Bien hecho
Nunca hemos sido demasiado cercanos espacialmente, cada uno ha andado por su camino, pero creo que espiritualmente lo he sentido siempre ahí, donde debe estar. En las cárceles de Pérez Jiménez o en abierta confrontación con este otro Tarugo que nos aplasta, para hablar de política. Pero ahí quiere decir también como un militante del país cultural, al cual yo también pertenezco y amo y me inquieta. Lo sé siempre soldado de las mejores causas, de las de abajo, él tan formado como intelectual y artista. Lo concibo meditabundo, tenaz, crítico e irreverente.
En más de una ocasión seguí foros suyos en la vieja y noble Cinemateca y me impresionaba su temple democrático para el que no habían intervenciones que no fueran dignas de ser oídas, su carácter aventurero para lanzarse por caminos que parecían no llegar a ninguna parte pero que siempre dejaban una inquietud, una estela. Sentía su pasión por la idea, su sensibilidad de artista, el vigor de sus convicciones que estaban mucho más allá de la cultura ornamental, que eran vida verdadera. Sé de sus andanzas por cualquier camino donde se necesitase mano de obra para que en este país floreciera la lucidez y la belleza.
Ahora nos resulta un extraordinario pintor, clandestino, que pintó durante decenios en sus catacumbas, vaya usted a saber por qué. Ese que ahora podemos ver en la exposición del Banco Provincial, impulsada por sus innúmeros amigos y curada por Mariela Provenzali. Por ello considero un gran honor y un gran acierto que nuestro Literales le dedique este cálido homenaje, al cual me sumo entusiasmado.
Agradecemos a la curadora y a la fundación del Banco Provincial los materiales cedidos para este número