Gonzalo Suárez y el Ciudadano Sade
Gonzalo Suárez (1934- ), es un talentoso director de cine y novelista español, nacido en Oviedo; quien por su estilo literario se ha convertido en un creador personal. Los versados en cine dicen que tiene papel inspirador en la llamada Escuela de Barcelona y en las obras, de algunos directores de su generación en sus comienzos en la Escuela Oficial de Cinematografía.
Las creaciones de este ovidiense más notables y más conocidas han sido Epílogo (1984); Remando al viento (1988); Don Juan en los infiernos (1991); La reina anónima (1992); El detective y la muerte (1994); Mi nombre es sombra (1996) y El portero (2000). Como novelista ha publicado Ciudadano Sade (1999), y Yo, ellas y el otro (2000). Su novela Ciudadano Sade, se refiere al Marqués de Sade, cuyo nombre era Donatien Alphonse François, marqués de Sade (1740-1814), escritor francés de novelas, obras de teatro y tratados filosóficos y políticos; quien nació en París y luchó con el Ejército francés en la guerra de los Siete Años.
La cronología de los abusos sexuales del Marqués se inician en 1772, cuando fue juzgado y condenado a muerte por diversos delitos sexuales; mas escapa a Italia, regresa a París en 1777, detenido y encarcelado en Vincennes; donde permanece tras seis años, para luego ser trasladado a la Bastilla y en 1789 al hospital psiquiátrico de Charenton. Abandonó el hospital en 1790 pero fue detenido de nuevo en 1801. Rodó de prisión en prisión y en 1803 ingresó otra vez en Charenton, donde murió. Sus obras literarias y teatrales se resumen en Los ciento veinte días de Sodoma (1782-1785); Justine o los infortunios de la virtud (1791), La filosofía en el tocador (1795), obra póstuma y Juliette o la prosperidad del vicio (1796)
Todo sistema al final se reproduce, toda revolución muere en si misma: acaba entronizando lo que detestaba. A viejos símbolos le vienen aparentemente nuevos, que no son más que cambio de forma; pero en lo sustantivo son nuevas enajenaciones que maquina el poder. El Marqué de Sade ha sido satanizado, el hombre maldito en quien la degenerada aristocracia francesa consiguió como emblema, para que el pueblo descargase su furia de explotado. Así el hombre, que si bien fornicaba sin escrúpulos, contrataba prostitutas y efebos, con quienes montaba sus orgías entre torturas, arponazos y alucinógenos; fue el mismo que ironizó con la pluma a esa misma aristocracia y sus cardenales, quienes peores cosas hacían en sus palacios y abadías. Pero no hubo al parecer escapatoria, hasta los jacobinos lo mantendrían en prisión.
Tema para el debate este hombre, que si bien tuvo sus bemoles psicológico y siquiàtrico; en lo más profundo fue más que un libertino, un libertario.
El pretexto para mantenerlo recluido: La imposibilidad de su corrección. El Marque de Sade se pregunta: -Si luchamos contra el viejo poder, ¿Cuál es la moral que construiremos?-. Ya avizora el hombre que en nombre de la libertad, la solidaridad y la fraternidad, se esconde un nuevo grillete para la conciencia. Los adelantados…los líderes de la revolución entienden y al unísono cierran filas, para devolverlo de nuevo a la prisión en Saint-Lazare y durante Napoleón se confirma su manteniendo en el manicomio de Charenton, hasta que finalmente muere.
Preguntas que siguen rondando y que se escamotean ¿Acaso puede una revolución reprimir el deseo como necesidad ante el poder? ¿Qué tan ético es un poder, aunque se titule de revolucionario? ¿Es el deseo el verdadero enemigo del poder? Releer a este hombre se hace imprescindible, sin lugar a dudas; y como abreboca esta novela de Gonzalo se inscribe en ese proceso, es una manera de adentrarse en el personaje desde la perspectiva de la novela biográfica con mucho de histórica. Resalta en esta novela la concepción de Suárez para abordar el personaje; pienso que el inspector Marais se convierte, más que en un caza criminal, en el personaje casi principal junto a la suegra de Sade, quien ante la inflexibilidad de su cargo; no obstante, cede a los encargos de la marquesa, que mueve todas sus influencias, incluida su inteligencia y donaire ante el Rey para suplicar por su Donatio; personaje venido en la trama como trasgresor de la ley, siempre presente sin estarlo, perdiéndose su perversidad psicopatológica, para finalizar trastocada en lo sublime. Novela de capítulos numerados relámpagos, con una secuencia casi lineal donde el Marqués de Sade salta del viejo castillo a Paris, marcha a cualquier ciudad de Holanda, regresa al castillo, se interna, se va de nuevo; lo envían a la prisión de Vicennens, cae en la Bastilla y muere anciano en el siquiàtrico; como diciéndonos según el dicho popular: _El diablo sabe más por viejo, que por diablo-.
