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Entrevista a Jacqueline Goldberg

(%=Image(6662006,»L»)%) No ha parado de escribir. El año pasado reunió toda su obra poética y la editó en Verbos predadores (Universidad Simón Bolívar). Por estos días pone todo su empeño en un libro de narrativa y en el tintero, asegura, tiene otros dos inéditos de poesía. Pero no por ello Jacqueline Goldberg, poeta y periodista venezolana, vive en una burbuja de versos que la mantiene sumergida en la irrealidad.

No. Desde el cristal de sus anteojos de pasta, Goldberg no ha parado de observar el quehacer cultural del país, que ella intenta digerir a diario sin que le quede mal sabor en la boca. Sólo que la medida impuesta por el Ministerio del Poder Popular para las Industrias Ligeras y el Comercio (Milco) para restringir la importación de libros; la declaración de las instituciones culturales como entes socialistas; y hasta los festivales mundiales de poesía, no parecen ser platillos exquisitos, así que ella termina procesándolos con su verbo ácido y profundo.

-¿Cuál es el panorama que se vislumbra de seguir las restricciones o condicionamientos que se están haciendo a las importaciones de libros?

-Ya dijo una vez Antonio Muñoz Molina que la lectura es el único acto soberano que nos queda. Y hasta eso pretenden quitarnos al reprimir la importación de ciertos libros. El asunto arancelario se tornará carcelario. Pero siempre nos quedarán opciones y resistencias, como la relectura, Internet, los amigos que viven en el exterior. Los libros, nuevos o viejos, serán siempre un arma del pensamiento y contra eso no puede un gobierno.

-¿Qué opina de los poetas cercanos al gobierno?

– Muchos poetas que respaldan al gobierno lucen apoltronados, despreocupados. Dan la impresión de haber tenido una iluminación que los hace olvidar incluso la tradición poética de la que provienen. Frente a sus aparentes certezas lo que surgen en mi son infinitas preguntas.

-¿Como cuáles?

-Me pregunto, por ejemplo, qué hace tan complacientes y mudos a quienes admiten los desvaríos de un gobierno. Me pregunto por qué se rinden a la seducción del poder, qué adjetivos descubren secundando la barbaridad. Y no creo que se trate de que estén robando en cargos públicos, teniendo más calidad de vida o escribiendo en mejores condiciones. Intuyo que ni siquiera están viendo el mismo país que puede estar viendo el gobierno.

-¿Cómo entra aquí el tema de la conciencia social?

-Es que también me pregunto dónde queda la conciencia social luego de consentir la mediocridad, el asesinato, la corrupción, la violencia, la xenofobia, el antisemitismo. ¿En qué creen cuando se jactan de corresponder a los manejos culturales de un ministerio? ¿Dónde están la poesía y los libros que escriben como adalides de una revolución? ¿Dónde está su aporte a la educación, a la cultura? No lo veo. La mayor parte de los libros de poesía que editan las instituciones gobierneras, se publicarían en cualquier lugar y tiempo. Es una escritura como tantas, que no refleja la realidad, la revolución ni al hombre nuevo que tanto defienden.

-¿Siente que su propia poesía es social?

-Toda poesía es social. Mientras la poesía sea creatura humana, será indefectiblemente social, espejo de un individuo que es parte de un colectivo. Y eso lo entienden muy bien incluso los poetas adscritos a las instituciones y a los eventos del gobierno. Tanto es así que siguen escribiendo sobre sus cuitas como seres humanos. No escriben odas a Chávez, poemas a las FARC, sonetos a las bellas cárceles venezolanas. Yo quisiera leer los libros surgidos de sus renovadas ideas socialistas para decir sí, tienen razón. Pero no existen y no existirán.

-¿Qué opina de eventos como el Festival Mundial de Poesía?

-Son lo contrario al espíritu de la poesía. Yo recibí una carta de invitación al Festival de este año y pasé días con ella entre las manos. Me pregunté por qué no ir y decir lo mío, por qué seguir cediendo espacios que son de todos. Y con rotunda tristeza concluí que no puedo participar en el evento de un gobierno que atenta contra la libertad de la palabra, que ha destruido las instituciones culturales, que ataca a periodistas, que cada día me hace la vida más difícil.

