No somos prioridad

Es un error pensar que la solución a nuestra crisis depende exclusivamente de lo que haga o deje de hacer la comunidad internacional.
En el complejo panorama global, la situación de Venezuela, aunque relevante, ocupa un lugar secundario. Basta observar las prioridades de Estados Unidos: primero, sus relaciones con México, Canadá y Panamá; luego, la gestión del conflicto en la Franja de Gaza y el intento de imponer una fórmula de paz en Ucrania. A esto se suman los esfuerzos para frenar el desarrollo nuclear de Irán y, quizás, la ambición de asegurar influencia sobre Groenlandia. Pero, sin duda, el desafío más crítico sigue siendo la relación con China y la prevención de un conflicto bélico en Taiwán.
En esta escala de urgencias, Venezuela no figura en la primera línea de acción. Eso no significa que haya sido descartada, sino que su atención dependerá de cómo y cuándo se resuelvan los conflictos globales mencionados.
¿Debemos entonces quedarnos de brazos cruzados? Por supuesto que no. La lucha por recuperar la libertad debe continuar con las herramientas a nuestro alcance. Una de ellas es generar un vacío absoluto ante las farsas electorales diseñadas para perpetuar el poder. Sin una movilización popular masiva que las legitime, el mensaje al mundo será claro: los venezolanos seguimos firmes en la convicción de que la única verdad aceptable es la expresada el 28 de julio.