La Venezuela futura novelada por José Perrella
De las ruinas del país devastado por el chavismo emergen propuestas de reconstrucción diseñadas por escritores, políticos, economistas y, en el caso que nos ocupa, empresarios.
José Antonio Perrella es un administrador de empresas y consultor independiente, que decidió saltar al ruedo de las propuestas con un programa de gobierno novelado bajo el título de “Ellos vivieron en el país porvenir” (Fundación Cuatropés, 2017). La obra es una suerte de diagnóstico del presente que corregirán, luego del período de transición (con “tolerancia cero”), los “gobiernos de la consolidación del país” que arrancarían casi tan estatistas como el atroz régimen mafioso que hoy nos masacra, pero eso sí, estarán poblados de buenas intenciones (convertir a Venezuela en un país de propietarios) y obras.
En medio de la alternancia entre la Venezuela estallada, y la futura optimista, devienen historias de corrupción, de acomodos y una singular saga amorosa protagonizada por Alfredo Manfredi e Isabel Contreras. Él, hijo de un enchufado que levantó millones de dólares en negocios con el régimen, decide regresar al país (huyó cuando lo intentaron secuestrar y abalearon su camioneta blindada), invertir aquí y desplegar una agenda que el lector conocerá al final; ella, una socióloga criada en El Llanito, docente en la Universidad Central de Venezuela (UCV), en la Universidad Bolivariana e hija del sindicalista Benicio Contreras.
La obra, reitero, es un programa de reconstrucción del país, que viaja troyano en un formato novelado. Esa Venezuela que imagina Perrella sucederá dentro de tres lustros, y será un país regido por grandes proyectos, por ejemplo, el Proyecto Nacional para la Educación será impulsado por el Ejecutivo Nacional y el Viceministerio de Educación Superior. En el caso específico de la UCV, se reconstruiría mediante fondos multilaterales, aportes de la empresa privada y de sus ex alumnos… En esa Venezuela futura, estudiar educación estará de moda, mientras que hoy las facultades cierran ante la ausencia de alumnos. Conoceremos la Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana “cuyo estricto cumplimiento es fundamental para controlar a niveles ‘aceptables’ el delito” y un Viceministerio de Educación Inicial que vigilará que los niños entre 3 y 15 años estén en las escuelas.
Otros proyectos y leyes explicados en la “novela”: Proyecto de Seguridad Social, Sistema Nacional de Identificación Ciudadana (exige que los menores de edad tengan en el espacio destinado a su ocupación la palabra ‘estudiante’ seguida del número de identificación de la institución educativa a la que asisten); POLCI (Policía Científica); Plan Nacional de Desarrollo Turístico; Ministerio de Salud Pública (Venezuela tendría 30 hospitales tipo IV en funcionamiento).
¿Un Big Brother gentil?
¿Utopía? Lo es en tanto apuesta por un país aséptico, organizado y modelado en apenas unos lustros. ¿Realizable? El proyecto parte de tres elementos, confianza, fondos multilaterales y algunos subsidios para que las clases bajas puedan soportar estos cambios (muy parecidos al programa que implementó CAP en los noventa, pero que fue poco comprendido por el país de entonces), pero la panorámica sigue siendo la de un Estado extremadamente entrometido. El Ejecutivo de esta era consolidada es un Big Brother generoso, eficiente, vigilante (en el sentido más peligroso, lean este párrafo: “En la Venezuela de hoy el Estado, a través de cualquiera de sus instituciones puede acceder a toda la información que precise para ubicar a un ciudadano y conocer inclusive qué hace y dónde. Obviamente es capaz de detectar también a aquellos ciudadanos inactivos, los que sin duda son objeto de mayor vigilancia”) de las personas y severo ante cualquier desviación de la norma.
Esta tutela amable y “cool” parte de que el autor se inscribe en la corriente de analistas que equiparan la culpa por la debacle del país entre los narcochavistas (nunca los llama así, es un desliz mío) y los gobiernos democráticos que emergieron del Pacto de Punto de Fijo: para adecos y chavistas: “el pueblo dependiente del Estado sería siempre dócil” (…) “populismo que tanto daño hizo a este país y que empezó de manera sistemática y organizada con el gobierno de Rómulo Betancourt, el muy bien llamado ‘clientelismo’. Al cabo de dos años del gobierno adeco de Rómulo los camiones que antes pasaban sin problemas por los túneles de las Torres del Silencio, obra de la época de la dictadura perezjimenista, empezaron a rozar con el techo. ¿Sabes por qué? Pues porque el gobierno dio varios contratos al año de asfaltado, no porque fuese necesario sino por contratos de clientelismo”.
La obra, como plan de país futuro, tiene elementos a discutir (positivos y negativos). Trata de impulsar el fin del “país de los enquistamientos”, pero bajo un Estado que hace y controla casi todo. Como novela, es endeble ante la fuerte voz del autor, que merma el territorio de la imaginación (de él y del lector) con máximas morales del país que será porqué sí y que tienden a restar eficacia a las historias que viven los personajes (detallados al máximo). Hay gazapos (reiteradamente la prenda de vestir que usa Isabel, un “chal”, es escrita como “shall”), errores de concordancia y hasta de pérdida del hilo narrativo, detalles que, imagino, enmendarán en una segunda edición.
Ficha de la obra
“Ellos vivieron en el país porvenir”
Fundación Cuatropés, Caracas 2017. 347pp.