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Francis Bacon y la Soledad desollada

(%=Image(7398130,»C»)%) Los cuadros de Bacon (1909-1992), guardaban puntos de contacto con el matadero. En sus figuras desnudas encontramos los rastros de un desastre interior que desgarra el cuerpo; son figuras que protagonizaban en el lienzo una carnicería con resonancias de tragedia a lo Dante. Cuerpos despojados de toda belleza y mutilados de toda forma hasta ser simples masas sanguinolentas. La apreciación de Francisco Umbral es exacta: “Bacon no pinta carne ni pescado sino una raza de boxeadores que él ha visto o soñado en algún sitio, que algo tiene que ver con su vida nocturna, con su arte interior del que nunca quiso salir. El dublinés presenta una primera superficie que puede parecer picassiana, pero en seguida vemos que Bacon es un pintor de la noche y Picasso un pintor del día.”
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La pintura de Bacon abrió heridas en la belleza, horadó el sentido iconográfico del cuerpo para someterlo a una pesadilla pictórica sin parangón en la pintura de occidente. Supo como ningún otro pintor retratar la soledad de seres masacrados por la vida que tratan de lavar sus pecados en sucios y desolados lavabos; seres alumbrados por un sol degollado y concentrado en una anémica bombilla la cual ilumina, de malas maneras, estancias huidizas.

Sus retratos de Papas tienen también tienen algo de sacrílego. Poseen un halo místico alrevés. Hay una santidad monstruosa y que vaticina lo peor que hay en el espíritu. Bacon no fue un pintor decorativo aunque su primera profesión fue la decoración interior. Tampoco fue un pintor-vedette aunque su homosexualismo pudo haberle servido para convertirse en un cazador furtivo de efebos en galerías y museos. Lo suyo era el lado oscuro, lo bituminoso. Más bien fue un pintor goyesco, un pintor de la noche con sus aquelarres y sus metamorfosis. En este autorretrato observamos la limpidez del trazo y sus dotes como dibujante. Hay otros autorretratos degradados y sanguinolentos, pero en este autorretrato está un gran pintor, un genio que supo captar la tragicomedia del hombre actual que convierte un sucio y desértico retrete en un habitad donde la tragedia discurre como un cuerpo que se licua en la bituminosa soledad.

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Su pintura estuvo en sintonía con su pensamiento y no por azar expresó en cierta oportunidad: “Entre el nacimiento y la muerte siempre ha existido lo mismo, la violencia de la vida”. Uno de sus amantes, y que también le sirvió de modelo, George Dyer moriría en un lavabo en París a causa de una irracional ingestión de pastillas y alcohol. La violencia de la vida parecía envolverlo a cada paso y no fue por azar que luego pintara esas metáforas dolorosas que hoy admiramos. Bacon desolló la soledad con inigualable genio. Su pintura violenta fue apenas un esbozo que vaticinaba de algún modo esta violencia que hoy por hoy parece corroernos y que a veces nos convierten en desérticos boxeadores que han perdido todas sus peleas.

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