Alejo Urdaneta:Tres poeamas eróticos
Alejo Urdaneta (Caracas/Venezuela)
AMANTES
1
Despierto la guitarra de tu cuerpo
con la caricia en el ungüento de los dedos,
lamido de lenta lengua
en la blandeza azul de tus anillos.
Temblor de ave adormecida
que pasea en mármoles de humo.
2
El hueso de la tarde es palpitante abrazo
extenuado,
ventisca que se aloja en las ventanas,
bajo el deseo de sabanas y llanto.
3
Lloro por ti y me pierdes
tras los espejos de la lluvia,
y me buscas en el odre hueco
de la fragancia gris del vino.
4
Ya el cuerpo abandona su delirio,
tu boca aprieta en las manos
un recuerdo,
un adiós,
en el lienzo inviolado de la tarde.
5
Piedra desdeñosa de la sombra,
forma del cuerpo en la calzada,
en el pavimento de la noche iluminada.
El amor es peregrino de otras aguas,
trenza en el cuello del cisne,
perfil de blanca perla,
cintura ceñida a mi distancia,
torso de espiga
de la voluble flauta:
gime todavía en la garganta.
6
Dejaste la perla,
cerraste el párpado
y llegó un bosque de recuerdos,
leves brotes,
espinas blandas,
ruiseñor que canta
bajo la luna.
7
La noche maga con su rezo
clavó en las pupilas
su vaga nieve de silencio.
Hurtó la luz
de mis corceles,
trajo la inquieta ensoñación,
las olas solitarias.
&
CENDAL DE PERFUME
La barca te lleva por el mar sin estruendo,
barca y flor en tu anhelo
de tomar del agua el color boreal
de la espuma.
Yaces soñando
los colores de aquella aurora,
barca del aire,
odisea del náufrago
en el follaje marino
Y estoy sobre el risco
cuidando tu paso,
siguiendo tu sueño,
y no ves que desvelo
mirando tus ojos
en la aurora boreal.
El manto de aves en la isla
cubre el silencio y la tristeza.
Un cendal perfumado
abriga de blanco
el deseo,
arrulla el sueño
de tu noche insular.
Tu cabello de ámbar negro
enciende la noche:
Es luz de azogue
en la oscura plenitud.
Calla el mar
suspendido en tu letargo.
&&
EL SILENCIO EN LA CENIZA
Horas,
la del río que pasa
con golpe de agua turbia,
sobre la piedras
y las campanas:
El agua que no cesa.
Horas que se miden
con las nubes
y su carrera alucinada
hacia tristes azules:
Cabellera de tormenta
cabalgando en la memoria.
Soy ese río transeúnte,
soy quien golpea ciegamente
en el alba
o en la tarde encendida
de nutricia leche
Palpo en el andar sin pausa
tus fugaces velas tras la espuma,
y me quedo a la orilla
del corazón que late.
Me quedo en el silencio y la ceniza