Culturismo, el sueño de una palestina en la conservadora Gaza
La joven Dania al-Masri rompe barreras culturales y sociales en Gaza desde hace año y medio practicando un deporte generalmente reservado para los hombres en la conservadora franja palestina: el culturismo.
Al-Masri, de 20 años, hace sus prácticas deportivas en uno de los gimnasios de la franja con la esperanza de que algún día pueda acceder a alguna de las competiciones internacionales de prestigio, y ganarla.
Vestida con un chándal negro de pies a cabeza, y con la cabeza cubierta con una pañoleta de color blanco crema, acude al gimnasio todos los días para sus entrenamientos, que realiza durante dos horas sin la ayuda de ningún preparador físico.
«He estado entrenando sobre todo con el sistema de CrossFit, que incluye ejercicios libres con pesas. Prefiero este tipo de deportes más que el entrenamiento en máquinas solamente», dice la joven deportista.
Insiste en que para ella, el entrenamiento en máquinas no es suficiente y que son las pesas las que le ofrecen mejores resultados. «Por lo general uso todo tipo de pesas para desarrollar los músculos en todo el cuerpo».
A la conservadora Gaza esta joven palestina llegó hace sólo tres años procedente de los Emiratos Árabes Unidos, donde vivía con sus padres. Lo hizo para estudiar en una de las universidades de la franja.
Desde los seis años sus padres trataron de convencerla de que fuera a clases de ballet, gimnasia o natación, deportes mucho más tradicionales. Es que en la conservadora Gaza, gobernada por el movimiento islamista Hamás, esta delgada joven es probablemente la única chica que se dedica al culturismo y que sueña con convertirse en campeona del mundo de esta modalidad.
Las mujeres y adolescentes de la élite social del enclave mediterráneo que quieren estar en forma suelen recurrir a las técnicas más elegantes del fitness. «Creo que no hay demasiadas chicas en esto del culturismo porque, desafortunadamente, muchos siguen pensando que este tipo de deporte es sólo para hombres», afirma.
Sin embargo, mantiene la esperanza de que algún día ella, y otras como ella, ayuden a cambiar hábitos y costumbres.
Por eso sostiene que «el deporte es igualitario para hombres y mujeres y que en el sagrado Corán no hay absolutamente nada que prohíba a la mujer practicar deporte». De hecho, asegura que el profeta Mahoma ordenó enseñar «a los hijos» a nadar, disparar y montar a caballo, sin decir explícitamente «hijos varones».
Un contexto complicado
En la franja de Gaza, bajo un estricto bloqueo israelí desde que los islamistas controlan el territorio, viven casi dos millones de palestinos, de los que 49% son mujeres.
A diferencia de cuando el enclave estuvo gobernado por el movimiento nacionalista Al Fatah, entre 1994 y 2007, los derechos y libertades de las mujeres se han visto notoriamente afectados por la introducción de sucesivas leyes que apelan al tradicionalismo de la zona y a la ley religiosa islámica o «sharía».
Tal es el grado de religiosidad que, hace apenas un año, cuatro jóvenes que osaban salir a pasear en bicicleta los viernes fueron el epicentro de una ola de críticas por las redes sociales por el atrevimiento de «cautivar a los hombres» y desafiar las conservadoras tradiciones de la franja.
«Yo considero que la mujer no debe temer a las tradiciones y que debemos trabajar para redirigir y aconsejar a nuestra sociedad», declara al-Masri, plenamente convencida de que es posible realizar un cambio que permita a las chicas «disfrutar la vida».
Muchas de su edad ya le han expresado su apoyo en la esperanza de que algún día también ellas puedan practicar el deporte que les gusta, si bien no se atreven a hacerlo en la creencia de que sus padres y hermanos lo impedirán.
«Es realmente contradictorio para todas nosotras que la sociedad palestina acepta a una mujer en el papel de médica, incluso cuando trata a varones, y que se nos deje conducir, pero no practicar culturismo», señala por su parte Hiyam Abu Rabee, estudiante universitaria de 21 años.
Y es que desde la perspectiva más tradicional de Gaza el gimnasio no parece ser el mejor lugar para una chica, en particular cuando en los alrededores merodean hombres.
Volcada en su sueño de ganar alguna competición internacional, el mensaje que al-Masri trata de trasladar a otras chicas es el de buscar alternativas, como por ejemplo, el de hacer algún tipo de ejercicio o deporte en casa.