El venezolano que le dijo “adiós” a la vida en la masacre de Orlando
Sí, las cifras son importantes. Por medio de ellas se mide el impacto de una desgracia; en este caso, de una masacre. 50 fallecidos y 53 heridos fue lo reseñado por los medios este domingo al mencionar la tragedia que ocurrió en Orlando (Florida, Estados Unidos). Pero, ¿hasta qué punto una cifra es lo único que vale? La verdad es que hay números que, sencillamente, pueden no decir nada.
Simón Adrián Carrillo tenía 31 años y era venezolano; de Cabudare, estado Lara, para ser más específicos. Hace ocho años se fue a Estados Unidos en busca del sueño americano y ahora forma parte de una cifra: 50. Pero más que media centena, se trata de una vida que dijo “adiós” por causa de la intolerancia.
Qué irónica es la vida. El mismo joven que hace meses subió una foto en su perfil de Facebook solidarizándose con las víctimas del ataque terrorista en Francia, ahora integra la lista de fallecidos de otro atentado.
“Él tenía un futuro promisorio, y cuando vio lo que se avecinaba en Venezuela, optó por una mejor vida”, dijo a Analítica una hermana que prefirió permanecer en el anonimato. Se refirió a él como “un muchacho sano, trabajador y súper dedicado a lo suyo. Ya había comprado su casa y su carro. Se fue por algo mejor y lo encontró, porque llegó a ser gerente en una franquicia de McDonalds”.
Pero sus sueños terminaron este fin de semana, cuando se encontraba en el club de ambiente Pulse, en compañía de su pareja –Oscar Aracena, dominicano–. A las 2:00 am ingresó al local Omar Mateen, un terrorista que se llevó la vida de todo aquel que no pudo huir, incluyendo a Simón y Oscar. Y fue así como integraron el frío número: 50.
Simón tenía cuatro hermanos –dos de ellos por parte de papá– y vivía en Sunrise con su madre –Digna Fernández– y una hermana –Aileen Carrillo–. “Hablábamos con él de vez en cuando. Teníamos una buena relación, pero él tenía su mundo. No sé si fue por eso –su condición sexual– que era un poco distante con nosotros”, comentó la pariente.
Sin embargo, en lo que se supo de una masacre en la metrópoli floridana, la familia comenzó a llamar desesperadamente a Simón, pero no hubo respuesta. “Pasamos todo el día angustiados, porque no sabíamos nada. Hasta que esta mañana, la policía tocó la puerta de su casa y dio la triste noticia: falleció”.
No es un simple número –50– lo que resume la tragedia de este domingo. Se trata da 50 individuos que eran hijos, hermanos, amigos, tíos, sobrinos, padres; se trata de 50 individuos que tenían sueños por cumplir; se trata de 50 individuos que, como Simón, se despidieron de esta vida de forma escabrosa, gracias al radicalismo de una persona.