de Paracelso y de Miguel de Servet, mártires de la lucha entre el Catolicismo y la reforma luterana. Es una creación propia que reúne caracteres de personajes de la historia medieval que padecieron persecución y muerte por motivos religiosos o de poder terrenal.
Al acercarnos al nudo de la novela nos percatamos de que falta algo que pueda representar ese centro de la trama novelada: lo que se llama el cráter de la obra. La descripción de todos los personajes sirve a la novelista para recrear un espacio y un tiempo de la historia, y con ello se hace más difícil hallar el hilo que conduce los episodios narrados. Es una totalidad ideal cuyos personajes mueven la narración.
¿Cómo puede el lector resumir esta novela o explicar su contenido, sin quedarse en la superficie de la narración? Marguerite Yourcenar ha dicho acerca de las aventuras de Zenón: “No me extendí mucho sobre esto porque las peripecias no me interesaban. Lo que me interesaba era un personaje de fuego y de hielo que había atravesado todo eso. Sentimos que había sido templado por los acontecimientos de su vida, pero los detalles importan poco. Para él, es una vida ya absorbida, consumida, quemada –la palabra quemada es muy importante en L’oeuvre en noir – una vida reducida a cenizas…”
Puede decirse que esta novela trata de filosofía, de religión, de historia, desde la perspectiva del arte literaria.
No hay un argumento lineal que conduzca los episodios, porque las peripecias de Zenón están entrelazadas con el medio y sus actores, y es la explicación personal del filósofo protagonista, para repetir lo que para él significa la vida: “No se es libre mientras se desea, se quiere, se teme. Tal vez no sea uno libre mientras vive.”
Esta novela de Marguerite Yourcenar, junto con Memorias de Adriano, constituye uno los pilares de la creación literaria de uno de los espíritus más serenos y universales del siglo XX.