-¿Cómo interpreta, como creadora, la ley de inteligencia y cómo le afectaría?

-Es absurda, totalitarista, humillante. Me pregunto de nuevo, ¿eso que llaman «inteligencia civil» interpretará versos, nos acusará por referirnos en un poema a un país tenebroso? Sin duda se trata del afianzamiento de la dictadura maquillada que ya venimos viviendo. Me produce asco pensar que deberemos aprender a ser paranoicos.

-¿Entre los escritores hablan estos temas? ¿Qué dicen y a qué conclusiones llegan?

-Hablamos, conversamos todo el tiempo, nos entristecemos juntos. Pensamos que la historia tendrá el epitafio adecuado para todo esto. Sólo con el tiempo se verá qué razones imperan, qué libros quedan, qué nombres pasan del ratico.

-¿Qué soluciones o salidas se pueden proponer, más allá del reclamo que se le hace al Estado?

-La escritura, la constancia frente a la palabra es lo único que nos puede defender y salvar. Y será lo único que a la larga diga qué tan importante fue adherirse o adversar a un gobierno. Lo único que debe seguir haciendo un escritor es escribir, aún en medio de las crisis, el horror, las guerras, el odio. Escribir lo que dicte el alma. Porque cuando todo esto acabe, porque todo tiene su final, como dice la canción, el destino no debe encontrarnos con la hoja en blanco.

-Alguna vez usted editó con Monte Ávila. ¿Hay ofertas para volver a ese sello?

-Mi libro Una señora con sombrero entró en 1992 en Monte Ávila Editores, cuando el presidente Hugo Chávez estaba preso y Farruco Sesto se dedicaba a la arquitectura y ni soñaban con comandar y destruir el país y sus instituciones culturales. Así que no me avergüenza que ese libro esté allí y se siga vendiendo, lleva unas cuatro reimpresiones más las que no me anuncian y sé que se han hecho. De vez en cuando cobro 200 bolívares y no me da caspa hacerlo, porque ese libro tiene su historia, se lee en los colegios mucho antes de todo este desastre. Ahora, publicar un libro inédito en la otrora Monte Ávila, no lo haría. En este momento no hay tintas medias, no se pueden criticar las políticas culturales y arrastrarse ante una editorial para alimentar el ego, como sí lo han hecho algunos poquísimos escritores que se jactan de ser de oposición y hasta presiden sociedades internacionales de escritores que abogan por «la tolerancia mutua entre los escritores» y que en otros países luchan enérgicamente «contra la censura política».

-¿Dónde quedan las editoriales alternativas?

-Las editoriales alternativas ya no son tan alternativas, las que quedan carecen de presupuesto. Muchas veces es el propio escritor el que debe pagar su libro y eso ahora se ha puesto muy difícil. No nos alcanza ni para la fulana cesta básica, menos para imprimir. Poco a poco las empresas privadas están entendiendo que parte de su labor social puede abarcar la literatura. Pero hay mucho camino que recorrer aún. Todos tenemos libros engavetados, sobre todo de poesía, porque la narrativa es más comercial, hay editoriales apostando fuertemente a ella y muchos más lectores. Yo misma soy una ávida lectora de narrativa nacional y foránea.

-¿Qué escribe actualmente?

-Básicamente, tengo un libro en proceso y empollo dos inéditos de poesía, pues no se dónde publicarlos y no quiero hacerlo yo misma. Andan dando vueltas por los dificilísimos vericuetos de editoriales españolas. Por ahora no tengo prisas, la publicación el año pasado de Verbos predadores (Universidad Simón Bolívar), que reúne todo mi trabajo poético calmará mis sagitarianas ansias de publicar por algunos años… espero.

-¿Qué puede decir de la muerte del poeta Eugenio Montejo?

-Ha sido devastadora e imperdonable la premura de este adiós. Aún no puedo creer que haya ocurrido. Se apagó una de las grandes voces de nuestra poesía, pero sobre todo se extravió la presencia cálida, la sonrisa puntual, la solidaridad de un poeta imprescindible.

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