Entretenimiento

Antes que anochezca

(%=Image(5376331,»L»)%) Consecuente con el novelista, Julian Schnabel privilegia las vicisitudes del
homosexual en su última película («Before night falls»). Sin
embargo, logra transmitir la realidad de un régimen represivo, atentatorio
contra la dignidad de la persona, siendo un abnegado propagandísta de los
ideales que la vida cotidiana muele inexorablemente.

No hace falta acudir siquiera a las inclinaciones de Reynaldo Arenas para
confirmar la naturaleza del totalitarismo. Hablamos del soldado escolarizado
por años en las consignas, que se permite cualquier capricho: coloca la
pistola en la boca del prisionero, humanamente aterrorizado, y será
suficiente el zumbido de un mosquito, el gesto confuso de la víctima o la
invocación de un fervoroso discurso del Líder, para disparar. Y si lo
hubiese hecho, en una de las mejores escenas del filme, nada ocurriría, todo
seguiría igual y, a lo mejor, serviría de recomendación para una medalla, la
que no alcanzó el primo o el tío en las incursiones africanas.

Precisamente, la banalidad del mal que tanto angustiara a una Hannah Arendt,
está presente en toda la obra. Acierta al apuntar algunas experiencias, por
ejemplo, la mirada que logra hacerse serena en Mariel para no provocar al
funcionariado uniformado, encaramándose finalmente en uno de los yates; o la
propia y casi imperceptible del patrullero que, simplemente, cambia de
impresión y deja en completa impunidad el hurto de la playa. No es el
temprano abandono paterno y la represión familiar en medio de una pobreza
que Arenas dixit- le concedía libertades, los besos y galanterías ni
el golpe propinado por el clavadista irrespetado por un maricón que lee
El lazarillo de Tormes. El tufo policíaco impregna el filme,
tanto como en el reportaje tropical que pasó por estos días «Film and
Art» o «People and Art» por lo que nos parecieron
innecesarios ciertos deslices documentalistas

Esta vez luce convincente en su papel Javier Bardem, porque en
«Segunda piel» de Gerardo Vera lució evidentemente sobreactuado.

Y, por si acaso, dejo constancia que no soy homosexual y ojalá hubiese
tenido en la vecindad a Ariadna Gíl. Esto es harina de otro costal.

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