Creo que este hombre realmente era más que un individuo con serios problemas siquiátricos, un lumpen de la nobleza, un destructor de causa nihilista, un eterno antisocial; así se tiene que se casa con Renèe-Pelagie por simple interés económico, no sin antes haberse follada a otra noble, a quien infecta de sífilis y mantiene chantajeada, al parecer porque es a quien verdaderamente ama, es decir, un amor de posesión y dominio. Sigue en sus andanzas y desafueros y entre sus víctimas, buscadas en el lumpen popular, encuentra a la floretera Jeanne Testard, mujer que tiene que presenciar e imitar los requerimientos del Sade, como blasfemar del cristo y defecar en su figura. Para adentrarse en la tradición de la maldad como obra de la naturaleza, Gonzalo en boca de su personaje Marais, sentencia sobre Sade: -No se trata sólo de un arrebato infantil contra la religión, sino ante todo de la demostración perversa de un ser nacido para el mal-; dicha concepción pareciese echar por la borda aquello de Carlos Marx: La conciencia es producto del ser social; o la dogmática de un supuesto filósofo del derecho zuliano, quien- en sus tiempos de revolucionario de cartón- decía: El hombre no tiene naturaleza sino cultura. Tesis no del todo explicativa ante El mal y los malditos de la historia, título de un libro de un escritor argentino, quien narra con lujo de detalle el caso del destirpador de Milwauke, verdadero azote humano que después de matar a sus víctimas, cual carnicero las seccionaba, las colocaba en su congelador y luego se las comía con delicia. El maldito al ser sentenciado a muerte en la silla eléctrica, atisbo a decirle al jurado que cumplieran con prontitud la sentencia; pues, de salir de prisión, correría a ser lo mismo, que con su impulso de destructividad no podía. Tema para el debate éste más allá del problema clasista de nuestras sociedades. La dialéctica de la subjetividad humana es una caja de sorpresa.
Prosigue Sade dándole rienda a su deseo, la victima una mendiga berlinesa a quien contrata con la mentira de mucana para unos personajes de alta posición social. La pobre mujer acepta sin imaginar su destino de moretones, folladas con objetos, que casi le perforan el ano; me imagino que por eso lo tomaron como icono los surrealistas. Pero de dónde sale ser tan maléfico, el autor no da información sobre la infancia de este hombre; sólo la figura del Abad Sade, jesuita que lo forma en el mundo libertino, personaje que hace decir a Marais: -Nadie estuvo tan cerca de dios-; como ironía un cura licencioso, vicioso y dado a los embrollos y resolviendo entuertos, es a quien la Mme Montreuil, suegra de Sade, encomienda para que compre la no delación de la mendiga por mil duros, tarea que cumple con el mayor desparpajo.
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Relato de vida que nos muestra las bajezas de la nobleza, comenzado por el rey francés Luís xv, quien prefería dormitar en su alcoba oyendo los chismes de su entorno, que liderar políticas de estado. Se hace aleccionador el diálogo entre el monarca y la suegra de Sade, quienes sin escrúpulos pero con sutilezas, los personajes dan rienda suelta a su visión del mundo, el uno en cortejo de salón, hinchado de vanidad ante los halagos de palabra de una mujer, que sabe según Gonzalo Seducir, intimidar y corromper; en tanto el rey Siempre ha preferido las jovencitas, a quienes la belleza y la ambición vuelven más disponibles y vulnerables al poder y la experiencia. Ambiente inundado por el clero, duques y duquesas, esperando ser el favorito del rey, que se expresa en quien es invitado a sus recepciones de boato; mientras Francia se iría hundiendo con la Guerra de los Siete Años, cuando definitivamente es desplazada en su imperio por Inglaterra y España.
