Don Luis Zambrano: Inventor Popular

Luis Zambrano es el tecnólogo e inventor popular de mayor relieve en nuestro país. Él ha ideado una visión del mundo muy particular, determinada por su obsesión de inventar máquinas y por sus afanosas lecturas. Mientras pudo, fue un buen lector. A lo largo de su vida estuvo fuertemente influenciado por lecturas esotéricas, y, entre ellas Hermes Trismegisto ocupó un lugar especial. En su adolescencia, leyó historia y a Julio Verne, especialmente su conocida obra: «De la Tierra a la Luna». Siempre le gusto leer libros técnicos, sobre todo de mecánica.
Después de haber sido conocido por el país entero, gracias al programa Viajando con Maltín Polar, y al Doctorado Honoris Causa de la ULA, otorgado en 1984, se dedicó a estudiar un grupo de libros. Entre ellos, obras sobre Albert Einstein, otros inventores y Castañeda. De éste último sus dos primeras obras: «Las enseñanzas de don Juan» y «Viaje a Ixtla», que dice haber disfrutado mucho. No podemos dejar de lado La Biblia pues de ella admiró mucho el Deuteronomio y los Proverbios de Salomón. Sin embargo, El Génesis le parece lleno de contradicciones lógicas. De sus lecturas, éstas son las que influyeron más en la formación de su concepción del mundo.
El pensamiento de don Luis es fundamentalmente lógico, al igual que sus juicios. Desde pequeño, supo relacionarse con los principios básicos del movimiento y del origen de la creación de energía, esto determinó su forma particular de enfocar la realidad. Asimiló, a tierna edad, los principios de un pensamiento casuístico, el cual ve los fenómenos naturales conectados y determinados por causas y efectos.
Para don Luis el plano moral es determinado también por una casualidad, y a ello llama «La Ley de la Compensación», por la cual todos los actos hechos, buenos o malos, producen causas efectos que pagamos en la vida.
Esto lo familiarizó con la lógica y sus principios de no-contradicción, de identidad… Sus juegos infantiles fueron un aprendizaje, y entre corrientes de agua, molinos, engranajes y trapiches comprendió la esencia de la máquina y el método que determina su funcionamiento. En las primeras etapas de su vida, se preparó a través de diversos oficios para convertirse en un inventor, siempre decía con gran acierto: «Para mí el agua fue materia prima. Sin el agua no tendríamos barcos, sin el agua no tendríamos fuerza eléctrica, como Venezuela hoy con el Caroní… En fin sin el agua el planeta no vale nada…»
La máquina, para poder funcionar, necesita de principios y métodos precisos. Luis Zambrano en su contacto con ella fue concibiendo una visión del mundo. Don Luis vivió en las cercanías del Páramo Mariño, entre Tovar y Bailadores, estado Mérida, en donde lo sobrenatural y el culto a las ánimas es común. En las casas es frecuentar encontrar pequeños altares dedicados a las ánimas y esto influyó en Luis Zambrano, a pesar de lo cual fue desarrollando un sentido de la precisión casi intuido. Siendo un hombre con mente lógica y analítica, ha tenido que convivir entre ánimas gran parte de su vida.
Para él, esta dimensión de lo sobrenatural es algo tan palpable como lo real. De ahí su afirmación: «Lo difícil no es hacer un motor sino una lechosa». ¿Qué nos quiere decir con esto don Luis? Una máquina es posible crearla resolviendo problemas técnicos, teniendo voluntad e ingenio o maña. Pero, con la obra de la Creación Divina no es posible, pues está más allá de la tecnología, de la ciencia y de nuestra razón.
Esto según su entender, nos debe enseñar humildad ante los logros de la técnica. Tanto el hombre como la realidad natural son una obra divina, y por ello, considera Luis Zambrano, están ahí para que nosotros nos apoyemos y los respetemos: «Dios nos las dio para apoyarnos en ellos». Su pensamiento y su tecnología enraízan en el cosmos. Para don Luis, el hombre debe sustentarse y crecer en empatía con su eterno. Él tiene muy clara la diferencia entre los conceptos «apoyo» y «destrucción», pues toma en serio el hablar. Por tener claro esto es que hace tanto énfasis en la creación como un apoyo. De ahí que su inventiva persiga integrar la máquina a la naturaleza. Un claro ejemplo, son sus trapiches movidos por el agua, generadores a su vez de luz y el movimiento transmitido por ejes y poleas a diversas máquinas. En su trapiche en ruinas, había siete máquinas diferentes trabajando por esa transmisión de energía. En ese taller nacieron muchas de sus innovaciones. De esa forma, integra Luis Zambrano la naturaleza y la tecnología en su quehacer creativo.
