Italia: La locura como lucidez
(%=Image(5560351,»R»)%)Pippo del Bono (director) trae a la escena nacional una propuesta que podría hacer estremecer a cualquiera. Lejos de esforzarse en conseguir actores de renombrada reputación y crear un espacio más entre tantos para las representaciones tradicionales, Bono ha preferido trabajar con actores no profesionales. ¿Quiénes? Con internos del manicomio de Averes, donde desde 1997 se ha dedicado a realizar una serie de talleres de actuación. En correspondencia con la idea de lo que para él debe ser la tipología del actor, se ha enfocado más al trabajo físico más que al trabajo psicológico, que es la tendencia a la que se asiste de manera convencional en Europa. Asegura Bono que esta posición lo lleva, incluso, a estar más cerca del teatro oriental que del teatro occidental. Así mismo, sostiene: “Se trata de una cosa distinta al neorrealismo italiano… En la experiencia del teatro, para estar vivo, debe tocar la vida de cada uno y su relación con otras personas… Busco un elemento distinto, un distinto modo de ser actor sobre la escena, otra estrada que no es la psicológica”. La experiencia con el tipo de trabajo que Bono propone contempla una serie de exigencias que no dejan espacio para la improvisación, por lo que afirma: “para mí no existe la improvisación, es otra la realidad que nos sale del alma”.
Sobre las tablas tendremos una distinta “tipología de actor”, como lo llama el mismo Bono, quien además, no se ha propuesto “salvar” a nadie, en la orientación de política social que bien podría conferírsele. En este sentido, el director asegura que ha construido “una historia muy verdadera… Para mí, encontrar a este tipo de gente llegó a ser mi única posibilidad de vivir. Ese discurso está para mí en otra dimensión. Yo veo la belleza donde otros dirían que no la hay de ningún modo”. El asistencialismo se hace de lado. Bono se enfrenta, más bien, con la recuperación de su mismo aliento vital, impulsado por una experiencia de vida que prácticamente lo alejaba del mundo. Así, se ha permitido abrir la ventana hacia otro escenario y, refiriéndose a uno de sus actores, no le ha sido posible esconder su propia verdad: “Sobre la escena él está completamente lúcido, y en la calle está completamente loco”… Y quizá, en esa demencia, haya un espacio para la cordura, porque, según el director, en el contexto contemporáneo de manifiesto sobre las tablas, estos personajes lucen como lúcidos, trabajando así desde otra dimensión con los “marginados del mundo”.