Seguir escudriñando esta novela nos impone por ética abordar los Escritos políticos-filosóficos de Sade. Debo confesar que esta pluma ha sido en lo personal una de las más aleccionadoras de mi vida; se explica porque el sadismo no ha sido más que un invento de la nobleza ayer y de la burguesía y pequeña burguesía hoy, junto al clero, para mantener a años luz los escritos de Sade. Cómo decir que un hombre de una pensamiento tan profundo sea meramente un pervertido sexual, sus prácticas de sexo en nada son comparadas por ejemplo con la lujuria de la muerte, del actor de la serie Kun Fu; quien muere practicando un ritual oriental de máximo placer, imitando la horca, pues se conoce que, por ironía, los ahorcadas fallecen con el pene en suma erección; o de los bien publicitados pederastas de la iglesia católica, el padre que preña reiteradamente a su hijo y el joven que viola y mata a una anciana; cinismo de una sociedad de la mentira comparar a este francés universal con pequeñas ratas. La execración es total, que teniendo un puesto bien ganado en las ciencias políticas y la filosofía, en ningún texto me atrevería a decir que aparece; eso sí, en los manuales de psiquiatría su puesto es el primero. Releo y subrayo el libro y se caen por la fuerza de sus argumentos mis ideas preconcebidas, cocinadas en la ideología de una sociedad ganada para la suma mentira, la hipocresía y el poder como coerción. Sade debería ser estudio obligado para crear ciudadanos sin el temor del placer, el encuentro con la naturaleza y del intelectual sin compromiso.
Pero a Sade el deseo sin freno no lo detiene; es más que un libertino, ni burgués ni aristócrata, un individuo ganado sólo para el deseo. En el transcurso de sus pericias no se le escapa su cuñada, la canonesa Anne de Launay, a quien seduce en su Castillo de Cosne y en la apartada Venecia. La beata Launay se convierte en obsesión amorosa para él; mas ello no impide que el hombre vuelva a sus andanzas, bien con la hija del sabio Mesny, la mujer del espía Goudnar y el repertorio que le contrata su esposa a su regreso al castillo. Se vuelve interesante el episodio del burdel Los Espejos de Edas, mabil ideado por la curia vaticana, haciendo imitación de los aquelarres de los últimos emperadores Césares; donde los maltratos y asesinatos, productos de las prácticas sexuales, serian metafísicos ante las ejecutados por Sade.
Creo que Gonzalo Suárez nos vende una novela fílmica, no se olvide que el hombre es cineasta, en que los desarrollos son movimientos, una especie de cientismo predomina en las acciones, con el objetivo expreso de darnos una sublimidad de las patologías del personaje. Da la impresión que Sade fuera un personaje enigmático, alejado, misterioso, sin rostro, en tanto Marais, el inspector, y Mme. de Montreuil, suegra de Sade, quienes junto al Abad Sade, son el trío de la ley, la nobleza y el clero, que persiguen al libertino en nombre de una tradición hipócrita; pues, Marais, detrás de su rigorismo investigativo policial, esconde su deseo no consumado por Mme. de Montreuil, ésta un amor solapado por el yerno y el cura, es la síntesis de la depravación: lujurioso, a ratos pensador y diplomático en función de su rango y origen social, quien sin recato rapta campesinas en los pueblos donde oficia, al punto de haber tratado de seducir a la sobrina, Anne de Launay. Personaje sin rostro es Carteron, el alcahuete participe de las prácticas sexuales, torturas y asesinatos de Sade; perro fiel, quien sigue a su amo sin escrúpulo, verdadero joya para el análisis siquiàtrico, quien no desvarido como su Marqués, acepta todas sus peticiones y las cumple como sirviente afectivo.
El título de Ciudadano Sade de la novela no es gratuito, la verdad que dicho adjetivo bien le cae al hombre, sólo hay que leer sus discusiones con el Abad Sade o el embajador católico francés en Italia, el Cardenal Bernis, o los argumentos contundentes con los sabios Bartehelemy Mesny y Alessandro Collini. Ahora se me antojan algunas preguntas a modo de conjeturas. ¿Se puede amar la naturaleza destruyéndola? Sade da ejemplos contundentes, que podrían hacernos inferir que ello es posible; mas sabemos que en el caso humano, aunque nos debemos a ella, ha creado un mundo cultural, que si bien coarta, también podría humanizar. ¿Se puede amar sin la comunión con el otro? Y no me refiero al caso de la esposa de Sade, quien en su debilidad como hembra, fue capaz de participar en su teatro sexual, por el sólo objetivo de tenerlo en el castillo durante la vejez; ¿Verdaderamente Sade estaba loco o era una manera de expresar su asco por quienes pensaba son miniatura ante su estatura libertaria?
La fuerza contra el débil es el arma del Marqués, Sade nunca traspasa los pisos del poder que están sobre él, ello lo demuestra en su encuentro con la Sarah, la irlandesa esposa de Ange Goudnar, el espía privado contratado por los Beamount, familia noble que piensa casar a su hijo con la canonesa; pues bien Sarah no le da respiro a Sade, éste no puede con su maestría sexual desviacionista, y después de unos primeros encuentros se retira en búsqueda de quien esté debajo de él para proseguir su lujuria de dolor, que para él es placer; como hacerse sodomizar por un perro mientras con su mano toma el pene de Carteron hasta que éste eyacula.
