Gisseline Amiuny, una artista de la noche a la mañana
Por Andrés Madriz
@AIMadriz
Cuando Gisseline Amiuny construyó su primera obra, que muestra unas flores delicadamente recortadas a ambos lados de una larga placa de plexiglás blanco, no pensó que para el año 2016 estaría exponiendo en una de las galerías de arte constructivista más importantes del mundo: la galería Denise René, en París, Francia.
Ella no pensó, cuando apenas inició su investigación sobre la geometría y el cinetismo, que sería apoyada y representada por una de las galeristas más importantes de Venezuela: Magdalena Arria. Tampoco pensó que vendería siete obras en su primera Feria Iberoamericana de Arte (FIA) en Caracas, o que vendería algo en su primera Feria de Arte Internacional de Bogotá (Artbo), en Colombia. Menos se imaginó que le iría bien en ArtLima, en Perú; ni que viajaría hasta El Salvador para hacer otra exposición. Definitivamente no se le ocurrió que sería la única latinoamericana seleccionada entre 240 artistas de todo el mundo por el jurado de The Museum of Geometric and MADI Art en Dallas, EE.UU., bajo el marco de una Bienal de arte llamada Origins in Geometry, y que luego terminaría donando la obra galardonada.
Nada de esto lo vio venir Amiuny. Ella solo quería decorar una pared de su casa, y ahora la invitan a decorar los espacios del mundo entero.
La vida en el satélite
Gisseline Marie Amiuny Dunn nació el 17 de septiembre de 1963, en Caracas, en el seno de una familia trabajadora de clase media. Su padre, Rafael Abelardo Amiuny Odreman, era contador; y su madre, Katherine Mary Dunn, ama de casa. Ella es la segunda mayor de cinco hermanas y fue una niña consentida por su familia.
Vivió toda su infancia y adolescencia en la casa de sus padres en la que era la Ciudad Satélite de Caracas de La Trinidad, cuando aún no existían edificios ni túneles que la conectaran con la autopista. Allí, entre grandes quintas, solía jugar en la calle. Las rampas de las casas eran para ganar velocidad sobre los patines, y las calles vacías eran para caminar junto con sus hermanas y primos, que solían ir de visita.
Su padre fue un hombre multifacético que marcó su vida. Era contador, pero pintaba en sus momentos de ocio, y también le encantaba viajar y hacer actividades al aire libre. Solo faltaba que dijera: “Vamos a pescar”, y se largaban ella con sus hermanas y primos a la playa de La Guaira, a capturar peces en la noche, que, según recuerda, es cuando mejor se pesca. Otro momento que tampoco olvida es cuando su padre sacaba su caballete y se dedicaba a crear con pintura al óleo paisajes y bocetos de aquella vieja Caracas. Siempre disfrutó verlo crear.
En su adolescencia fue una chica de mucho juicio. Sacaba 17 y 18 puntos, y nunca se saltó una clase. No le gustaban las materias humanísticas como la Filosofía y la Historia, pero amó el Castellano y era buena con los números. Su disciplina y dedicación para los estudios siempre le ganó la congratulación de sus padres. Estudió en el Liceo Nuestra Señora del Rosario, ubicado en La Trinidad, que para esa época era llevado por curas y monjas muy estrictos. Recuerda que para lograr graduarse era necesario tener un buen comportamiento a lo largo de todo el bachillerato, y, solo ella, de las cinco hermanas, logró mantener esa postura hasta lograrlo.
Pero eso no fue lo más significativo para ella en esa época. Cuando tenía 15 años y estudiaba tercer año de bachillerato, conoció a un joven bachiller que apenas acababa de egresar de su mismo colegio. Se llamaba Víctor Ottati, y desde aquel momento, fueron inseparables.
Cuando llegó la hora de elegir una carrera universitaria, no lo dudó. Siempre le habían llamado la atención las manualidades y la emoción de la creación, así que escogió Arquitectura. Se inscribió en la Universidad Antonio José de Sucre, en La Urbina, y se dedicó de lleno a la construcción de maquetas. Su padre la felicitó por su decisión y siempre se sintió orgulloso de sus creaciones.
Sin embargo, no duró mucho en la carrera. Las largas noches de creación y estudio empezaron a no ser adecuadas para el estilo de vida que ella quería. Sin poder trabajar, le era imposible contribuir con los gastos de sus padres. Entonces se cambió a Administración y empezó a trabajar, de esta manera podía ayudar en la casa. Por otro lado, su novio Víctor estudió Ingeniería Civil en el Instituto Universitario Politécnico de las Fuerzas Armadas Nacionales (Iupfan). Para ese momento, ya tenían varios años juntos y, tras graduarse de sus respectivas carreras, se casaron.
La llegada a la madre tierra
Gisseline y Víctor tuvieron dos hijos: Víctor, llamado igual que su padre, y Valerie. Mientras Víctor (su esposo) se dedicó a trabajar, Amiuny fue ama de casa. Víctor se empleó con la agencia publicitaria más grande de Venezuela para ese momento: Vepaco, especialistas en vallas. Junto a esa compañía, él fue testigo de los pioneros en el país de la impresión con máquinas de material publicitario de gran escala. Y, con su trabajo, logró convertirse en el vicepresidente de la compañía. En aquellos años aplicó todo el ingenio de su profesión en el arte de hacer y montar vallas, hasta el punto que colocó la más grande valla de Latinoamérica con luz LED en Caracas. Esto lo involucró de primera mano con la industria de la comunicación y, simultáneamente, con el mundo de la tecnología.
Por su lado Amiuny aplicó sus esfuerzos en la crianza de sus dos hijos. Fue una madre abnegada que se dedicó a tejer el fino hilo del sostén familiar. No apartó su atención de la educación de sus hijos, siempre los impulsó a ser disciplinados y exitosos en sus estudios. Festejó sus premios, lloró sus fracasos, y se mantuvo a su lado a medida que crecían y maduraban. Se encargó de la decoración y mantenimiento de su hogar, labores que todavía hoy realiza. Su personalidad creativa halló una manera de construir algo y, de ese modo, drenar mucha de la energía que recibía todos los días de la ciudad.
Un despegue inesperado
Y así transcurrió el tiempo. Su esposo Víctor dejó de trabajar para Vepaco y adquirió una máquina CNC para cortes con láser, que se usa para finos acabados de cualquier tipo de materiales. Mientras, ella seguía ejerciendo su rol de madre.
Entonces, un día, cuando Víctor hijo y Valerie eran aún estudiantes de bachillerato, Amiuny quiso decorar una pared de su apartamento con arte. Teniendo el ojo fino de la arquitectura, su ambición le pedía una pieza de arte que sus ahorros no podían costear. Entonces, intentó de todo: cambió la decoración de la casa, colocó diferentes piezas que pudieran colmar el vacío de aquella pared, e improvisó soluciones para equilibrar el espacio del hogar. Pero fue imposible. Ese espacio seguía sin llenarse de algo que ella sabía podía ser mejor. Fue en ese momento cuando, sabiéndose en la necesidad de crear o conformarse, se atrevió a pedirle algo a su esposo:
—Mira —le dijo a Víctor— ¿Puedo cortar algo en la máquina?
—Esa máquina es muy costosa —respondió su esposo, con delicadeza— así que no puedes jugar con ella.
—Bueno, lo que pasa —agregó Gisseline— es que estoy diseñando algo para ponerlo en esa pared —terminó por decir, mientras miraba el muro vacío.
Víctor era el único que, para ese momento, conocía el funcionamiento de la máquina. Su participación era necesaria para que su esposa pudiera lograr su objetivo. Sus hijos, en vista de la duda de su padre ante la petición, lo estimularon a atreverse: “Complace a nuestra madre para que vean cómo queda y, si les gusta, hacen las otras dos”.
La pieza final era un tríptico. Consistió en dos placas de plexiglás de color negro y una de color blanco intercaladas, todas con el mismo diseño: flores muy suavemente cortadas, colocadas en ambos extremos de cada una de las placas. La pieza final era —y sigue siendo— elegante, orgánica y moderna. Y fue un éxito. Familiares, amigos y visitantes gustaron de la obra, y Amiuny finalmente pudo decorar esa pared de su casa. A partir de ese experimento, empezó su diálogo con el arte, el cual continúa hasta el día de hoy.
Diez años después, Amiuny es la orgullosa madre de dos egresados de la universidad: Víctor es ingeniero de sistemas de la Universidad Nueva Esparta (UNE), y Valerie es odontóloga de la Universidad Santa María (USM). Víctor (su esposo) es, hoy en día, lo que él mismo llama su “respaldo”: sigue asistiéndola con los cortes de los materiales, que ahora son de uso artístico, y continúa su trayecto por el mundo de la tecnología y la innovación en cuanto a iluminación. Con sus conocimientos de ingeniería, él se encarga de que la obra sea materialmente sostenible en el tiempo.
