Samuel Baroni: nunca nada está terminado.
“Lo inacabado tiene un profundo encanto. Esta fuerza rota, este impulso interrumpido, este vuelo detenido, ¿qué hubieran podido ser
y adónde hubieran podido llegar?”
Azorín (España, 1873-1967)
Novelista, ensayista, dramaturgo y crítico literario.
Por – Ana María Zoghbi
18 años de ausencia, que se hicieron presencia en un tiempo “tremendamente cargado de dificultades”. Samuel Baroni (Cúa, estado Miranda, Venezuela, 25 de febrero de 1945) en la Galería de Arte de la Universidad Bicentenaria de Aragua, espacio expositivo que le gustó la idea exponer sus obras inconclusas, porque “no todo el mundo se presta para algo así.
No todo el mundo lo entiende”, pues como nos diría Samuel “si salgo a la calle quieren que salga bien vestido. Elegantemente vestido porque voy a la inauguración de una exposición, en la que las obras tiene que estar pulidas, acabadas, bellas, resueltas”. Y se pregunta: “¿Y porque no lo opuesto?”. Así nos adentramos en el mundo de lo inacabado.
Recuerda la visita al Museo Arturo Michelena y su contacto con las obras inacabadas del maestro Michelena. Al verlas “sentí como buen pedante joven que eso yo también podía hacerlo en un instante. Un comportamiento de la pedantería, que nos hace creer que somos capaces de hacer lo que a otro le ha costado tanto llevar a cabo. Michelena es un maestro, mientras que yo era un autodidacta que apenas comenzaba a estudiar”.
Del museo salió profundamente emocionado. Recuerda sus destrezas con el dibujo: “desde niño fui un gran dibujante: sentía que era capaz de dibujar cualquier rostro y lograr la máxima expresión de las manos y de los cuerpos”. Por eso, “pensé que podía intervenir las obras. Terminarlas. La idea me fascinó. De hecho las concluía mentalmente. ¡Podía hacerlo!».
En ese momento no lo entendía como lenguaje. “No estaba preparado para entenderlo. Mira el tiempo transcurrido para entenderlo hoy, para hacerlo un hecho real, ya como concepto”. Fueron muchos los años en ese andar permanente “dentro de lo que es sumergirse en la interioridad para descubrir algo que muchas veces no sabemos qué forma irá tomando”.
Samuel se maneja con la intuición, esa que para Albert Einstein era “lo único con valor real”. Durante la conversa nos diría “uno se deja llevar por la intuición, que luego se traduce en algo que es instinto; que es consecuencia un estado profundamente animal. El hombre continuamente se quiere separar del animal y convertirse en civilizatorio”
Reflexiona en voz alta y se pregunta “¿qué es lo hermoso que tiene un animal?” a lo que responde “sus conexiones cósmicas. Tiene perfecta claridad, instinto y comunicación con el entorno y le permite compartir, vivir.”
La vida es la continua búsqueda. Confiesa que no es “un hombre de lectura. Que no es un hombre filósofo. Nada de eso le gusta”. Lo que si le gusta es “hurgar”, investigar, vivir y nunca perder el niño que lleva dentro, porque “todos quieren ser adultos”.
Habla de la negación de algo extraordinario como la inocencia, “que nos permite vincularnos de una manera pura con el entorno, sin elementos contaminantes”. Recuerdas dos célebres frases, una de Pablo Picasso “pintar como niño me costó toda la vida” y Albert Einstein para quien “el científico no es sino un niño que nunca ha crecido”. Y hablando de infancia, nos comenta que es ahora cuando empieza a entender y a disfrutar plenamente su infancia.
Por primera vez “entiendo que las verdaderas claves ahora, en el estar aquí, estaban presentes en la infancia, solo que no las sabía ver, no sabía interpretarlas.”
Esta en un eterno movimiento. No puede estar quieto. “Soy hiperkinético”. “No soy el individuo que se sienta frente a una pieza. Trabajo una pieza y como no quiero permanecer allí obstinadamente, salto a la otra. Esto me permite incluso que si algo me plantea en una, pues la meto en la otra”. Trata de no mirar fijamente para evitar la migraña.
Afirma que “es necesario dosificar las dificultades. No es negarlas, es vivir con ellas, entenderlas y buscarle la vuelta para sacarle el máximo provecho”.
Quizás la palabra para definirlo sería libertad y viene a nuestra memoria una frase de José Saramago “cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre más radical”. Dice no querer “cliché de ningún tipo”. Por eso hace lo que le da en gana. Esa es su libertad. No se aferra “a ningún esquema. Puedo hacer desde un elemento figurativo a un elemento prácticamente inexistente. Puedo trabajar de un material a otro. Disfruto lo que hago.” “No tengo esa cosa de la rigidez. ¡No quiero¡. Quiero la libertad absoluta. Me reinvento de manera permanente”. Nos habla de las ausencias. Les da la bienvenida, porque “ellas me revelan lo que no está visible”.
“Bienvenidos los tiempos difíciles. Son para crecer, para proponer, para soñar. Eso es lo importante y me interesa”. Si hay falta te materiales ¿no pinto?, ¿no trabajo?, o ¿no puedo terminar la pieza porque no consigo la pintura que necesito?. ¡No!. Yo le doy la vuelta. Es en las grandes dificultades, no solamente del hombre sino de civilizaciones enteras en donde se producen los grandes cambios, porque los grandes cambios no se producen en el confort. Se producen en las tragedias, en las dificultades.”
Nos adentramos en su obra, un gesto de denuncia de una realidad que nos afecta. ”No quiero ser panfletario, yo no quiero pintar a un policía dándole rolazo a un muchacho. ¡No!. Quiero más bien decirlo de otra manera y esa otra manera es precisamente el drama de lo inacabado. ¿Me siento totalmente incompetente en este momento para terminarlas? Se pregunta, a lo que responde ¡Falso! Puedo terminarlas pero no quiero. Ya vendrá su momento.”
18 años de ausencia, que se hicieron presencia durante los meses de mayo y junio de 2017 en la Galería de Arte de la Universidad Bicentenaria de Aragua. Me dice: “¿Recuerdas que te hablaba de los instintos y de la intuición? En un momento dado intuí la destrucción de un país. Hoy hay tiempos de cambio. Cambios profundos. Hermosos. Un país es un hogar, como bien lo decía Leonardo Padrón cuando habla de “la casa grande”.
Un país, como la casa grande, se construye con todos. Contigo escribiendo, conmigo pintando, con el otro cargando, con el otro barriendo. Así se construye un país. Sin desprecio, sin clases sociales. Todos somos iguales. Cada uno de nosotros tiene algo que decir. Por eso estoy trabajando con prototipos arquitectónicos, porque quizás eso sea lo que yo puedo aportar. Están aquí. Son los sueños.”
“¿Porqué presentar una exposición sobre lo inacabado?.Quiero que la gente participe. Que los jóvenes se identifiquen aquí, que digan ¿qué es esto? Pasaron muchísimos años para lograr entender que lo inconcluso o lo inacabado es un lenguaje que permite que, dentro de lo inconcluso o inacabado, todo el que esté en presencia de ello se pueda permitir el lujo, con sus propias capacidades, de terminarlo: le cambiaría esto, le podría aquello; porque todos lo hacemos.
Todos y de alguna manera, queremos ser parte de lo que aquí sucede. Nosotros siempre queremos terminar y sentir que hemos logrado hacerlo. Y no hay nada más falso que eso amiga mía: nunca nada está terminado.”