Neruda y Jackie al descubierto, por Aquilino José Mata

Un mujeriego que frecuenta burdeles, un militante comunista lleno de contradicciones y un escritor con un ego desmesurado que busca asegurar su posteridad, son algunos de los rasgos distintivos de la personalidad de Pablo Neruda que el director chileno Pablo Larraín expone sobre el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1971, en su más reciente película, Neruda, que presentó en el marco de la Quincena de Realizadores de la más reciente edición del Festival de Cannes, donde fue aplaudido vigorosamente.

Larraín, ganador de esa misma sección del festival francés en 2012 por No, sobre la campaña del plebiscito que en 1988 terminó perdiendo el dictador Augusto Pinochet (también compitió por el Oscar a la mejor cinta de habla no inglesa), y que en su siguiente filme, El Club (2015), la historia de un grupo de sacerdotes aislados en una remota casa de playa, luego de décadas cometiendo abusos, incluyendo la pederastia, obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín, apuesta ahora por este “falso biopic” con una gran cuota de ficción, destinado a descubrir al hombre detrás del poeta.

 “Más que una película sobre Neruda, esta es una película a la Neruda”, dijo entonces el director chileno. En otras palabras, es una fantasía matizada de trazos biográficos. Se trata de una road-movie policial, que narra el periplo en la clandestinidad del genio de las letras, perseguido por el gobierno de Gabriel González Videla, quien en 1948 ilegalizó el Partido Comunista y le retiró a Neruda el fuero de senador.

Este episodio, que lo marcó para siempre, lo convirtió en el símbolo mundial de la libertad y en leyenda literaria, con la publicación poco después del Canto General, una de sus obras maestras. En su discurso ante la Academia sueca, que le concedió el Nobel de Literatura en 1971, hizo referencia a este capítulo de su vida.

Gael García Bernal interpreta a Oscar Peluchonneau, jerarca de la policía política de Chile, encargado de la búsqueda de un Neruda que en su travesía vivió en clandestinidad entre Santiago, Valdivia y el sur del país, hasta que, de la mano de Pablo Picasso, aterrizó como exiliado político en Europa. Luis Gnecco, quien ya trabajó con Larraín en No, da vida a Pablo Neruda, mientras que Alfredo Castro, otro de los habituales del cineasta, encarna a González Videla.

Lo primero que intriga y sorprende es cómo se muestra a Neruda: demasiado enamorado de sus beneficios burgueses hasta entrar en contradicción con sus principios políticos, afectado y un poco falso, talentoso pero excesivamente vanidoso. A su vez, se observa el fuerte peso que tiene su mujer de entonces, Delia, en su vida y hasta en su obra.

El hombre puede dictar un célebre poema mientras manosea a una prostituta, ir de fiestas y tener enfrentamientos políticos con militantes de su causa, todo en una suerte de fuga circular a través de la cual se va volviendo más mito y menos “persona real”, pese a los intentos del detective de probar lo contrario.

La figura del investigador que encarna García Bernal es la que lleva a la película al terreno del noir -elección más que acorde con la época en la que transcurre-, pero con una vuelta de tuerca. Es él quien narra los sucesos de la historia y cuenta un poco lo que la película no muestra de la vida del escritor. Ese juego del gato y el ratón se extiende durante todo el relato, con Oscar y Neruda tratando de ver quién es más sagaz que el otro en esta persecución.

“No creo que mi mirada sea cruel, al contrario, está llena de compasión; estoy enamorado del personaje que he creado”, puntualiza el realizador. Y para enfatizar el tono de su filme, se va a los hechos:

“A Neruda lo buscaron 300 policías durante más de dos años y nunca lo capturaron. Andaba prófugo, pero también hacía fiestas, iba a reuniones y circulaba por las calles. Se presta para pensar que aunque González Videla ordenó su detención, en algún momento prefirió que eso no sucediera, pues tener preso a Neruda era impresentable. De ahí entonces nos viene la idea de un policía que debe perseguir a alguien, pero sin tener que atraparlo. Eso, en la película, nos sirve para entrar a la farsa, la comedia y el humor negro. Es un coctel cinematográfico entre parodia y género policial”.

Y ahora viene Jackie…

Nada tradicional será también Jackie, primer filme rodado en inglés por Pablo Larraín, descrito como “sorprendente e inesperado” por Alberto Barbera,  director artístico del Festival de Venecia (el mismo que el año pasado ganó el venezolano Lorenzo Vigas con Desde allá), donde competirá con otras 9 películas, a partir del 31 de este mes de agosto.

El largometraje narra un episodio en la vida de Jacqueline Kennedy, esposa del asesinado presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, centrado en los cuatro días siguientes al fatídico hecho, ocurrido en noviembre de 1963.

En los breves adelantos que se han dado a conocer, aparece Natalie Portman, como Jackie Kennedy, bellísima y esplendorosamente chic en un salón de la Casa Blanca. El reparto estelar lo completan Peter Sarsgaard, como Robert Kennedy, hermano del malogrado mandatario, y Greta Gerwig, quien encarna a una funcionaria de la mansión presidencial.

Larraín se cuida de suministrar mayores detalles de su película, aunque asegura que, como Neruda, no tendrá nada de convencional. Refiriéndose a la decisión de trabajar con Natalie Portman, comentó:

“Me parecía la candidata natural, creo que ella tiene la elegancia, la complejidad y el misterio para hacerlo”. En cuanto a la actriz, aceptó el papel después de quedar favorablemente impactada con El club, además de darle la posibilidad de reunirse nuevamente con Darren Aronofsky, quien la dirigió en Cisne negro, cinta que le valió el Oscar, y que esta vez es uno de los productores.

Luego de Venecia, Jackie irá a otros festivales internacionales antes de su estreno, previsto para febrero de 2017. El de Neruda será en septiembre.