Deborah Voigt ante los ojos de una estudiante
Dedicado a Mariela Valladares
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Esta no es una nota de un periodista. Escribe aquí una joven estudiante de canto. Quizá, no más que una aprendiz de brujo. Perdone el lector si los detalles informativos adolecen de inconsistencia, pues cuando hay canto, el alma es quien anuncia. Es, pues, el oído del que se educa, quien escucha y traduce:
Hablar de canto es hablar de Deborah Voigt, una mujer que conoció el mundo de la ópera a través de su profesora de canto, quien la llevó de la mano a este escenario musical. Nacida en una familia protestante norteamericana, Voigt compartió con los periodistas (y no periodistas) en una rueda de prensa ofrecida en el Teatro Teresa Carreño, que su primer contacto con la música lo tuvo en las actividades musicales de la iglesia, de donde su madre formaba parte. Allí, como reza el dicho, su vocación se desarrollaría como un itinerario de pistas: cada señal la llevaría a la señal siguiente, hasta encontrar su camino en la interpretación lírica que fue, para ella, un nuevo mundo en sus horizontes.
Este descubrimiento para la cantante, le ha permitido, según sus mismas palabras, desarrollar un estilo propio, nada amoldado a las grandes divas del Bell Canto. Y si de influencias se trata, más le ha tocado ser influenciada directamente por quienes han sido sus maestros. En todo caso, Deborah Voigt recuerda, quizá con un aire de tristeza, la figura que representó María Callas dentro del mundo de la ópera, pues si bien tuvo una actuación relevante al punto de permanecer viva en la memoria del público, su vida personal y el modo de llevarla, no le permitieron entregar lo mejor de sí. Es por eso que para Voigt, ser cantante debe ir acompañado también de una vida ordenada en la medida de lo posible, porque el canto se conjuga desde las entrañas.
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Pero, ¿qué hace entonces a un joven músico, un buen cantante? La repuesta fue difícil armarla, porque hay muchos niveles en los que hay que enfocarse.
Para Deborah Voigt, lo primero que debe tomar en cuenta una persona que desee incursionar en el canto es estar absolutamente claro de su vocación. ¿La razón? Sencilla. La vida del bell canto exige muchos sacrificios de parte de la persona: disciplina, orden, prioridades. No es una vida normal. No puede uno someterse a los altibajos de las parrandas nocturnas, al bullicio constante de las calles, en fin… Así como es una vida de entrega, es también una vida de privaciones. Pero esto no es todo. Para Voigt, los estilos del canto, y especialmente del canto lírico, son numerosos. Es necesario estar claro en el área que uno pretende ejecutar, aquella que pueda integrarse a nuestro instrumento vocal, explotando nuestros timbres y colores, y que encuentre eco en nuestro interior. Pero de nada vale el artificio técnico, si no contamos también con la presencia de un maestro que nos eduque en el arte de sentir la música e interpretarla con la intuición, más allá de la técnica. Ese es, para Voigt, el punto central en la formación de un buen cantante, porque el canto requiere, fundamentalmente, de imaginación y sentimiento.
Una de los aspectos que más inquietó a los periodistas presentes, es la razón de escoger, como repertorio para enfrentarse con el público venezolano, la obra de Wagner. Voigt insistió en que esta fue una propuesta de parte de sus asesores, quines saben y conocen a profundidad tanto el estilo de los autores, como las bondades de la voz de Voigt. Esto le ha permitido también desarrollar variedad de estilos, sin olvidar cuál es el que mejor puede interpretar. Al preguntarle sobre las diferencias entre compositores como Wagner y Strauss, Deborah Voigt sostiene que el primero requiere de un ejercicio quizá más intelectual. La fuerza interpretativa se concentra en el texto y, claro está, en la explotación de los colores vocales. El altísimo nivel de compromiso intelectual que ciertas obras líricas exigen es, quizá, una de las razones por las que Voigt no escucha este tipo de música en su tiempo de ocio, sino que prefiere dedicarse a otras actividades que le permitan descansar y relajarse. Al hablar de Strauus, se percibe en su mirada un halo de placer. Deborah Voigt siente en Strauss una composición que se prolonga en las largas líneas musicales, ideas musicales…
La sencillez de Deborah Voigt no le permite avergonzarse al reconocer que si tuviera la oportunidad de interpretar en La Scala obras de Verdi, tal vez se restringiría, al ser un autor que aquel público considera tan propio.
Voigt no tiene juicios de valor con respecto a las iniciativas de “Los Tres Tenores”, por ejemplo, quienes han llevado el canto lírico a los grandes escenarios del Show Business. Y esto lo cree así, porque para ella, cada uno de los públicos tiene una manera particular de comprender este arte. Al público tradicional se le conquista por medio de los teatros, como ha sido siempre. Para abrir el compás en lo que respecta a la audiencia, tan sólo es necesario estimular los nuevos canales y circuitos en los que se mueven tales audiencias. Y eso es valorable. Pero de ahí a crear “Las Tres Sopranos”… (risas) Para la cantante, los alardes publicitarios no son necesarios si el intérprete está convencido de su talento. Y, obviamente, ella lo está.
Es así como Deborah Voigt, en medio de esta sencillez, se convierte en el alma que canta, al mejor estilo de L’Orpheo: música para encantar…