Dudamel sedujo a París en un primer concierto con aires hispanos
Dudamel quiso presentarse hablando Una celebración de la óperade amor y de ritmos que le vienen de cuna, pero también apostando por sonidos contemporáneos
Durante hora y media, Gustavo Dudamel no perdió la sonrisa de los labios. Y, pese a las mascarillas, los quince minutos de aplausos finales revelaron que el público tampoco la había perdido. El venezolano se metió a los asistentes en el bolsillo en el concierto inaugural de la temporada de la Ópera de París, que sirvió de aperitivo a una etapa en la que estarán presentes los sonidos hispanos.
“Una celebración de la ópera”, así definió el venezolano este concierto inaugural, con el que quiso homenajear la obra más emblemática del repertorio francés, “Carmen” de Georges Bizet, y que enlazó con Manuel de Falla y las composiciones del argentino Osvaldo Golijov -homenaje además al teatro y el espíritu de Lorca-.
Dudamel quiso presentarse hablando Una celebración de la óperade amor y de ritmos que le vienen de cuna, pero también apostando por sonidos contemporáneos, como Peter Grimes, de Benjamin Britten, y Doctor Atomic de John Adams, cuya primera representación se remonta tan solo a 2005.
La Ópera de París estaba de gala, no únicamente porque lo exigía el código de vestimenta, sino porque era una ocasión de reencuentro y celebración. Se sentía el alivio del público, que cree por fin haber vuelto a la normalidad tras dos años fatídicos para la institución parisina: a los cierres por huelgas en 2019 y las continuas manifestaciones de los “chalecos amarillos” le siguieron los confinamientos por la pandemia.
En el entreacto volvían a sonar los brindis con champán y entre canapé y canapé -si bien era obligatorio el uso de mascarilla además de la presentación de un certificado de vacunación para entrar- se entendían ya los primeros halagos hacia el venezolano, de 40 años, presentado en abril como nuevo director musical de la Ópera de París.
“Ha sido maravilloso”; “Nunca había visto tanta alegría”, comentaban algunos de los asistentes. Entre ellos se encontraba Maivin Cuevas, venezolana residente en París, que fue sola al concierto para ver a Dudamel.
“Es un orgullo venezolano ver a una persona como él triunfar en el mundo. Un éxtasis total venir a verlo. Tiene un poco de ritmo español, sudamericano, él siempre pone su toque mágico y eso es lo que lo hace diferente, por eso ha llegado aquí”, comentó a EFE esta aficionada.
Tradición y modernidad
Recién llegado del Festival de Cine de San Sebastián, donde estuvo los días anteriores junto a su mujer, la actriz María Valverde, acompañándola en la presentación de su última película, Dudamel trató de entregarse en este concierto, donde la Orquesta de la Ópera tocó también el preludio del acto 1 de Lohengrin, de Richard Wagner, el final de El caballero de la rosa, de Richard Strauss y la escena última de Falstaff, de Giuseppe Verdi.
“Todo esto nos muestra la realidad humana, que estalla en la gran carcajada final de Falstaff. A través de todas estas obras, deseo regalar un viaje musical que converge de todas partes hacia un sentimiento de alegría”, explicó Dudamel en su declaración dentro del programa del concierto, la única confesión del músico este miércoles pues su equipo quiere, de momento, preservarlo de la avalancha de peticiones de entrevistas y prensa.
El director dice haber encajado de forma casi instintiva con los músicos de la Orquesta, con quienes prevé que la relación será fantástica, y mencionó también su interés en los proyectos educativos con los que quiere atraer a un nuevo público, siguiendo el ejemplo del programa que a él le cambió la vida, el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela.
Una mentalidad que encaja bien con el giro que la propia Ópera ha iniciado en su seno, abriéndose a la diversidad.
Le espera una temporada de estrenos en los que hará valer su gusto por aliar modernidad y tradición, como en su primer concierto sinfónico en el que hará sonar a Ravel, a Mozart y a Berlioz, y ya en 2022 a Rameau, Boulez y Mahler.
Animado por los ritmos acompasados de Carmen y las risas de los cantantes de Falstaff, el público se lanzó en un clamoroso aplauso que no cesaba y que sólo se silenció cuando Dudamel se giró hacia los músicos para dirigir, sorpresa, La Marsellesa. La sala se puso en pie y cantó junto a los vocalistas el himno nacional.
Dudamel sabe bien cómo ganarse a su público.