Dudamel, el hechicero del sonido orquestal que dirige la Filarmónica de Berlín para Europa
Por Martha Escalona Zerpa
Especial para Analítica.com desde Berlín
“Incapaz de moverme en mi butaca, sentía a mis espaldas como un nacimiento de fuerzas (…)
que llegaban ya bajo el podio en el preciso momento en que el Maestro,
igual a un matador que envaina su estoque en el toro, metía la batuta
en el último muro de sonido y se doblaba hacia adelante, agotado, como
si el aire vibrante lo hubiese corneado con el impulso final.
Cuando se enderezó la sala entera estaba de pie y yo con ella (…)”
Tomado de «Las Ménades», de Julio Cortázar
Sentada en la sala de conciertos y envuelta en la sonoridad de la orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Gustavo Dudamel, recordé un relato de Julio Cortázar que leí hace muchos años atrás: “Las Ménades” y no pude dejar de establecer esa comparación entre el joven maestro barquisimetano, la orquesta y su influjo en el público completamente rendido a sus pies.
Su precisión, su destreza, su controlada impetuosidad y esa particular sonoridad y voluptuosidad que logra arrancarle a la orquesta son únicas. Una excepción en 100 años como habría dicho Sir Simon Rattle sobre él en alguna entrevista. Dudamel es como una brisa fina que revitaliza y vivifica esos escenarios formales y oxidados donde la música clásica tiene su sitio definido.
Gustavo Dudamel ya había hecho sus primeras experiencias como conductor orquestal con 12 años, de la mano, como bien se sabe, de José Antonio Abreu y hoy con sus intensos y hasta el exceso vividos 35 años, y con sus visibles canas que relucen bajo la luz del escenario, ha logrado el cénit de su carrera musical.
El pasado diciembre 2016 dirigió el emblemático concierto de Fin de Año de la Filarmónica de Viena -que, por cierto, festeja este año sus 175 años de existencia-, como el director más joven de toda su historia. A raíz de ello, comentó en una entrevista que estaba ya preparado para “entrar en paz en el paraíso”, porque su gran sueño, ese gran honor para un músico, ya se había cumplido.
Después de recordar “Las Ménades” e incapaz de desistir la hipnósis electrizante de sus manos, la derecha con la batuta entre los dedos y la izquierda en permanente acción, recordé también aquella linda película de dibujos animados de Walt Disney, vista con mamá y mis hermanos en el extinto cine Ávila, “Fantasía”, también conocida como el “Aprendiz de Brujo”, y me imaginé que así mismo había iniciado su gusto por la dirección musical.
Sí. Una especie de hechicero o mago del sonido orquestal es Dudamel, porque independientemente del público que lo escucha perplejo y emocionado en cualquier sala de concierto del mundo, siempre consigue superar, por lo menos en esos intensos momentos donde sólo hay música, las barreras culturales, idiomáticas e incluso políticas. Y esto pese a que durante muchos años, se le criticó su radical silencio y discreción acerca de los terribles embates antidemocráticos del gobierno venezolano y la gravísima crisis humanitaria que vive Venezuela a todos los niveles socioeconómicos. Y luego, al fin llegó su comunicado «Ya basta» en el que expresó su opinión sobre la situación actual de su país.
El programa del irresistible hechicero Dudamel con la Filarmónica de Berlín consistió en dos obras. La primera: la sinfonía en tres partes City Noir del compositor norteamericano John Adams, una obra de jazz y blues de 2009 inspirada en el cinema noir norteamericano y con Los Angeles como protagonista, con el saxofonista Timothy McAllister como solista; y la 9na. Sinfonía de Antonín Dvořák llamada la Sinfonía del Nuevo Mundo, compuesta por él en Nueva York con inspiración de spirituals y motivos musicales de los aborigenes norteamericanos y presentada al público por primera vez en la Sala Carnegie Hall en 1893.
El público berlinés tuvo la ocasión -eso sí, con mucha suerte- de obtener un ticket para uno de los tres conciertos ofrecidos en la capital alemana, el 8, 9 y 10 de Junio 2017, los cuales tuvieron una directa redirección a 150 salas de cine distribuídas en toda Europa. Extraordinario y sempiterno.