Monseñor Álvarez
¡Qué momento tan oscuro vive la Nicaragua de Rubén Darío! En el medio de la sombra, la voz hoy enclaustrada del monseñor Rolando Álvarez, debe pesar toneladas en la conciencia del liderazgo político latinoamericano, acostumbrado a mirar hacia otro lado cuando se trata de resguardar las imágenes de sus aliados ideológicos.
Para muestra un botón: la semana pasada el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, otorgó la principal condecoración de ese país, “La Águila Azteca”, al dictador cubano, Miguel Díaz-Canel y solo empleó la palabra “derechos humanos”, para denunciar el bloqueo económico de Estados Unidos, pero obviando la grave restricción de los mismos por parte del régimen comunista en la isla.
Entre tanto, en Nicaragua, 222 presos políticos nicaragüenses fueron desterrados, y una vez fuera del país, se aprobó una legislación exprés para quitarles la nacionalidad nicaragüense. Solo un hombre con sotana se negó: Monseñor Álvarez, a quien el régimen tenía en prisión domiciliaria por mostrar sus discrepancias con el régimen durante sus homilías. Ante la negativa del prelado de abandonar su país, la dictadura lo condenó a 26 años de prisión.
Se convierte entonces el obispo de Matagalpa en una referencia de dignidad en medio del oprobio nicaragüense y que recuerda el sacrificio de Nelson Mandela, quien señalaba: «Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás».