Andy Warhol el artísta como factoría
(%=Image(6026153,»C»)%) Para Andy Warhol, su nombre verdadero era Andrew Warhola, el arte fue un fervor capitalista, una pasión de colores vibrantes con hamburguesa de fondo. Su obra de arte en conjunto es un tributo a lo intrascendente, una ofrenda a lo pasajero y a la sociedad de consumo que encumbra ciertos clichés en el altar de la iconografía popular y masiva. Hoy se le recuerda más por su fealdad, sus rarezas y por su promoción cosmetológica de la sopa Campbell que por la serie de rostros de famosos que pasaron por su visión estética sicodélica o sus películas absurdas, cínicas (que le debían mucho al cine Dada y al cine surrealista) y que trataban de ser ejercicios de escándalo antes que un cine de propuestas estéticas acabadas y certeras.
Nació en Pittsburg en el año 1928. Enfermizo. Taciturno y homosexual. Todo un símbolo decadente de la gran cultura made in USA. Con semejante carné de características no era extraño que aterrizara en la pintura como una puerta ideal para escapar del rechazo y la soledad. Desde niño se asumió como un ser especial y aunque nunca tuvo talento para dibujar ni pintar estaba seguro que era un artista, estaba convencido que él sería su propia obra y para ello ya su fisonomía antes que un obstáculo fue un inesperado acicate.
Graduado en el Carnegie Institute of Technology en 1949, se traslada a New York y poco a poco se hace de cierta fama como artista comercial. La mutación de su apellido de (Warhola a Warhol) fue por azar: la revista Glamour Magazine publicó uno de sus dibujos titulado Success is a Jobz en agosto de 1949, debido a un error su apellido apareció como Warhol, en lugar de Warhola. Desde ese momento decide adoptarlo como nuevo apellido. Su trabajo con anuncios publicitarios e ilustraciones sigue desarrollándose y para 1955 se convierte en una figura relevante como pintor comercial en New York.
Warhol nunca tuvo algún rasgo angelical. Su aspecto revulsivo fue una maldición bendita. Su vida fue en muchos aspectos fue tristona y gris, propia de los acomplejados solitarios. Un pato feo y epiléptico para completar la foto bastante movida. Debido a una enfermedad perdió el pigmento de la piel y su tez cadavérica producía cierta repulsa desoladora. Su cabello oxigenado, especie de peluca artificial, le proporcionaban un aspecto de fenómeno de feria inigualable. Consciente de que su apariencia se apartaba años luz de ese ideal de la belleza común una vez aseveró: “Sé que mi aspecto es horrible, y nunca me preocupo en acicalarme o de intentar ser atractivo, porque no quiero historias con nadie. Mis mejores rasgos los desluzcos y resalto los malos”.
Para subsanar su monstruosidad extraterrestre Warhol, tuvo en el arte su máscara perfecta y contra una sociedad opulenta, obesa, que se desgastaba desesperadamente en el aburrimiento electrodoméstico; que había hecho del hedonismo tecnocrático un omnipresente fantasma secular de la muerte nada mejor que un arte abocado a lo superfluo, a la banalidad de esos objetos cotidianos que comprimen al individuo y lo empujan a estar en un eterno comercial publicitario. Warhol decidió decorar todo aquel marasmo existencial con latas de sopa. Se adueñó de los mitos del cine y la farándula para inmortalizarlos con colores eléctricos. El Pop Art fue una estética sin urgencias filosóficas ni políticas, sólo buscaba decorar el status, sólo trataba de abrirse paso en el mercado del arte, para subrayar su importancia. Sólo buscaba convertir la obra en una mercancía insustancial sin otro parámetro que lo decorativo con cierto aire de actualidad sicodélica.
La historia del arte ficha con el nombre de ‘Pop’ a una serie de artistas y tendencias que marcaron época e iniciaron alrededor de la década del ’50 la vuelta a la figuración retomando los postulados de movimientos artísticos como Dadá o los surrealistas y de artistas como Marcel Duchamp, K. Schwitters y John Heartfield. Los artistas ‘Pop’ vienen a saldar cuentas con el cacareado sueño americano, aunque de seguro exagero si tomamos en consideración lo dicho por Rauschenberg: “Mi obra nunca fue una protesta contra lo que estaba sucediendo». A diferencia de otros artistas de esta tendencia (Jasper Johns, Roy Lichtenstein, Robert Rauschenberg) Warhol le agregará a su obra su yo publicitario y estrafalario. Cuestión que tampoco es original ya que Salvador Dalí fue un indiscutible maestro en eso de avivar la escena artística con apariciones fuera de tono y declaraciones siempre polémicas.
