El Mundo: Maria João Pires, una pianista de altura
El diario El Mundo, de España, publicó este domingo una entrevista que realizó a una de las pianistas más importantes vivas en la actualidad. El escrito destaca que unas diminutas manos de fuego explican el misterio de Maria João Pires. El físico no ha sido nunca un impedimento para que se alzara al piano y lo dominara desde que tenía tres años.
Al contrario, señala El Mundo, la escasa fuerza que podía despedir un cuerpo que no llega al metro sesenta le obligó a desarrollar técnicas propias con que dar razón a lo que su colega Daniel Barenboim sostiene que el piano no se toca con las manos, sino con la cabeza.
Esta feroz y delicada intérprete portuguesa ha aprendido a ser feliz una vez cumplidos los 70 años. Antes se había considerado siempre una outsider, es decir, excluida en todo. El sentimiento de ir siempre contra la corriente se le ha ido alargando desde que lo experimentara en los territorios de su infancia y continuara después hasta la frustración que le produjo no poder culminar su proyecto pedagógico en Belgais (Portugal). Aquella falta de apoyos oficiales le hizo tirar la toalla y autoexiliarse, primero en Brasil y ahora en Bélgica, donde enseña y sigue estudiando los significados enigmáticos de la música que hace suya, centrada sobre todo en el clasicismo y el romanticismo.
Elegante, luchadora, dulce, inquieta, rebelde, así describe el artículo a Maria João Pires, una mujer que ha recuperado plenas facultades –como demostró recientemente en su gira española y junto a la Orquesta Nacional, de la mano del nuevo e ilusionante director, David Afkham– para afrontar el territorio final de su carrera. Un camino que ha decidido emprender renunciando a la discográfica Deutsche Grammophon, junto a la que ha cosechado éxitos superventas de sus versiones de Schubert, Chopin, Beethoven o Mozart. Incómoda con el exhibicionismo top model que impone una industria necesitada de volver a recuperar el pulso de las ventas, prefiere taparse y observar el mundo desde otras latitudes.
Ahora que ha transcurrido un tiempo, surge la pregunta: ¿qué ocurrió con su proyecto educativo de Belgais para que no siguiera adelante?
—Es difícil de explicar lo que pasó. Fueron muchas cosas al tiempo. Creo que surgieron celos alrededor de lo que hacíamos. Empezamos a experimentar en enseñanza primaria con los niños de la zona, con buenos resultados, y aquello ponía en evidencia los programas oficiales. Se lo tomaron mal. En vez de dialogar u observar si con ello se emprendían caminos alternativos, se negaban en redondo. Trataba de sacar adelante programas en apariencia sencillos en pueblos pequeños, pero me di cuenta de que me pasaba la vida peleando, por ejemplo, por aplicar una educación bilingüe. Me decían que no se podía, y otra vez que no, así hasta que todo quedaba bloqueado. Cuestiones de transporte, la adecuación de la música a los esquemas, nada, no se podía conjugar. Muy mal, muy mal. Triste, acabé asqueada. De niña, comprendía mejor el mundo de la música que el real.
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