El inventor proyecta en la máquina, con sus mecanismos y efectos, una forma de percibir la realidad, que es la cristalización de su interioridad. El inventor artesanal disminuye la distancia entre la tecnología y el arte. Ese es el caso de Luis Zambrano y de los precursores de la Revolución Industrial, quienes borraron los límites entre la ciencia, la técnica y las artes: el acto creativo las unifica. Esas máquinas, no debemos olvidarlo, también poseen una perspectiva estética, y en el caso de este merideño se expresa con mayor fuerza, al integrar máquinas de diversa procedencia en sus invenciones y en su fuerte anhelo de armonizarlas a la naturaleza. Existen puntos de contacto entre Luis Zambrano y Juan Félix Sánchez, pues ambos en su divinización de la naturaleza, funden su obra a ella.
La concepción del mundo de don Luis Zambrano se manifiesta en la forma como obtuvo gas metano a partir de una chicha de desperdicios orgánicos, la cual al fermentar produjo el gas que luego utilizó para uso doméstico. Además, observó que al agotarse la fermentación, la materia orgánica seca se convertía en un magnífico abono. Don Luis tiene muy claro cuál es el papel de un inventor o de un tecnólogo popular: «Dar utilidad a otros y hacer el bien sin egoísmos». En esta integración, de la máquina a la naturaleza, se expresa una visión cíclica y ecológica de la existencia, pues busca que la energía extraída de la naturaleza retorne a ella, siendo éste el principio básico de la tecnología alternativa. Pero don Luis también proyecta en este anhelo su concepción de la vida y de la muerte, al creer fervientemente en la reencarnación.
La Piedad, domina el hacer y actuar de don Luis. Por esta causa evita el daño que podría generar su tecnología en la naturaleza y en la humildad. Busca facilitar el pesado trabajo del agricultor con sus máquinas. Así, este tecnólogo popular nos muestra una de las grandes carencias de nuestra ciencia y tecnología: la dimensión étnica o las consecuencias y responsabilidad del creador con su invención.
Otro de los logros de Luis es que en su trabajo acepta tanto la realidad y sus leyes como la existencia de lo sobrenatural y lo irracional. En su hacer se conjuga el pensar racional, la intuición y los sueños. Muchos problemas técnicos ha resuelto gracias a ellos y sobre estos nos dice: «desconocemos aún los poderes de la mente, pero ellos son mayores de lo que creemos». Hace poco al fabricar una peladora de fresas que parecía funcionar a la perfección se percató que tenía un detalle fatal: al despezonar la fresa (separar los sépalos) el fruto se destrozaba completamente. Como siempre, siguió adelante sin descorazonarse. Hasta que, en un sueño matutino, vio la solución: observó la máquina terminada y las fresas salían intactas, al tocarlas se dio cuenta de que estaban congeladas. Esa era la solución: congelar las fresas antes de introducirlas en la máquina.
Don Luis Zambrano tiene claro que su acción está basada, en gran parte en su manera de pensar o meditar. Sobre ello nos dirá: «Poco me han interesado los cuándo y los dónde. Sólo me han interesado los cómo y los por qué». En éste el punto de partida de toda reflexión que aspire a transformase en pensamiento preciso y científico. Sabe con certeza que una consideración rigurosa sobre la realidad basada, sustentada en los quién, cuándo y dónde no puede llevar a un conocimiento que anhele manipular la realidad a través de la técnica. Sobre ello nos afirma: «Sí me hubiera preocupado por esas preguntas hubiera sido un cura o un fiel devoto, pero difícilmente un inventor».
