Olvidar es cegarse
Cuando usted diga que Juan Guaidó ha perdido fuelle, impacto y popularidad, y que la oposición está dividida y sin fuerza, es bueno hacer un alto y recordar que es la misma oposición que a lo largo de 20 años ha luchado al mismo tiempo contra la pérdida de fe de los venezolanos y el poderío de un régimen que mintió para llegar al poder y sigue mintiendo, armas en la mano, para mantenerse en él.
Debemos recordar que es la misma oposición, con algún que otro traidor o simple decepcionado, que se ha mantenido en la calle, que ha sido perseguida, acosada, encarcelada, exiliada. No siempre son mártires, pero todos son luchadores.
Es la oposición que plantó a Juan Guaido frente al régimen feroz y sin escrúpulos, y que si Guaidó no es un conmovedor orador de masas, sí representa a la Venezuela que necesitamos, profesional, empecinada, valiente y moderna.
No es Analítica plataforma de Juan Guaidó ni de ningún otro dirigente. Es plataforma de la democracia y del compromiso de todos los venezolanos.
Ya vendrán los tiempos en que cada partido plantee sus propias interpretaciones en busca de posiciones. Pero por ahora, el camino sólo es uno y sabemos bien cuál es, el que tiene un destino de recuperación, emprendimiento, libertad para luchar, triunfar y también para fracasar y aprender a ponernos de nuevo en marcha. Llámese Juan Guaidó o María Corina Machado o quien usted quiera. El camino que lleva a una democracia que empieza por ser un compromiso, un deber con los derechos.
El que nos lleva a recuperar nosotros mismos el país que nosotros mismos perdimos.
Vivimos una época de ilusión colectiva en la que el discurso es una máscara que oculta la realidad. Nos inventamos el mundo y le damos categoría de realidad absoluta, lo que constituye una hipertrofia de la razón. Llamar a las cosas por su nombre y asumir el protagonismo de nuestras vidas es fundamental para desenmascarar el engaño en el que estamos y evitar la desconfianza y la desesperanza propias de este mundo imaginario que entre todos estamos construyendo.
La racionalidad ha llegado hasta tal hipertrofia que se justifican con razones externas los efectos de nuestras acciones: las causas de los problemas siempre están fuera. El discurso que manejan ciertos “líderes” y “tribunos” de nuestra sociedad, desarrollada y democrática, no les compromete en nada.