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Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)

A los dieciséis años de mi vida entré a la cárcel,

y salí de ella con opiniones políticas.”

Domingo Faustino Sarmiento.

LA VOZ DEL ROMANTICISMO COMBATIVO

 

La originalidad de Sarmiento está en que la filosofía romántica de la historia vino a fundirse entrañablemente con su intuición de la propia vida como vida histórica. Sentía que su yo y la patria eran una misma criatura, comprometida en una misión histórica dentro del proceso de la civilización. De aquí que sus escritos, siendo siempre actos políticos, tengan un peculiar tono autobiográfico. En su primera autobiografía Mi defensa (1843), forjada en Chile como un arma, Sarmiento se exhibe luchando a brazo partido con la pobreza, atraso, ignorancia, violencia, injusticia y anarquía de su medio. Sus frases se refractan en dos haces: uno que ilumina el impulso de la voluntad creadora; el otro, la inercia de las circunstancias adversas. Pronto el lector advierte que esa polarización tiene un sentido filosófico: alude al conflicto entre espíritu y materia, libertad y necesidad, historia y naturaleza, progreso y tradición. Y, en efecto, cuando Sarmiento pasó del sentimiento de la propia vida personal a la interpretación de la vida pública argentina, las confidencias de Mi defensa se convirtieron en una fórmula política: Facundo o civilización y barbarie (1845), publicado como folletín en El Progreso, que no es ni historia, ni biografía, ni sociología: es la visión de un país por un joven ansioso de actuar dentro como fuerza transformadora. El Facundo ha merecido los mayores elogios de la crítica por la calidad de su prosa y el vigor de sus descripciones de hombres, situaciones y ambientes: “Este libro poderoso –escribe Pedro Henríquez Ureña- es la obra maestra de su tiempo en América”.

 

Domingo Faustino Sarmiento es la personalidad más vigorosa del grupo de los “Proscritos” argentinos, activos opositores al régimen de Rosas. Sarmiento incitaba a escribir con espontaneidad, con amor, con corazón, lo que veía alrededor, lo que le venía a la mente, porque todo esto resultaría bueno, en el fondo, aunque en la forma fuese incorrecto; resultaría apasionado por más que algunas veces fuera inexacto; le gustaría al lector, aunque hubiese horrorizado a Garcilaso; y sobre todo, no se parecería al lenguaje de ningún otro y, bueno o malo, nadie se lo disputaría. Sarmiento se atuvo siempre a su lema: “las cosas, hacerlas, aunque sea mal, pero hacerlas”.

 

Desde un punto de vista más estrictamente literario, Sarmiento se revela como escritor en los Viajes (1849), testimonio de una notable capacidad de observación, de una vena narrativa válida, de gran capacidad estilística para plasmar sus impresiones en torno a los varios países visitados, entre ellos, Francia, Italia y los Estados Unidos.

 

Domingo Faustino Sarmiento nace en San Juan de la Frontera el 15 de febrero de 1811 y muere en Asunción el 11 de septiembre de 1888. Desde muy niño vive la agitada situación política de su país, que acaba en guerra. De formación autodidacta, pronto revela sus extraordinarias dotes como escritor. El pensamiento de Sarmiento evoluciona hacia la afirmación de un progreso civil hispanoamericano, de la que deja testimonio en los Recuerdos de provincia (1850). El hombre político, con mayor reflexión y control, dominado por nostalgias instintivas, dirige su mirada hacia el futuro que está llamando a la puerta. Considera que la barbarie ha perdido definitivamente la partida y que la civilización está destinada a triunfar.

 

Rosas cae en 1851, vencido por Urquiza, situación que parece confirmar las grandes esperanzas de Sarmiento. Pero Urquiza lo desilusiona muy pronto y desde Chile escribe La campaña del Ejército Grande (1852), donde ataca al nuevo presidente con el ardor que en él es habitual.

 

En 1855 una amnistía permite a Sarmiento volver a la Argentina. En 1864 se le nombra representante del país en los Estados Unidos. En 1868 a su regreso de los Estados Unidos, se entera de que ha sido elegido para la presidencia de la República.

 

Durante su gobierno dio gran impulso a la enseñanza popular, organizó el magisterio e impulsó la instrucción técnica y profesional; estableció bibliotecas, museos, gabinetes científicos; creó el Observatorio astronómico, el Colegio militar, la Escuela naval; tendió nuevas líneas férreas y telegráficas; hizo levantar un censo demográfico; fomentó la inmigración y contrató maestros y especialistas en ciencias.

 

A lo largo de los años de su gobierno tuvo que hacer frente a numerosas hostilidades, en particular a la oposición de la aristocracia criolla. Nombrado ministro en el gobierno de su sucesor, Avellaneda, escribió en 1883 el libro Conflictos y armonías de razas, obra sociológica, una vez más estamos ante la revelación de un temperamento indómito de luchador, un hombre que con el tiempo se afirma con estatura continental.

 El clima de la dictadura está reflejado con extraordinaria incisividad en Facundo o civilización y barbarie, que en este sentido, se convierte en un libro de importancia ejemplar. Con Facundo, “genio bárbaro”, desaparecen las tradiciones del buen gobierno, todo se degrada, las leyes llegan a ser instrumento de abuso en manos de individuos sin escrúpulos. Pero Facundo es sólo un pretexto para que el escritor argentino pueda llegar a la condena plena de Rosas y de su régimen despótico. Y como dijo el político y escritor argentino: “Educarse es ser simplemente hombre libre”.

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