¿Dónde está el Periodismo Literario?
En nuestro país afortunadamente existe una larga tradición de “periodismo literario” que ha contado con excelentes tribunas de legitimación de la práctica cultural y artística.
Aunque históricamente la entrevista literaria se ha considerado una herramienta clave para la reconstrucción memoriosa de una parte sustantiva del imaginario socio-cultural de las sociedades, no es inviable considerarla como recurso imprescindible para el oficio del periodista que cubre la fuente cultural.
Los grandes periódicos en Venezuela no terminan de “deslindar” las fronteras que distinguen –y muchas veces separan- el mundo del espectáculo y del show bussines holliwoodense, de lo que en estricto rigor es la noticia literaria. El advenimiento al mercado editorial de un libro es, obviamente, una noticia de estricta índole literaria. La obtención de un premio o la concesión de un galardón de una Bienal Literaria es, igualmente, una noticia de naturaleza literaria. La celebración de un Simposio o un Congreso nacional, regional o internacional de escritores, es –a no dudarlo- una noticia literaria. Un evento en el cual los escritores u hombres de letras y humanidades sea los protagonistas de primera línea, por supuesto que sí, es una noticia que atañe a la fuente del periodismo literario. La presentación de un libro, (los libros no se bautizan; se presentan –no lo olvidemos-) ¿acaso no es una noticia literaria?. Un perfonmance, un happening, una lectura pública de textos poéticos también es una noticia literaria y como tal hay que darle el tratamiento periodístico que requiere dicho “acto cultural”.
No debemos llamarnos a engaño: la fuente cultural en Venezuela, no es arriesgado pensar que en el resto del Continente sea distinto, no es tratada con la misma valoración jerárquica que sí se le asigna por ejemplo a la fuente económica o política y ello se explica por una multiplicidad de factores y explicaciones que resultaría si no vano, sí riesgoso explicitar en este breve ensayo pues los intereses crematísticos y mercantiles que están en juego en el complejo entramado de las noticias privilegiadas por la ¡urgencia!, y el ¡imperativo insoslayable!, colocan los asuntos del espíritu de las letras poco menos que en el último lugar de las noticias digeribles por los lectores del día a día.
Como lectores profesionales que somos –esa aspiración nos anima- constatamos como periódicos de grandísimo prestigio y credibilidad planetaria como El País (España) Le Figaro y Le Monde (Francia) The New Cork Time (Nueva York) o, más cercanos a nosotros, de este lado del Atlántico, tribunas de larga data y de impecable factura editorial como Clarín (Argentina) El Tiempo (Colombia) El Mercurio (Chile) o aquí mismo en Venezuela; El Nacional exhiben Suplementos Literarios de excelente calidad donde tienen cabida las más diversas manifestaciones expresivas del espíritu.
Un dato que no por curioso deja de ser harto revelador de la trascendental significación de la prensa en la formación de eso que los alemanes llaman el volkgeist fue el papel de principalísima importancia que jugó el periódico durante las cruentas e incruentas luchas por la emancipación del dominio colonial español en Hispanoamérica.
No hay que tener ningún escrúpulo en decirlo vox populi : cuando un periódico no trae noticias literarias, ni artísticas, ni filosóficas, ni ideológicas; en fin, cuando en un periódico no está reflejado lo más granado del intelecto y de la sensibilidad estética, de la imaginación y del pensamiento, es mil veces preferible dejar de comprar el periódico y refugiarse en la lectura de los clásicos y volver a escribir en latín como quería uno de nuestros filósofos favoritos; Friedrick Nietzsche.