El Editorial

¿Para qué sirve el BCV en tiempos de revolución?

Como parte de un proceso destructivo que parece no tener límites, en las últimas semanas hemos sido testigos de un envilecimiento abismal del bolívar. Nuestro bolívar, además de su valor, ha perdido las funciones que caracterizan a una moneda.

Cuando ocurren situaciones como las que vive Venezuela, la moneda local progresivamente deja de ser aceptada y los ciudadanos la van reemplazando por otras.

Eso por ejemplo ocurrió en Zimbabue cuando a raíz de la hiperinflación que azotó a ese país. El dólar zimbabuense, fue rechazado por la población y al régimen del dictador Mugabe no le quedó otro recurso que aceptar la circulación del rand sudafricano, el pula de Botsuana, la libra esterlina inglesa, el dólar australiano, el euro y el dólar estadounidense. Finalmente la moneda local fue eliminada en el 2009.

Es el mismo proceso que ocurre en Venezuela. La hiperinflación y la devaluación, indetenibles, llevaron al Banco Central de Venezuela a autorizar, en mayo del 2019, una flexibilización del control de cambios que se aplicaba desde mayo del 2003.

No se trató sin embargo de una dolarización. La misma es una estrategia utilizada para enfrentar la inflación. Puesto que la causa fundamental de la inflación es la financiación del déficit fiscal mediante la emisión de dinero local, al optar por una dolarización los gobiernos renuncian a la posibilidad de emitir dinero, ya que no pueden emitir dólares. Por esta vía se controlan los excedentes monetarios y se ataca el mal por su raíz. Ecuador, El Salvador, Panamá y Bahamas han dolarizado.

La dolarización puede ponerle una camisa de fuerza a la inflación. Lamentablemente también le pone una camisa de fuerza a las economías.

El caso de Venezuela es diferente. Aquí se está produciendo una dolarización “de facto”. Habiendo perdido la confianza en el bolívar, los venezolanos recurren por necesidad al uso de la divisa estadounidense. Se está dolarizando el consumo, pero no el ingreso.

El problema es que el régimen sigue recurriendo a la emisión de bolívares sin respaldo (inorgánicos, solía decirse) para financiar un déficit fiscal monstruoso. Con ello, se pierden las ventajas de la dolarización y se alimenta un devastador proceso hiperinflacionario que se traduce en una fuerte devaluación del bolívar. Ambos procesos se retroalimentan.

La Ley Orgánica del BCV comienza por establecer en su artículo 2, que el Banco “es autónomo para la formulación y el ejercicio de las políticas de su competencia” y continúa:

“En el ejercicio de las políticas de su competencia, el Banco Central no está subordinado a directrices del Poder Ejecutivo …”

Por otra parte, el Art 318 de nuestra a Constitución señala:

“El objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria …”

Y en su Art. 320 de la Constitución insiste de manera taxativa:

“el Banco Central de Venezuela no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias …”

Como vemos el BCV ha perdido su razón de ser. Ha dejado de ser autónomo. Se ha transformado en un simple apéndice del Poder Ejecutivo y un mero mecanismo de monetización del déficit fiscal. El resultado era de esperar: la destrucción del bolívar como signo monetario. No es en nada distinto a lo que ocurrió en la Zimbabue de Mugabe.

Veamos los resultados en cifras:

  • Sólo durante la presidencia de Maduro, es decir desde 2013, la inflación acumulada en Venezuela supera un 12.000.000.000% (DOCE MIL MILLONES POR CIENTO).
  • Al tomar posesión el presidente Chávez en enero de 1999, el valor de un $ de los EEUU era de Bs 573,90. Al 19 de noviembre del 2020, conforme al BCV, un $ vale Bs 681.155,94.
  • Al agregarle los 8 ceros que como simple medida de maquillaje le han quitado a nuestro signo monetario, el tipo de cambio de referencia sería de Bs 68.115.594.000.000,00; es decir SESENTA Y OCHO BILLONES CIENTO QUINCE MIL MILLONES DE BOLÍVARES. ¡Qué locura!

¿Para qué sirve el BCV en tiempos de revolución?, la respuesta es simple: ¡Para nada!

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

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