Un país y un pueblo son sus universidades

La historia mundial de la cultura en general, del desarrollo social, de la ciencia y la tecnología, del pensamiento, de la investigación, tienen un nombre común en todos los países del mundo: Universidad.

No se puede pensar en la Universidad sólo como centros para estudiantes privilegiados. Desde hace siglos las becas, los fondos especiales y los estados han abierto las puertas del saber a los hombres y mujeres de todos los niveles sociales, sin dejar de lado las demás fuentes de formación de los pueblos, las prácticas, los talleres, las mismas empresas.

Pero el pensamiento y la actitud de las naciones tienen sus pilares fundamentales en sus universidades, y lo que ellas sean serán sus pueblos. Una señal clarísima de torpeza, ignorancia y miedo en las tiranías es precisamente su actitud de ponerle las manos y los controles a sus universidades. La autonomía tiene riesgos pero forma dirigentes en todos los campos, el riesgo del control es que sólo forma esclavos y malos empleados.

En Venezuela llegamos a tener excelentes universidades, mucho más forjadoras de libertad que los militares que sólo alardean, porque en las universidades venezolanas se incitó siempre al progreso, incluso en las que pudieran ser acusadas de ser por sí mismas negocios mas o menos rentables para sus dueños. Pero nadie puede negar las meritorias historias de las universidades venezolanas, públicas y privadas.

El chavismo lo ha intuido y por eso creó universidades –bolivariana, policial- y renombró a la Academia Militar como Universidad. Por eso no sólo duele, sino que alarma, el estado de abandono de nuestras universidades en los últimos veinte años por parte del Estado.

Se han convertido, por abandono e incomprensión, en campos de ruinas en vez de ser motores del saber y del progreso. La Revolución Francesa fue rebelión de las masas pero, con ellas, rebelión de intelectuales y sabios. La Revolución Bolivariana ha sido la rebelión fracasada de ignorantes.