Su vida pública sigue una estricta agenda para darle alguna carnadura polémica a su obra (casi siempre fatua y colindante con el mal gusto) por revestir su trabajo artístico de un tono contracultural bastante en boga por esos días. Programa sus apariciones como precisión ejecutiva, sus asistencias a fiestas, su vestuario; se convierte en un Hombre-Anuncio que además de vender sus pinturas se vende a sí mismo. Cuenta con dobles y guardaespaldas (sobre todo después que una de sus seguidoras, Valerie Solanas, atentara contra su vida en 1968), y convierte su vida privada en una caja negra inexpugnable: se sabe algo sobre su vida, que profesa la religión católica, que no es un improvisado y tiene estudio de diseño, que es en suma tímido, que no hace alarde por demostrar emociones y parece metido en un papel teatral de parca indiferencia. Su interés central en cuanto a su visión de arte fue crear una factoría la cual a su vez sería un taller de creación permanente en donde se editarían revistas, se trabajaría el cine y sería un verdadero emporio de la contracultura que comprenderá creaciones de toda índole, desde la composición de canciones hasta objetos fetiches para consumir en masa.
En los finales de lo años sesenta Warhol se rodeó de una corte de acólitos estrafalarios: roqueros segundones y sin fama, prostitutas, chulos y transexuales. Escandalizar era su premisa. Filmó películas salpicadas de imágenes repetitivas y sujetas a una mecanización absurda, fría. Sus películas registran imágenes fatuas de larga rutinización. Metió en sus cuadros imágenes triviales como botellas de coca-cola, rostros de actores, actrices, cantantes o cualquier otro motivo de consumo masivo. Subrayó en su trabajo artístico la violencia, popularizada a todo nivel en la mentalidad norteamericana, y accidentes de tránsito, asesinos en serie o delincuentes más buscados conformaron los modelos ideales para su trabajo. Ninguna imagen urbana y marginal escapó al lente de su polaroid, que pendía de su cuello como un tercer ojo nada místico. En él se combinaron con habilidad el artista sin talento y el genial hombre de negocios o como el mismo escribió: “Ser bueno en los negocios es la más fascinante de las artes”. Fue un voyeur urbano que utilizó el arte para ganar dinero, pero que al mismo tiempo buscaba convertirse él mismo en un icono chic y contracultural. Cuando la factoría empezó a mover sus engranajes su nombre se convirtió en una marca registrada cotizada bien el mercado. Fue tal su éxito que apadrinó a varios pintores noveles como Jean Michel Basquiat.
En sus últimos años se convirtió en un rebelde jubilado, en un Dadá fuera de época y apestado de anacronismo. De esta época son sus serigrafías de gran formato repletas de armas y revólveres que apuntan amenazantes al espectador, en donde enormes cuchillos parecen reclamar la garganta del público. Fue un gran divulgador de idioteces sobre el arte y su libro “Mi filosofía de A a B y B a A” es un compendio de soberanas ideas chatarras. Aunque tuvo claro donde comenzaba el negocio y donde terminaba el arte. No fue un pensador o como él mismo lo puntualizó: “Comprar es mucho más americano que pensar, y yo soy el colmo de lo americano”. Patentó eso de los cinco o quince minutos de fama, pero las palabras de su madre lo definen mejor: “Es un genio, el genio del siglo. Lo tiene todo: lo bueno y lo malo, lo mediano, lo asqueroso, lo terrible, lo ofensivo…es como estar mirando la vida”.
Andy Warhol fue precursor del artista como pieza estética, fue pionero en convertir lo insulso en una estética. Su museo es un compendio irrisorio de chatarra y otros utensilios muy cerca de la basura no biodegradable; sin embargo supo vender muy bien su fealdad y su talento como gran vendedor de cachivaches y de cuadros seudo pintados, demasiado para un hombre que consideraba que lo más hermoso de Florencia era el restaurante McDonald’s.
IDEAS SUPOSITORIOS ( MARCA WARHOL)
«Debería haber un curso en la escuela elemental sobre el amor. Debería haber cursos de belleza, amor y sexo. El más importante el del amor.»
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«No puedo comprender por qué jamás he sido un expresionista abstracto, porque con mi mano temblorosa me habría convertido en un artista natural.»
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«Nunca he conocido a nadie a quien no pudiera considerar una belleza.»
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«Representa el mismo trabajo para una persona atractiva no practicar el sexo, como practicarlo para una persona no atractiva.»
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«Hoy en día, si eres un truhán, aún puedes estar bien considerado en las alturas. Puedes escribir libros, salir en la tele, conceder entrevistas: eres una gran celebridad y nadie te desprecia por ser un ladrón. Aún estás en las alturas. Esto se debe a que lo que más quiere la gente son estrellas.»