Tenemos los parámetros confundidos
A medida que se extiende la cuarentena se pierde la claridad de las ideas. Muchos buscan una explicación a lo inexplicable y pretenden culpabilizar a alguien por la situación aparentemente irresoluble.
Evidentemente, el objetivo preferido es la presidencia encargada. Se le culpa de errar, de ser irresoluta, de no estar a la altura de las circunstancias y de cualquier otro mal que se les ocurra, pero al hacerlo, parecieran momentáneamente olvidar que nuestro pesaroso existir está controlado por esta dictadura maquillada de democrática por la cosmética que le brindan quienes supuestamente se presentan como demócratas de carta cabal.
El país está peor que nunca en su historia. La crisis epidemiologíca arrecia y qué hace la dictadura, disimular, confundir, expropiar, pero ciertamente no solucionar. ¿Y qué puede hacer la presidencia encargada? Lo que ha venido haciendo, denunciar, informar. Pero no puede resolver porque la fuerza represiva la tiene la dictadura.
La crisis humanitaria sigue en un espiral indetenible. Con la detención de Saab en Cabo Verde, a la dictadura se le enredó la entrega de los claps, por cierto más negocio que solución. ¿Qué puede hacer la presidencia encargada? lo que ya intentó sin que la dictadura lo permitiera: buscar mecanismos para que ingresara alguna ayuda humanitaria.
La crisis energética se profundiza. Se acaba la gasolina disponible y no pareciera que, hasta ahora, haya sido exitosa la puesta en marcha de las refinerías y quién sabe que nos espera con el gas después de los problemas surgidos en la planta de Jose. ¿Qué puede hacer en esa materia la presidencia encargada?
La parálisis de la economía nacional sigue su atormentado curso y qué hace la dictadura, dicta medidas inconsultas que dificultan, e incluso impiden, que se reactive el aparato productivo. Confisca estaciones de servicio y ocupa hoteles sin ningún tipo de compensación económica y, preguntamos, qué puede hacer la presidencia encargada para contrarrestar esa locura.
Podríamos seguir enumerando las situaciones calamitosas que ha propiciado la dictadura, bien sea por incompetencia o por connivencia, pero ya todos saben cuáles son.
Lo que resulta inexplicable es que a los cañones de ciertos sectores del país les resulta más fácil o más cómodo apuntar hacia la presidencia encargada que hacia la dictadura, que es la única y verdadera responsable de la destrucción de Venezuela.
Si calificamos la naturaleza del Estado venezolano, el título que corresponde a la realidad es la de Estado fallido, que son los Estados que se han autodestruido gracias a la anarquía armada que impera al interior de sus fronteras, lo que ha llevado a que el gobierno falle o los ciudadanos fallen a su gobierno, es decir, que no exista una institución política que ponga en ejercicio su poder.
En otras palabras, los Estados fallidos como nuestro país, son los que no tienen capacidad de salvaguardar las condiciones civiles mínimas para sus conciudadanos (paz interna, leyes, orden, buen gobierno, etc.); Estados, que si bien tienen un reconocimiento legal internacional que los identifica como Estados-Nacionales soberanos, dentro de sus fronteras la legalidad y su potestad de aparato regulador ha sido destruido y no puede realizar las actividades que ha asumido.