Un mundo incierto
El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB acaba de presentar su Informe de Coyuntura Venezuela. Al revisar sus cifras viene a la imaginación que se trata más de la autopsia de una Venezuela liquidada por un conjunto de políticas públicas aberrantes que han venido destruyendo todos los órganos y tejidos de una economía antes vigorosa y pujante.
Comienza el informe por señalar que el mundo está atravesando por la recesión más severa desde la II Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929. Es tal la gravedad de la crisis que el Banco Mundial anuncia que este año se producirá la primera caída global del PIB mundial en los últimos 150 años y la recesión más sincronizada desde 1873.
Y en medio de esta tragedia de proporciones planetarias el país que experimenta no sólo la mayor hiperinflación sino quizá la mayor contracción económica es el nuestro. El PIB venezolano, que ya acumulaba una contracción del 61% entre 2014 y 2019, podría registrar en el 2020 una caída adicional de un 30%, en sólo un año, duplicando y hasta triplicando las caídas del PIB esperadas en países como el Reino Unido (17%), Francia (15%), Alemania (11%), Japón y EEUU (10%). La caída del PIB venezolano sextuplicará la caída del PIB mundial estimada en un 5% según los organismos multilaterales.
Al margen del informe al cual venimos haciendo referencia, cabe señalar que la situación de Venezuela se complica aún más, por cuanto su economía, tradicionalmente monoproductora y extremadamente dependiente del sector petrolero que aportaba hasta el 97% de las divisas que ingresaban al país, ha experimentado una destrucción masiva de su industria petrolera. Para 1998 el país producía 3.300.000 b/d. Hoy, conforme a fuentes secundarias citadas por la OPEP, apenas estamos produciendo 340.000 b/d, además de que el país padece una severa escasez de gasolina, diésel y gas doméstico derivada de la paralización de todas sus refinerías. En lugar de ser un exportador petrolero, dependemos hoy de la importación de esos productos y, para colmo, tenemos que hacerlo subrepticiamente como consecuencia de las sanciones de que es objeto el régimen.
La recuperación de la actividad petrolera, o si a ver vamos de cualquier otro sector de nuestra economía, se hará imposible sin un cambio radical del modelo político del país.
Cabe señalar que las principales agencias que siguen los mercados petroleros han estimado que en el 2020 los precios petroleros podrían mostrar un retroceso de 65% con respecto al año anterior. Esto sin duda impactará una economía como la nuestra adicta al ingreso petrolero, entendiendo que el mismo depende fundamentalmente de cuánto petróleo se produce y a qué precio se vende.
Como consecuencia de la pandemia, la humanidad entera está atravesando por una situación compleja; sin embargo, en Venezuela podríamos decir que estamos viviendo en el peor de los mundos. Además de la incertidumbre derivada de la crisis mundial, en nuestro caso debemos agregarle la indefensión en que se encuentra el país sumido en una crisis política de vastas proporciones.
No solo es consecuencia de un régimen incompetente, destructivo y corrupto que ha venido bloqueando los mecanismos de defensa de la sociedad, sino además porque nos encontramos con algunos sectores de la oposición que consideran que su mejor opción de supervivencia es una suerte de colaboracionismo con los responsables de nuestro drama.
También están los que no han comprendido que ante la gravedad de la situación es necesario posponer para otra ocasión las diferencias que nos separan y concentrarnos en aquello que nos ayude a superar, unidos y cuanto antes, el mayor obstáculo que se interpone en nuestro camino.
Lo cierto es que como todas las crisis, esta también llegará a su fin. Ya hemos completado el catálogo de errores. Ojalá que hayamos aprendido de ellos.
José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica