Gabriel García Márquez: «Yo no creo en Dios, pero le tengo miedo”
El “Gabo” hubiera llegado este 6 de marzo a los 93 años contando mariposas amarillas
El popular ‘Gabo’, un malabarista de la narración, Premio Nobel de Literatura en 1982 y creador de una joya literaria: “Cien años de soledad”. Ese fue Gabriel García Márquez, quien estaría cumpliendo 92 años este 6 de marzo, de no ser porque el 17 de abril de 2014 partió de esta Tierra para ir a otro plano. Nadie sabe bien a dónde, pero lo que sí se sabe es que en vida, el escritor colombiano dijo, entre bromas y verdades, “yo no creo en Dios, pero le tengo miedo”.
Quizá sería por eso que en su pluma se hace referencia a varios pasajes bíblicos, concretamente en la obra “Cien años de soledad”. Varios analistas críticos –entre los que puede mencionarse a Ricardo Gullón, Mario Vargas Llosa, Germán Darío Carrillo, Juan Manuel García Ramos y Benjamín Torres Caballero– han insistido en que la Biblia ejerce una influencia importante en esta novela.
De hecho, el comienzo del libro parece una inspiración del mismo Génesis: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, simbología de la Creación.
El doctor Carlos Augusto Rodríguez Garcés, en el portal “¿Qué sabes sobre el pesebre?”, afirma que, incluso, los hijos de Adán y Eva están presentes en la historia: “Caín y Abel se perciben en la muerte de Prudencio Aguilar a manos de Mauricio. Todos llevan una marca en la frente a manera de la Tau, distintivo de protección de Caín. Los diecisiete hijos del coronel Aureliano Buendía llevaron cruces de ceniza en la frente, pues todos serían fusilados menos uno. Después de matar a Prudencio Aguilar al atravesar la garganta de una lanzada, José Arcadio Buendía no lograba tranquilizar su conciencia”. Su esposa Úrsula, al ver su sufrimiento, lo convence para que se vayan del pueblo.
El crítico español Ricardo Gullón tiene otra posición respecto a este pasaje de la novela: según explica, tiene ver con la escapada de Moisés al desierto tras haber dado muerte al egipcio y la posterior salida del pueblo hebreo. Para quienes han leído la obra, es importante recordar lo que escribe García Márquez tras las palabras de Úrsula: “Varios amigos de José Arcadio Buendía, jóvenes como él, embullados con la aventura, desmantelaron sus casas y cargaron con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prometido”.
La llegada de los peregrinos a su punto de destino parece calcada del capítulo 34 de Deuteronomio: “Una mañana, después de casi dos años de travesía, fueron los primeros mortales que vieron la vertiente occidental de la sierra. Desde la cumbre nublada contemplaron la inmensa llanura acuática de la ciénaga grande, explayada hasta el otro lado del mundo”.
Hasta las plagas de Egipto tienen lugar en el texto del ‘Gabo’, y es que en Macondo se padecen los siguientes males: plaga del insomnio, plaga de las guerras civiles, plaga del olvido, plaga de la solapada invasión norteamericana, plaga del banano, entre otras. Según Gullón, “la variante introducida por García Márquez no afecta a la sustancia, sino a la extensión de la condena. En la Biblia sólo son castigados los dominadores; en Macondo también los sometidos, los contagiados”.
Por otra parte, en “Cien años de soledad” se habla de un diluvio que azota a Macondo, el cual acaba con el ganado que Petra Cotes le dio a su familia y, como anunció la misma Úrsula, ella muere y el pueblo queda desolado.
Como estas, hay muchas referencias a las Sagradas Escrituras en la obra que convirtió a García Márquez en Nobel de Literatura. Lo interesantes es que, contrario a lo que dijo en una entrevista (“Yo no creo en Dios, pero lo tengo miedo”), en el tercer capítulo de su novela deja algo claro a sus lectores: “Macondo, Dios existe”.