Persiguiendo narcoterroristas
Mientras los organismos de seguridad del régimen, eficientes sólo para arrestar opositores en madrugadas de terror, permiten las balaceras en los barrios y que unos pandilleros se adueñen del viejo Club de la Policía Metropolitana, nuestros militares se muestran incapaces de borrar del mapa turbulento de Venezuela a unos guerrilleros dedicados al cultivo y tráfico de drogas y a ganar millones con secuestros, extorsiones y otras productivas vagabunderías.
Un régimen represor y silenciador apoyado en las bayonetas cómplices de generales incapaces de derrotar a criminales disciplinados para la producción y comercialización de drogas y que se pelean entre sí por el control de sectores delicuenciales, pelea de perros hambrientos de sangre para quedarse con los mejores huesos del productivo narcotráfico y otros crímenes rentables.
Banderas de rebeldía para tapar los hedores del crimen y la codicia. Y en eso han metido a los militares, aquellos que alguna vez nos enorgullecieron por ser forjadores de libertades.