Pero hay un aspecto de la visión del mundo de don Luis Zambrano al cual deseamos prestar especial atención porque integra a la máquina y a la lechosa, en tanto Creación Divina, lo racional y lo irracional. A través de las verdades que se manifiestan en la obra de Hermes Trismegisto, quien decía: «El creer da derecho a dudar». En él podemos encontrar el corazón de muchas obsesiones de don Luis, quien gracias al conocimiento de esta obra unió lo que aparentemente era irreconciliable: «La inteligencia, la luz, la máquina, el conocer a sí mismo y a Dios”. Este conjunto de obras, que las corrientes esotéricas y gnósticas suponen provenientes del antiguo Egipto, tuvo gran influencia en el Renacimiento Italiano, y Copérnico se inspiró en ellas para su teoría astronómica, donde el Sol es el centro del sistema planetario y no la tierra, a lo cual se la llama la Revolución Copernicana. ¿Por qué estas obras han causado tanto revuelo? Se debe principalmente a que en ellas se integra la reflexión racional, la cual es vista como la luz de la mente representada metafóricamente en la luz solar. Al proceso de auto-conocimiento y al Primer Motor del Universo: Dios. Para don Luis fue un impacto enfrentarse a estas asociaciones, pues de ellas nacen su obsesión por crear una máquina perfecta, por el movimiento circular y la religiosidad que genera en su labor, pues la máquina lo acerca a Dios, en la medida en que en estas concepciones la divinidad en el Primer Motor.
Este sentido esotérico le da al discurso de Luis Zambrano una doble lectura, así cuando afirmaba que daba luz a los pueblos, quería decir también que a los pueblos los había sacado de la ignorancia. Debido a su familiaridad a la asociación esotérica de la luz solar al conocimiento.
«Esta luz soy yo, tu Dios que precede a la naturaleza húmeda surgida de las tinieblas. La inteligencia es el Dios Padre. El movimiento circular, todas las cosas por la voluntad de la inteligencia hizo surgir los elementos inferiores… El Primer Motor padre de todas las cosas que es vida y luz engendró al hombre parecido a sí mismo. El hombre recibió de la vida y de la luz su alma y su inteligencia; el alma le vino de la vida, la inteligencia le vino de la luz». (Los libros de Hermes Trismegisto. España Visión Libros: 63-77. 1978).
La reflexión y el pensar llevan para Don Luis al conocimiento de sí mismo, a través del cual logra un dominio total de sí mismo y del Yo. Esto para él es preferible a ganar mil batallas «El dominio del yo es la mayor victoria de un hombre». Gracias a estas lecturas y a su meditación convirtió este creador merideño, sus reflexiones y su actuar en una vía para acercarse a Dios. De esta forma se integran lo natural, lo humano y lo sobrenatural. Por esto para él la reflexión y el conocimiento no son un pecado, tal como señala la Biblia. La importancia que le da, se expresa en lo que considera los Mandamientos de la vida: «Pensar y Hacer».
Así la reflexión, la comprensión de la realidad y el hacer se convierten en una iluminación racional que lleva a Dios por una vía diferente a la mística ascética. Él en su reflexión y actuar está consciente del peligro que es la soberbia, por lo que tiene otro mandamiento: «Enciende tu luz pero apaga tu brillo». Sentencia que el orgullo y la soberbia intelectual son los principales enemigos del recto Pensar y Hacer. «Hay que demostrar que se entiende pero no decir yo sé».
De esa integración, encontrada en la obra que se dicen provienen del “tres veces grande” Hermes Trismegisto, y de su meditación se desprende su concepción religiosa llena de poesía: «Tener por templo el Universo. / Por altar el corazón lleno de bondad. / Por sacerdote la conciencia, / y por imagen a Dios». Estamos ante un panteísmo racional, gobernado por una casualidad física y étnica.
Su posición en torno al cristianismo muestra la originalidad de su pensamiento y de su hacer: «No es cristiano el que lleva en la ancha frente una cruz, eso es profano. Es cristiano el que el dolor ajeno tal siente y ante la humildad se inclina reverente, ese es cristiano». Al acercarnos a don Luis Zambrano no sólo estamos ante un inventor o tecnólogo popular, sino ante alguien que transformó su crear y su hacer en una comunión con la naturaleza, la razón, la luz, el ser útil y Dios.