Eduardo Úrculo: “Yo creo que hoy el arte no es polémico”
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Una vez más el universo del arte explora los indecibles pliegues de la belleza, arropados bajo el manto de una tendencia que se anida en lo efímero, lo transitorio, lo vacuo. Pero esta vez, una nueva visión del mundo viene de la mano del artista español Eduardo Úrculo, acuñado por la crítica como un representante del arte pop “crítico”, aunque él mismo asegura que ya no hay pop, ni tendencia, ni escuela, ni posibilidad de conmover a la humanidad. ¿Reafirmará esto la tesis de la muerte del arte? Eduardo Úrculo tiene mucho que decir al respecto.
Estas reflexiones surgieron a la luz de la rueda de prensa ofrecida en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber a propósito de la exposición Una mirada de fin de siglo que se estará presentando a partir de este 8 de junio y que recoge aquellos trabajos del autor producidos durante los años 80 y 90, en tanto que constituyen una nueva plataforma plástica para comprender el particular universo de la vida contemporánea.
Según el mismo lo afirma, su obra artística presenta, a lo largo del proceso creador, varias etapas, la primera de las cuales se caracterizó por un lenguaje violento, afirmando “para mí la pintura era una especie de arma de combate para dar testimonio de la cuestión social y política” en el caso del franquismo.
-Yo vivía en un pueblo minero donde la postguerra y todas sus miserias… de alguna manera condicionaron mi infancia.
Sin embargo, el mundo que él soñaba, el del arte y el de los grandes artistas se encontraba en París, a donde tuvo que dirigirse.
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– Yo me considero como un pintor figurativo… y no es un problema cultural, no es que yo haya decidido ser figurativo o abstracto, sino que es como los rasgos, como las características del individuo. Es algo que yo considero natural, es la aceptación de la individualidad.
Eduardo Úrculo reconoce como una de sus etapas la “iconografía neocastiza”, cargadas de elementos caracterísiticos de la “nacionalidad”. Sin embargo, experimentó una ruptura con esa tendencia, incluso al nivel ideológico que determinó su transformación a otra línea.
– Todo eso en un momento determinado en mi vida eclosiona, se rompe en mil pedazos, incluso la ideología que significaba… se rompe hacia mediados de los años sesenta… (en esos años) me siento completamente absurdo, perdido, se han ido, se han ido todos mis fantasmas, me han dejado totalmente solo y abandonado, y no sé a dónde ir, pero creo entender que me voy… Y me encuentro que han sucedido cosas en el mundo que yo desde París o de España no tenía idea… y el movimiento Hippie… Es una nueva música y un nuevo mundo. Allí voy a conocer los Pink Floyd, algunas veces a los Rolling Stones, y voy a universalizar un poco mi mundo y a respirar un aire diferente.
Al encontrarse con el pop, comienza a plantearse nuevas formas de creación y expresión plástica, y ante el “puritanismo” que revelaba la pintura española frente a los desnudos femeninos, explora e incorpora el cuerpo mujer como “banderín libertario universal”, hecho que hace que la crítica califique su obra como pintura erótica. Sin embargo, afirma:
-Yo no creo en la pintura erótica, porque el erotismo está en la vida.
Úrculo afirma que, si bien el expresionismo negro respondió a una realidad política en su etapa previa, hubo de volcarse en algún momento a la vida, al placer, al deseo, pero también va desapareciendo la mujer como diosa, como madre tierra, como símbolo de la fertilidad:
– Me vuelvo más sobre mí mismo, abandono el desnudo y las técnicas que ya me habían fatigado y voy en rededor de mis objetos, de mi chaqueta, mi sombrero, mi cama, mi silla… en una especie de crónica intimista, desde lo que veo.
– ¿Por qué pinta geishas en sus obras?
– Hay una razón, yo me siento muy impactado por la pintura japonesa del siglo XVIII… Las telas… el cuerpo… Es una especie de fascinación por ese juego de líneas, de telas… el movimiento del cuerpo.
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– ¿La recurrencia del tema del viaje significa que aún no ha encontrado una realización plena de la belleza que busca?
– Evidentemente. Ese es el impulso diario con el que yo trabajo, el de conseguir pintar algo que otros no han pintado.
Para el pintor, el viaje es un símbolo de nuestra contemporaneidad, las maletas, las chaquetas, los paraguas olvidados, en fin, lo transitorio, reconstruido a través de la estética de la ciudad, del mundo urbano que se inserta en la decadencia. Úrculo comprende que hoy el mundo atraviesa un período signado por el avance de las comunicaciones que nos sumerge en un exceso de información, una “sobredosis de información” de acuerdo a sus propias palabras, y este mundo nos empuja a un momento en que la realidad se hace devastadora, la violencia se vuelve un placer, visto en la realidad de todos los países, y también de España, donde los casos de violencia en los jóvenes comienzan a justificarse por una búsqueda de experiencia alternativa. Esta insensibilidad del hombre de nuestro tiempo hace pensar, de acuerdo a Úrculo, en una vida impenetrable por el dominio del arte, en una humanidad inconmovible frente a las expresiones que en otros tiempos tenían algo que decir y que ofrecer, así, respondiendo a una de los periodistas presentes sobre si está de acuerdo con llamar a su arte en un arte polemico, Úrculo no duda en sostener:
-Yo creo que hoy el arte no puede ser polémico.
Esta afirmación parece ser una sentencia final para el arte. Parece negar, de plano, toda posibilidad reflexiva a través del arte frente a la humanidad. Sin embargo, aun nos preguntamos ¿puede ésta ser una afirmación de la tesis de la muerte del arte expuesta por muchos pensadores de nuestros días, o más bien, reconocer que el arte no debe tener más bandera que la búsqueda de la belleza y de una expresión estética desligada de toda posición comprometida políticamente?
Ciertamente, esto ha de juzgarlo cada quien a la luz de la exposición Eduardo Úrculo: una mirada de fin de siglo
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