Amiuny, por su lado, es la creadora. Desde su primera obra —expuesta solo en su casa— llamada Primavera en París, ha hecho ya más de 200. Pasó del experimento con lo figurativo al uso de la geometría y el cinetismo en sus piezas de pared. Luego tomó los círculos y los óvalos, y los colocó en tres dimensiones, con la invención de las llamadas “cajas”, las cuales generan un efecto de tridimensionalidad, mediante la repetición de cortes geométricos en varias piezas de plexiglás que se colocan una frente a otra. A esta pieza le añadieron luz, y dado que el plexiglás es transparente, la obra entera se coloreó. Con eso Gisseline ha postulado una de sus premisas como artista plástico: “Mi color es la luz”. Y también alcanzó el éxito comercial.
El largo camino del reconocimiento
Su obra ha sido recibida en Le Grand Palais des Beaux Arts (El Gran Palacio de las Bellas Artes) en París, Francia, junto a las obras de más de 2.000 artistas en simultáneo. Este próximo año cumple cinco años de presentación ininterrumpida en ese lugar, en un evento llamado Salon Comparaisons, que tiene como intención integrar las obras de muchísimos artistas en un solo lugar. Con diferentes lenguajes plásticos, estos generan una exposición diversa y llena de diversas texturas e ideas que se contrastan las unas con otras.
Amiuny ya forma parte del Grupo Constructivista, el cual, según se puede leer en su descripción de la página web, “es un grupo que engloba una diversidad de tendencias en las que predomina la creación geométrica: arte Madi, constructivismo, concretismo, minimalismo, arte óptico y cinetismo”.
La última generación de sus piezas está expuesta, actualmente, en una individual en la galería Graphic Art, en Las Mercedes, en Caracas. Se titula: Esculturas suspendidas, luz y color, y presentan una nueva forma de apreciar su investigación geométrico-cinética.
Sin embargo, pese a todo el reconocimiento, Amiuny todavía se siente como una artista pequeña. Y lo cierto es que ella misma se da cuenta de que su creatividad pareciera haber ocurrido de la noche a la mañana. Pero el trecho desde aquel tríptico en la pared, hasta las esculturas suspendidas de Graphic Art, no ha sido sencillo. Junto a su esposo, repartió discos compactos en varias galerías de Caracas, cuando apenas inició; presentó sus piezas en tiendas de artesanía y aceptó los consejos de varios galeristas que no supieron apreciar su trabajo.
Fue Magdalena Arria, dueña de Graphic Art —una galería de vanguardia constructivista, con más de 40 años de trayectoria en Venezuela— quien la tomó bajo su resguardo y la motivó a seguir haciendo lo que hacía. Arria ha venido apoyando a artistas geométricos, cinéticos, constructivistas y de arte óptico desde sus inicios, cuando trabajó con Carlos Cruz-Diez. Es por eso que, usualmente, los artistas que manejan este tipo de propuesta se dirigen hacia su galería para pedir consejo. Y en el caso de Gisseline, no fue distinto.
Pese a su inmensa experiencia, Arria afirma que no interrumpe el proceso creativo de sus artistas. Ella solo aclara cuál es la tendencia de su galería y, después, les da la libertad de crear. De este mismo modo, Amiuny ha sido autodidacta en su proceso como creadora. Según la galerista, “la obra de Gisseline no está contaminada por ideas que no son de ella, y eso la hace original”. En otras palabras, Amiuny es considerada una “artista pura”, que concibió su propuesta creativa desde la espontaneidad y el ingenio.
Ante la impresión que puede causar que alguien reciba reconocimiento artístico internacional luego de apenas diez años de investigación plástica, vale la pena decir que es innegable que Amiuny ha desarrollado su propio lenguaje. Esto es tan importante como haberlo logrado después de décadas de meditación.
Arria considera que no se puede obligar a los artistas de hoy a estudiar toda la historia de las Bellas Artes, cuando tienen herramientas tan poderosas como los buscadores en Internet “que te dicen exactamente lo que buscas”. “Los artistas deben ir con su época”, afirma serenamente, y la obra de Amiuny ciertamente lo hace. Lo demás, solo el tiempo lo dirá.
*Este es uno de los mejores trabajos presentados en la cátedra de Narrativas periodísticas híbridas de la concentración Periodismo por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social, de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).