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Charles Bronson, otra leyenda de HollYwood

Nos dejó el recio actor Charles Bronson, a los 81 años, después de una carrera que abarcó el pasado medio siglo y unas 60 películas de acción . Sin recibir jamás un Oscar u otros premios por sus actuaciones, representó cabalmente al ‘justiciero norteamericano’ y fue uno de los símbolos masculinos de Hollywood..

(%=Image(4139310,»R»)%) Bronson dejó su marca en el cine como un integrante del cuartero de ‘duros de los 70’, al lado de Steve McQueen, Burt Reynolds y Clint Eastwood. Trabajó primero en papeles secundarios de peliculas de acción muy taquilleras, pero ya que no se le colocaba en roles principales y necesitaba reafirmar su talento, siguió el ejemplo de Eastwood y a fines de los 60 decició hacer una pasantía en Europa, para trabajar al lado de Alain Delon y luego bajo la dirección de directores prestigiosos como René Clement y Sergio Leone en clásicos como El pasajero de la lluvia y Erase una vez en el Oeste. Elogiado por la crítica europea, regresó triunfante a Hollywood a los 50 años para reiniciar una carrera llena de papeles de aventurero y policía, donde predominó la serie de cuatro filmes sobre El vengador anónimo (Death Wish), un verdadero fenómeno de taquilla que lo llevó a ser uno de los actores mejor pagados del cine, antes de que los salarios millonarios fueran comunes..

Bronson, hijo de una familia pobre de inmigrantes lituanos ejerció diversos trabajos duros en su juventud, incluyendo el de obrero en minas de carbón -como su padre- e incluso tuvo problemas con la justicia, salvándose de severas condenas ya que el ejército lo necesitó para pelear contra los japoneses en la II Guerra Mundial. Siempre aficionado a la actuación, formó parte de grupos teatrales en California, donde llamó la atención de algunos productores de cine y alogró papeles minúsculos al lado de luminarias como Gary Cooper, Spencer Tracy, Katharine Hepburn y Glenn Ford. En esa época se cambió de nombre artístico a Bronson, ya que su apellido de familia, Buchinsky, estaba mal visto en los años 50 por tener raíces rusas, cuando el senador McCarthy estaba en plena cacería de simpatizantes del comunismo.

Pero fue la televisión el medio en que Bronson se puso a valer, pues hizo de protagonista de una serie medianamente popular com El hombre de la cámara, depués de la cual siguieron roles importantes en películas de alto calibre, interpretando uno de los ‘siete magníficos’ al lado de Yul Brynner (un remake de Los siete Samurai de Kurosawa), luego como uno de los prisioneros de guerra en un campo de concentración, en El gran escape, junto a Steve McQueen, y finalmente como uno de los convictos suicidas en un exitazo de acción bélica, Los doce del patíbulo, al lado de Lee Marvin. De esos recios actores, Bronson seguramente aprendió muchos gajes del oficio, que le sirvieron para establecerse luego en roles protagónicos y convertirse eventualmente en el duro más cotizado de Hollywood.

Su vida privada no estuvo exenta de tragedias, pues su esposa Jill Ireland – una actriz inglesa que lo acompañó en algunos de sus filmes- enfermó de cáncer y sostuvo una larga lucha contra la enfermedad, así como con la drogadicción de un hijo que ella tuvo con el actor David McCallum, mejor conocido como el agente Kuryakin en El hombre de CIPOL. (Se dice que fue amor a primera vista e incluso Bronson, al conocerla, le anunció arrogantemente a McCallum: “¡Voy a casarme con tu esposa!”.) La muerte de la Ireland en 1990 fue un duro golpe afectivo, aún para una persona que aparentaba ser insensible y fuerte en sus personajes de celuloide, pero su actividad fílmica pudo distraerlo suficientemente, rehaciendo su vida al lado de su última pareja, Kim. Y aunque Bronson ya era sesentón, siempre tuvo papeles protagónicos en sus películas, actuando como veterano polícía o investigador privado.

Después de varios impactantes papeles en filmes policíacos, como en El expediente Valachi, Mr. Majestic y Telefon, vendría la cinta que le dio más fama, El vengador anónimo (Death Wish), donde interpretó un arquitecto cuya familia fue asesinada por unos pandilleros y -ante la inacción de la policía- decidió vengarse por su cuenta. La película fue tan taquillera que mereció tres secuelas, todas muy vistas y que causaron mucha polémica por iniciar una tendencia a la venganza personal en EE.UU., una reacción lógica en un país donde los criminales reciben muchas concesiones gracias a los abogados inescrupulosos. Pero Bronson no se inmutaba por esa crítica, declarando en una ocasión que “esos filmes, al igual que la serie de Eastwood de Harry el sucio, tenían éxito ya que muchas víctimas de crímenes buscaban en vano el cumpimiento de la ley”. Sin duda ambas series ayudaron a crear conciencia sobre la necesidad de que la justicia fuera más eficiente.

Otro de los papeles muy recordados de Bronson fue el del jefe de los comandos israelíes que rescató a los rehenes del secuestro del avión de Air France, en el aeropuerto de Entebbe, Uganda, sitio facilitado por el dictador de turno Idi Amin a los extremistas que exigían la liberación de los terroristas palestinos en Israel.

Bronson, con su estilo decidido, su rostro inexpresivo y sus lacónicas frases, era considerado como el duro nórteño por excelencia, especialmente en la Europa que lo rescató de sus papeles secundarios. Con sus fama de héroe justiciero, contribuyó decididamente a crear la imagen de invencibilidad de los policias y guerreros estadounidenses, pues en su presencia los malhechores estaban perdidos.

Y aunque sus películas eran mayormente vehículos escapistas y nunca tuvo ni el talento ni el prestigo de actores de la talla de un Clark Gable (con un gran parecido físico con Bronson), ni era tan apuesto como un Marlon Brando o un Gregory Peck (en Italia lo llamaban il brutto,o sea, el feo ), se vanagloriaba de que sus cintas no sólo eran más taquilleras sino que él era mucho más apreciado mundialmente. Y lo decía sin pena alguna, pues en los años 70 recibió un premio Golden Globe -concedido por la prensa extranjera en Hollywood- que lo declaraba como ‘el actor más popular del cine’, una distinción que pocos obtuvieron en un ámbito tan competido.

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