Sin educación
La educación en Venezuela ha quedado en suspicacias oficiales, pésimos sueldos para un personal docente sin la menor motivación, planteles derruidos y universidades que sobreviven por milagro.
No es la pandemia y el aislamiento social lo que refrena a Venezuela y lo que nos mantiene, peor que estancados, en retroceso diario hacia la barbarie. ¿Qué se puede esperar de dirigentes que mantienen a las universidades en sólo dos grupos, las coartadas y abandonadas, y las que son plenamente obedientes?
Los gobiernos de antes del chavismo, con todos sus problemas, impulsaron un proceso de formación de los venezolanos no sólo con programas propios sino con apertura a las iniciativas privadas. El programa de becas Gran Mariscal de ayacucho nos llenó de jóvenes venezolanos formados en las mejores universidades del mundo, el programa privado ACUDE llevó a una ciudadanía totalmente alfabetizada, el INCE creó generaciones de especialistas y técnicos de sólida capacitación. Mujeres como Sofía Imber y María Teresa Castillo hicieron de las artes plásticas y la cultura interminables campos libres y de enorme vigor. Y José Antonio Abreu encontró entre los políticos, los gobiernos y el empresariado privado comprensión y apoyo para esa metodología que abrió las maravillas de la música a todos los jóvenes y niños venezolanos que, llamada “El Sistema”, hoy es aplicada en el mundo entero.
Todo eso se acabó, quienes regentan el poder han arrastrado a Venezuela a la ignorancia, la complicidad y la resignación. Hay país, lo que perdimos fue la capacidad de pensar como país y no como individuos sin interés por aprender. Un país cargado de talento manejado por ignorantes.