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Demi Moore embarazada y desnuda: el escándalo de una portada en los 90

Todo es cuestión de contexto. Lo que hoy puede parecernos natural, en algún tiempo pudo ser una total aberración. ¿Será que en la actualidad alguien se atrevería a decir que una mujer embarazada es fea? Incluso, ¿piensa la gente que en la etapa de gestación el cuerpo femenino debería esconderse? Quizá suene a locura, tomando en cuenta que ya es una moda ver fotos de mujeres embarazadas posando con poca ropa –o sin ninguna prenda–. Pero hasta hace unos años, esto no era frecuente. El cuerpo desnudo de una gestante y las barrigas prominentes eran considerados algo íntimo que debía permanecer en la esfera privada o hasta ocultarse dentro de lo posible. Pero en 1991 salió a la luz una de las portadas de la revista Vanity Fair más controvertidas de la historia y las cosas cambiaron para siempre.

¿Las culpables del “delito”? La fotógrafa Annie Leibovitz y la actriz Demi Moore. Para la edición de agosto de 1991 del prestigioso medio, la estrella de Hollywood –embarazada de siete meses de su entonces esposo, Bruce Willis– debía posar con un vestido verde de satén de Isaac Mizrahi. Bueno, de hecho, así se vistió durante la sesión. Pero como los grandes momentos surgen de forma improvisada, resulta que al finalizar la jornada, Leibovitz sacó unas fotos más de Demi, desnuda y de cuerpo entero, con la idea de que se las quedase la pareja para su uso exclusivo. Sin embargo, las imágenes fueron tan buenas que alguien comentó que cualquiera de ellas sería una excelente portada.

En la redacción estuvieron de acuerdo, y cuando consultaron a Demi, ella aceptó sin vacilar. Y así salió la revista: con la hermosa actriz posando desnuda y el título “More Demi Moore”. ¿Qué vino a continuación? Un escándalo sin precedentes que se reflejó en millones de ejemplares vendidos.

Hubo quioscos en los que vendieron la revista tapada con una bolsa de papel blanco, como si fuese pornografía. Muchos la tildaron de vulgar, alegando que era una muestra de ese empeño que tiene la industria del entretenimiento de darle un toque de sexo a todo, además de ser una exhibición obscena de una actriz que estaba dispuesta a todo por más fama.

Sin embargo, luego del revuelo, esa muestra “impúdica” de la querida Demi representó un cambio en la percepción que la sociedad tenía sobre este hecho en particular. Su barriga, mostrada de esa manera, demostraba que se podía estar preñada y ser sexy al mismo tiempo. La etapa de gestación dejó de verse como una situación “embarazosa” –valga el juego de palabras– por la que muchas mujeres deben someterse para garantizar la preservación de la humanidad. Más bien, en la portada se nos muestra este momento como algo hermoso digno de ser exhibido y admirado. A su vez, fue una oportunidad para que todos aquellos que se sintieron agredidos con la foto, aún sin saber bien qué era lo que los ofendía, mirasen hacia sus prejuicios y fuesen capaz de desmontarlos.

Gracias deben darle las mujeres embarazadas a Demi Moore, porque, hay que ser francos, hoy en día es casi un lugar común realizar una sesión de fotos cuando la barriga ya está “a punto de caramelo”, como dirían por ahí. Ya sea con florecitas, cintas, sábanas, parapetes o sin nada de ropa, muchas féminas posan con orgullo el milagro de ser madres.

¿Qué pasó después con Demi? Bueno, al año siguiente protagonizó otra portada de Vanity Fair, nueva desnuda, pero con el cuerpo pintado como un traje masculino. Como actriz siguió ascendiendo y eventualmente comenzó a hundirse al punto de no tener mayores apariciones públicas en la actualidad.

Atrás quedó esa superestrella de los noventa que vivía en el ojo de la opinión pública por sus decisiones. De lo que no cabe duda es que su imagen llegó a cambiar la percepción sobre la anatomía humana y la forma en que debe ser mostrada.

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