Cinematografías de Chile y México sobresalen en la Berlinale 2017
Por Martha Escalona Zerpa
Desde Berlín especial para Analítica.com
El crecimiento, la diversificación y la expansión del cine latinoamericano es hoy en día un hecho inobjetable. Por una parte es el resultado del financiamiento estatal y privado para la realización de películas de ficción y documentales, y por otra parte está conducida por una generación de jóvenes cineastas, mujeres y hombres, que le dan vida y dimensión a éste fenómeno artístico, cultural y, si se quiere, también sociopolítico.
La evidencia de este planteamiento la venimos observando en las películas latinoamericanas que son seleccionados, para las diferentes secciones en el Festival Internacional de Cine de Berlín – Berlinale – en sus últimas ediciones.
De un total de 399 películas mostradas durante la recién concluída 67. Edición de la Berlinale, 24 películas provinieron de Chile, México, Cuba, Argentina y Brasil.
No solamente ésto es una buena noticia para un subcontinente aún sumido en la desigualdad, la impunidad legal, la corrupción de estado y la violencia, sino que además cuatro de estas 22 películas sobresalieron dentro del total obteniendo premios significativos dentro del festival. Dos de ellas son chilenas y dos de ellas son mexicanas.
El «ser mujer» en el cine de Sebastian Lelio
Por segunda vez, el director chileno Sebastian Lelio es premiado por una película. Ahora obtuvo el Oso de Plata al Mejor Guión junto con Gonzalo Maza por «Una mujer fantástica».
Poco antes «Una mujer fantástica» recibió otro importante galardón: el Premio Teddy (Teddy Award) a la mejor película de la Berlinale, destinado al cine sobre diversidad sexual, es decir, LGTB y además una mención especial de los premios ecuménicos, ambos otorgados por jurados independientes.
Sebastián Lelio es también el director de «Gloria», cuya protagonista Paulina García ganó el Oso de Plata a la Mejor Actriz en 2013. Además se llevó los trofeos cedidos por el jurado ecuménico y por la Asociación de Cines de Arte y Ensayo de Alemania.
Ambas películas tratan «el ser mujer» en la sociedad chilena. En Gloria, su protagonista va más allá de las expectativas sociales para retomar su vida después de cumplir todos las funciones sociales esperadas, ser hija, madre, abuela. Pero no quedarse conforme con ello sino con un interés reinvidicativo y autónomo de seguir explorando su feminidad más allá de las convenciones sociales.
En «Una mujer fantástica» la protagonista es una mujer transsexual Marina (Daniela Vega), que trabaja como camarera y es estudiante de canto lírico. De un momento al otro Marina debe enfrentar la sorpresiva muerte de su novio, Orlando, un hombre divorciado y considerablemente mayor que ella, y luchar contra la discriminación, la exclusión y las vejaciones de la familia del novio, quien la desposean de todo lo que compartía con él: auto, apartamento y perro.
Marina lucha sola contra la discriminación sexual ante su identidad de mujer transexual y no hay ningún avance en la toma de conciencia de la familia o de las autoridades médicas o policiales que investigan las causas de la muerte de Orlando.
«Una mujer fantástica» muestra desde lo singular los lineamientos ultraconservadores de la sociedad chilena y de su indiferencia para apertura a una mirada abierta y transformadora de sus propias representaciones de familia, identidad sexual, sexualidad y amor entre sexos iguales.
La equiparación entre «Gloria» y «Una mujer fantástica» es evidente. Son retratos del ser mujer en una sociedad como la chilena, con un pie en el conservadurismo y otro pie en la modernidad. Dos modelos alternativos del ser mujer, desde la propia perspectiva autonóma y empoderada. Desde el propio abordamiento biográfico y con propios recursos subversivos para la transformación personal. Dos mujeres, curiosamente, que cantan y bailan, y que están siempre acompañadas por la música al manejar el auto por la ciudad.
«Si el mundo no está preparado para mi, yo sí estoy preparada para estar en el mundo», dijo Daniela Vega en una de las muchas entrevistas que dió en Berlín, en el contecto de presentación de su película.
Además, la ópera prima, el «El pacto de Adriana» de la joven directora Lissette Orozco obtuvo el Premio cinematográfico de la Paz («Friedenfilmpreis»), en el cual la directora aborda una investigación minuciosa sobre el rol de su propia tía en la Dirección de Inteligencia Nacional, la DINA, durante la Dictadura de Pinochet.
El tema de la violencia y la impunidad en el cine mexicano
¿Cuál sino el tema de la violencia podía ser el tema más importante para el cine mexicano y ser mostrado en la plataforma cinematográfica que ofrece la Berlinale?
Las estimaciones sobre cifras de homicidios debido a conflictos armados es, en México, la más alta en toda Latinoamérica. Es una guerra muda, continua, indomable entre los diferentes carteles del narcotráfico y estado mexicano.
La violencia en México ha provocado en los últimos 15 años más muertos que las guerras de Afganistán e Irak. Según cifras oficiales del Instituto de Estadística mexicano, entre los años 2007 y 2014 murieron 164 mil civiles, frente a 103 mil que suman los dos conflictos en Oriente Próximo. Y no pareciera que se asomara una solución ante ella. La impunidad, el soborno y la corrupción de las organizaciones involucradas lo impiden.
Ha sido un gran reconocimiento por parte de los jurados de la Berlinale haber premiado a dos películas que tematizan esta problemática alarmante, en la que los directores y los equipos fílmicos arriesgan sus propias vidas al filmarlas.
Se trata del Oso de Plata como mejor cortometraje a la película «Ensueño en la pradera», del director mexicano Esteban Arrangoiz Julien. En la película, un chico regresado de Estados Unidos conversa en el campo con una chica que nunca ha dejado México.
«Ensueño en la pradera», trata de reflejar las difíciles condiciones de vida que sufren muchos mexicanos y el impacto de la violencia en los habitantes de los pequeños pueblos, pero sobre todo en niños y niñas que viven la violencia como algo cotidiano.
Además «La libertad del diablo», del director mexicano Everardo González, que da voces a las víctimas y a los propios asesinos envueltos en el narcotráfico, recibió el premio que otorga Amnistía Internacional al mejor documental.
Lo que fue la Berlinale 2017
Ojalá que Dieter Kosslick, director de la Berlinale, se retracte de su comentario poco reflexionado, que soltó durante la gala de apertura, en el que opinó que tiene tiempo sin ir al cine, porque no quiere sentirse molestado por los otros espectadores en la sala de cine.
Este comentario despertó una molestia generalizada y más de un periodista lo asumió muy seriamente, apuntando acerca de la gran paradoja: el director de un Festival Internacional de Cine de talla A que se rehúsa a ir al cine.
Quizás por eso, esta 67. Berlinale fue para muchos, pobre, debido a la poca concentración de películas sobresalientes (específicamente lo que concierne a la sección oficial), tibia (nunca airada o apasionada) y con un pulso tan lento llegando a la bradicardia.
Lo que podría ser la Berlinale 2018.
Soñamos con una 68. edición – Berlinale 2018 – que traerá una excelente selección de películas, de esas vigorosas, que dejan huella y permanecen intactas en la memoria para ser evocadas y contadas infinitamente.