Hoy se celebra la fiesta de la Divina Pastora
Esta devoción mariana se celebra con alegría, agradecimiento y ofrendas en Venezuela: el Día de la Divina Pastora.
Su veneración se origina hacia el año de 1703, cuando Fray Isidro de Sevilla, Ilustre predicador capuchino y devoto de la Virgen María, comenzó a rendirle alabanza bajo la advocación «Divina Pastora de las Almas».
En la ciudad de Sevilla- España, era costumbre rezar los rosarios populares y dicho padre aprovechaba que la muchedumbre se reunía para predicar en honor a la Virgen. El sentido del título de Pastora es esencialmente misionero. Así como Jesús es el Buen Pastor que siempre está pendiente de su rebaño, también su Madre, María, cuida de las ovejas de su hijo donde quiera que se encuentren.
Los miembros de la orden capuchina que vinieron a América trajeron consigo la nueva advocación, que formó parte de las enseñanzas catequéticas capuchinas entre los grupos indígenas. La devoción fue llevada también a Colombia y Venezuela, donde se extendió con gran devoción en los llanos de Caracas con la llegada de los monjes capuchinos.
Santa Rosa, su casa
La providencial adquisición de la imagen es toda una leyenda. Aconteció que el cura de la iglesia de la Inmaculada Concepción de esta ciudad, deseando proveer a su iglesia con una imagen de la Divina Pastora, encargó su escultura. Al mismo tiempo, el Padre Sebastián Bernal, Párroco del Pueblo de Santa Rosa del Cerrito, quiso una imagen de la Inmaculada Concepción. Ambos y en común acuerdo, hicieron su solicitud al mismo escultor, con la finalidad de dotar a la feligresía para la celebración de las fiestas anuales del 8 de diciembre. Pero ocurrió una equivocación que muchos señalan como providencial; el cajón que contenía la imagen de la Divina Pastora fue dirigido al Padre Bernal y el de Inmaculada Concepción, al vicario de Barquisimeto.
Cuando el Padre Bernal en Santa Rosa se dio cuenta del error, ordenó que la caja fuera cerrada y que la llevaran de inmediato a su destino: Barquisimeto. Cuando el indio que tenía el encargo de devolver la imagen trató de levantarla del suelo y cargarla, notó que se había vuelto muy pesada y por más esfuerzos que hizo, no pudo moverla del sitio donde estaba. El padre Bernal, sorprendido, comunicó al vicario la noticia para que éste resolviera como superior, qué hacer en ese caso. El Vicario, enterado del hecho, dijo que por él la Divina Pastora manifestaba a las claras su voluntad de que su imagen permaneciera en Santa Rosa, y que allí se le rindiese culto y veneración. Desde entonces la imagen se quedó para siempre en la Iglesia de Santa Rosa desde que allí llegara providencialmente poco después del año 1736.
Orígenes de la procesión
A 163 años del inicio de la procesión de la Patrona a Barquisimeto, en conmemoración de la petición del padre Macario Yépez, durante la epidemia de cólera que diezmó a la población.
Como el contagio y el número de fallecidos aumentaba cada día, el padre Yépez decidió enfrentarla, convocando el 14 de enero de ese mismo año a una rogativa en el sitio de Tierritas Blancas, donde habían colocado días antes, una Cruz Salvadora. Impartió instrucciones para que se hicieran las gestiones necesarias, con el fin de traer al sitio la imagen de la Divina Pastora desde Santa Rosa y la del Nazareno desde la iglesia de la Concepción.
El padre Yépez, presidió la ceremonia mientras los feligreses oraban. Sus palabras resonaban en la iglesia, suplicando la ayuda celestial y exhortando a los fieles a que acudiesen confiadamente ante la Divina Pastora para implorar su amparo y protección, cuando de repente, en mitad de su discurso, el sacerdote cayó de rodillas ante la imagen mariana y con los brazos en cruz, ofreció su vida para que la epidemia tocara su fin, exclamando: «Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu divino corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡Que sea yo la última víctima del cólera».
La epidemia efectivamente terminó y el padre Yépez, al morir el 16 de junio de 1856 se convirtió, en efecto, en la última víctima del cólera. Fue así como quedó determinado que José Macario Yépez ofreció su vida el 14 de enero de 1856, en un sacrificio pleno de bondad y entrega, para salvar la ciudad de la epidemia de cólera. Esa es la tradición que ha perdurado hasta el presente, grabada en la memoria colectiva de los barquisimetanos.
La epidemia efectivamente terminó, gracias a la intercesión milagrosa de la Divina Pastora y el padre Yépez, al morir el 16 de junio de 1856, se convirtió en la última víctima del cólera.
Desde entonces, cada 14 de enero se realiza una procesión en la que los devotos acompañan a la imagen desde el templo de Santa Rosa hasta la Catedral Metropolitana de Barquisimeto. Desde ahí visitará las 52 parroquias de la ciudad, tres Vicarias y dos iglesias filiales, para finalmente emprender el regreso a su santuario cada Sábado de Concilio (el día antes del Domingo de Ramos de la Semana Santa).
Milagro de la cobertura
Se pudiera narrar diversos milagros de esta advocación, pero sin duda uno de los más memorables ocurrió en la marco del terremoto en Venezuela el 26 de marzo de 1812. Durante este fenómeno se desplomó por completo el templo de Santa Rosa, excepto el nicho en donde se encontraba la Divina Pastora, que permaneció intacta. Esto fue interpretado como un hecho providencial del poder de Dios y la intercesión de la Virgen María para la protección de sus creyentes.
Oración
¡Oh abogada y patrona nuestra, María! Oh pastora de los bienaventurados que como justas ovejas gozan en el cielo dichosa vuestra soberana presencia, porque cuando vieron siguieron vuestros pasos con la virtud de la claridad. Obrad en mi la singular maravilla, que aborreciendo el odio y la envidia arda en mi pecho y en mi alma la virtud de la CARIDAD con mis prójimos para ser digna oveja de vuestra dichosa grey, como lo son el cielo todos los bienaventurados. Oh señora, ciertamente sois la Abigail generosa; pues si esta con sus dones y gracias aplacó al Rey David, vos con vuestras gracias y ruegos aplacasteis al celestial David, para que las almas justas fuesen todas de su grey, siendo después predestinadas a la celestial gloria.