Desplante de una casta o clase en el poder, palabras como la de la presidenta, Mma. de Mountreuil, refiriéndose a las putas: -El único delito con ellas es no pagarles-. La expresión de Sade en boca de Gonzalo sobre los españoles, no es del todo falsa, cuando se refiere a la ciudad de Amberes: cuyos habitantes están llenos de supersticiones y beaterìas, que han conservado de sus antiguos amos españoles; realidad que muy bien se puede transplantar a la Hispanoamericana en su casi totalidad. Mas pienso que la sentencia de Lucattini, médico que guía por momentos a Sade en Roma, nos pinta en metáforas como la belleza nívea, la pulcritud cual especie celestial de todo poder, es adyeciòn que se expresa en: El espejo de Edas es sólo un vulgar prostíbulo de lujo, y nadie debiera olvidar las desmesuradas dosis de vulgaridad que el lujo encierra. El sello de la distinción que el misterio proporciona sólo aumenta la sordidez.
Los obsesiones sexuales llevadas a la practica por Sade en prisión, se vuelven sideral; como esa de haberse masturbado más de seis mil veces en un período de dos años y tres meses, con todo tipo de objeto, mandado a fabricar por intermedio de su esposa; quien consumida por el pecado, opta por el recogimiento en un convento y su alejamiento del escritor; quien logra en su vejez consuelo en la actriz Constante a su salida de la Bastilla y su internado en el manicomio hasta su muerte. Lograda su libertad con la toma de la famosa prisión, Sade entra con su teatro y palabra en las fauces de la revolución, poco a poco logra notoriedad; otea que la gesta contra la sociedad feudal regentada por el clero y la monarquía, finalizará en una réplica con variante de un poder institucionalizado, que coaccionará el placer en nombre de delirio de los gobernantes. El incorruptible de Robespierre lo oye con recelo durante su oratoria; para probarlo le coloca de censor, especie de verdugo sin guillotina, hasta que finalmente lo devuelven a prisión so pretexto de traición a la república. Durante su coqueteo con la revolución debió negar la autoría de algunas de sus obras, apela entonces por escribir obras que exalten la emancipación francesa de la monarquía y el clero; se le oye, se aplaude sus obras, aunque algunos con recelo por su origen noble. Será Napoleón, el corso, quien definitivamente le confina por siempre en el siquiàtrico:- Que el señor Sade sea aislado en su calabozo hasta su muerte. Se le prohibirá el empleo de lápices, tinta, plumas y papel. Que sus escritos sean requisados y destruidos, y el teatro clausurado y desmantelado-. El Emperador francés toma venganza por una novelita, donde se delata la vida libertina de su amante Josefina; que dicen es autoría de Sade. Así este novelista, hombre de teatro, filósofo, naturalista sui generis y politólogo, vive toda una época que comienza con Luís XV, Luís XVI, sigue Napoleón y finaliza con Luís XVIII.
La perversidad humana ha tratado de escenificarse en el Marqués de Sade; sin avalar la concepción naturalista de ésta como tampoco asumiendo del todo la concepción culturalista; lo real concreto es que los hombres somos los únicos que matamos con razonamiento. Un Marqués dado a la vida de letrado, sin conocer el trabajo sino la hidalguía, formado en gran medida por un Abad jesuita más perverso que él; mundo imaginado por Sade El espejo de Edas, síntesis del deleite sexual como sinónimo de necrofilia, lo lleva a decir No existe mal alguno en seguir los impulsos que nos dominan; ¡basta de bárbaros prejuicios! No hay más ley que la del deseo, ni más moral que la de la naturaleza. Pienso que Sade nos hace reflexionar sobre el tema de la alineación, en lo particular desde hace rato pienso que la misma no se puede explicar sólo desde la categoría económica, se debe admitir que la misma supera hasta lo antropológico, sin que ello signifique avalar ningún enfoque metafísico
Muere Sade un Viernes dos de diciembre de 1814 a la edad de 74 años y retumban sus últimas palabras en boca del novelista: _Me ponen por primera vez un braguero-. Novela sin duda bien trabajada aunque pudo ahondar más en la perversidad del personaje, adentrarse en su infancia, penetrar más en su vida de prisión, descorrer el velo del Espejo de Edas, entrar en el alma en apariencia inflexible de la suegra, en si, destruir la venta hipócrita de un Sade y demostrar, que más que un libertino sin recato alguno, fue un libertario con profundidad en muchas facetas de su vida. En todo caso, Gonzalo Suárez nos demuestra que lo hace bien en el cine como en la novela.
Fuente:
Suárez, Gonzalo. Ciudadano Sade. 5ta. edición. Editorial Debate, S.A. Colección de Bolsillo No 243/9. Barcelona, España: 2001.
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