Entretenimiento

Arquitrave: una revista colombiana de poesía

Arquitrave (con b), es una palabra propia de la arquitectura pero no de la poesía.

Que hoy, por lo menos en Colombia, se acepte como más familiar a ésta (con v), es obra del poeta Harold Alvarado Tenorio, quien ha fundado una editorial y una revista (www.arquitrave.com), de cada vez más ganado prestigio, con este nombre. A diferencia de un comienzo, hoy a nadie parece exótica la palabra y se acepta sin mayor inquietud entre los que leen, escriben o deliran con el asunto poético. Alvarado Tenorio la tomó de un poema de Jaime Gil de Biedma, poeta al que guarda devoción, y sobre el cual ha escrito más de un ensayo, no sólo para hacer reconocimiento de un autor único, sino también para concelebrar temas e idearios afines.

Arquitrave es bella, sin ostentación, de vocación universal, y sólo llega a sus suscriptores de dentro o fuera del país. Alvarado Tenorio, vigilado por su gato chino llamado Borges, la edita en su apartamento de Bogotá, sirviéndose de dos ordenadores y tres impresoras y de los cuidadosos servicios de un amigo encuadernador. Mientras a otros la jubilación sólo les da para neurotizarse, a Alvarado Tenorio el tiempo no le alcanza para realizar una tarea que no tiene fin y que, día a día, le da a ganar el cielo. Al menos aquél, poco aburrido, de que habla Álvaro Mutis para quien “los poetas son santos y van al cielo”.

Ex-profesor de la U. Nacional de Bogotá, Harold Alvarado Tenorio ha vivido en New York, Madrid y Beijing, donde se casó con una bella china, hija de diplomático, con la que aprendió el Mandarín. Habla perfectamente el inglés y el francés y, en las noches de borrachera, sermonea en quechua. Ha traducido del griego a Kavafis. Su poesía, que rinde culto al cuerpo y las pasiones, es poco ortodoxa y hace de su singularidad y lucidez, de su melodía asordinada, momento aparte dentro del aburrido y todavía surrealista o extremadamente llano panorama de la poesía colombiana.

Nacido en Buga, pero cosmopolita de vocación, su inmensa cultura, junto a su crudo humor e independencia de carácter, le han servido también para que, continuando cierta tradición libelista e indomable nuestra –la de Vargas Vila, Fernando González, Gonzalo Arango y Fernando Vallejo, maestros del sarcasmo, el vituperio, la ironía, el insulto y la ofensa, armas utilizadas para despertar las conciencias en un país aletargado –, haga repaso de un presente literario no siempre ejemplar.

Es quizás esta vena que, por supuesto, no goza de mucha popularidad entre muchos de sus colegas, la que mejor lo define. Harold Alvarado Tenorio, en el fondo, detrás de su apariencia de niño grande e irreverente, es un moralista de viejo cuño, que descarga sus rayos y su ira, cada vez que su hígado se lo indica, porque el mundo que le tocó no le gusta y quiere cambiarlo.

Cambiarlo con su dardo venenoso, su poética irreverente o con un arma aún más sutil: una revista de poesía, es su propósito. Y con el desinterés y afán, el sagrado entusiasmo de un iluminado.

Arquitrave se fundó en 2002, ha publicado 30 números y va en su quinto año. Es una publicación impresa y virtual. Se publica cada dos meses.

Aquel piso vacío…

Recordemos tú y yo

aquel piso vacío

que daba a la plaza de toros

a mediados del año

de tus dieciséis

cuando al vernos de nuevo

tras meses de disgusto

tanto nos amamos

que al partir

y recibir la paga

dijiste que te habías

enamorado de mi cuerpo

más que de mi alma o mis palabras.

Yo también te amo

y es tu cuerpo

el alma que adoro

y tus ojos

y tu boca

y aquel tu lugar

por donde me fugo

hacia tu vida

que es mi muerte.

Con gusto

moriría por verte

una vez mas

y morir.

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