Perú: Una crisis política prolongada
La historia reciente del Perú es una clara muestra de cómo la fragmentación del liderazgo y los intereses políticos y personales no permiten la estabilidad política, tan necesaria para el progreso de una nación.
Desde 2011, cuando Ollanta Humala entregó la banda presidencial a Pedro Pablo Kuczynski, ningún mandatario ha logrado terminar su período. El último presidente electo, el izquierdista Pedro Castillo, apenas estuvo en el poder durante año y medio, antes de intentar dar un golpe de estado al Congreso de la República.
Desde la asunción de Dina Boluarte, exvicepresidenta del gobierno de Castillo, sectores de izquierda radical efectuaron intensas movilizaciones en contra de la mandataria, que se han saldado con decenas de muertes, ocasionando la renuncia de varios ministros y poniendo más presión sobre su débil piso político.
Según la Constitución peruana, Boluarte debería estar en funciones hasta 2026, pero ella insiste en el adelanto de los comicios, mientras sectores de izquierda pretenden la renuncia de ella y la convocatoria a un referendo para una Asamblea Nacional Constituyente.
Como se observa, la crisis peruana no terminó por el hecho que Castillo haya sido sacado del poder, más bien desató los demonios de las aspiraciones personales y partidistas, en un escenario donde ninguna fuerza tiene suficiente músculo para doblegar a sus adversarios. Perú reclama concordia, concertación y sentido patriótico. Un aprendizaje histórico del que hay que tomar nota.