El cielo rojizo de «El grito» de Munch no es solo expresionista
El cielo sangriento de «El grito» del pintor noruego Edvard Munch no es solo símbolo de angustia vital, sino que refleja de forma realista unas raras nubes que aparecen a gran altura en el norte de Europa.
Esta es la teoría presentada este lunes en Viena por un equipo de científicos noruegos -en la mayor reunión anual sobre geociencia en Europa- para explicar el rojo intenso del cielo de la famosa pintura convertida en un icono del expresionismo y con cuatro versiones pintadas por Munch entre 1893 y 1910, además de una litografía.
En el cuadro una figura humana grita en mitad de una senda con una barandilla bajo un ondulante cielo rojizo sobre el fiordo de Oslo. Toda la escena transmite una sensación de angustia y desesperación.
Pero ese cielo amenazante no era una elaboración simbólica, sino que el artista habría reflejado las conocidas como «nubes de nácar», que aparecen en la estratosfera en latitudes septentrionales durante el invierno, a unos 20 o 30 kilómetros de la tierra.
Los expertos argumentan, tras haber revisado los diarios de Munch (1863-1944) y los fenómenos meteorológicos en esa época en Christiania (el nombre hasta 1925 de la actual Oslo), que es «altamente probable» que el artista se inspirase en este fenómeno para pintar su cuadro.
Al igual que en el cielo de «El grito», estas nubes tienen una estructura ondulante de un intenso color rojo y dorado, y fueron por primera vez descritas pocos años antes de que Munch terminase su primera versión -y la más famosa- del cuadro en 1893.
A diferencia de las nubes convencionales, las nacaradas aparecen en la estratosfera, donde hay unas condiciones físicas que les dan su intenso color rojo y dorado antes del anochecer o al amanecer.
Helene Muri, de la Universidad de Oslo, encargada de presentar el estudio en Viena, recordó en una rueda de prensa que el propio Munch describió en una entrada de su diario un cielo que le produjo una gran impresión.
«Estaba caminando por el sendero con dos amigos -el sol se estaba poniendo- y sentí un soplo de melancolía», escribió Munch el 22 de enero de 1892.
«De repente, el cielo se volvió rojo sangre; me detuve y me apoyé en la barandilla mortalmente cansado. Sobre el fiordo azul oscuro y la ciudad pendían unas nubes llameantes como la sangre. Mis amigos siguieron caminando, y yo me quedé allí temblando de ansiedad y sentí un grito grande, infinito, a través de la naturaleza», escribió el artista.
El fenómeno de las «nubes nacaradas» se produce de forma muy irregular y espaciada, la última vez en Oslo fue poco antes de la Navidad de 2014, lo que inspiró a los científicos para emprender este estudio.
«He vivido en Oslo 25 años y solo lo he visto una vez», explicó Muri, aunque está documentado que este fenómeno se registró en la capital noruega en varios momentos entre 1870 y finales de ese siglo.
«Creemos que hay un aspecto realista en el cuadro, más allá de interpretaciones psicológicas», indicó a Efe Muri, que recuerda que en esa zona de Oslo había en esa época una institución psiquiátrica y que el nombre de «El grito» pudo inspirarse en los lamentos de los internos.
Hasta ahora la explicación científica para el cielo rojizo de la obra era la de unos investigadores estadounidenses, que sostuvieron que la erupción del volcán Krakatoa (Indonesia) en 1883 era la causa de que las nubes de ese cuadro se tiñesen de rojo.
A juicio de la investigadora noruega, esa teoría es poco plausible porque las partículas de las erupciones, que daban ese color a los atardeceres, se desvanecen después de un par de años.
Por otra parte, el tipo de nubes que se generan por las erupciones son «más lineales y homogéneas», lo que contrasta con las ondulantes de «El grito».
Y por último, la visión que anotó Munch en 1892 y que pudo inspirar su cuadro fue una «experiencia única», lo que también encaja con la aparición imprevista y espaciada de las «nubes nacaradas».
«Los atardeceres coloreados por el polvo volcánico en la estratosfera suelen ser comunes durante un par de años tras una erupción, mientras que la pavorosa visión de Munch descrita en su diario fue una experiencia única», resumió Muri.
La científica noruega aseguró que la visión del fenómeno en 2014, unido a que no encontraban convincente la explicación de la erupción del Krakatoa les motivó a investigar esta nueva teoría.
Los científicos concluyen en su estudio que estas nubes nacaradas, «cuando aparecen después de la puesta del sol, se acentúa su efecto psicológico por el hecho de que la mente humana en ese momento está esperando la oscuridad».
«En su lugar aparecen en el cielo luces ondulantes de colores o en forma de cascada, algo que ningún otro fenómeno atmosférico puede mostrar», exponen para explicar la gran impresión que generó en Munch.