Lluvias que dejan al descubierto la negligencia
No hay constancia histórica de que aquel joven Bolívar se apoyara en la ceiba de San Francisco para proclamar la frase “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, ante una Caracas destruida y aterrorizada por un terremoto. Y de haberla dicho, es difícil creer que los devastados caraqueños hubieran hecho caso alguno, en medio del pánico, al entonces muy joven y poco famoso joven mantuano.
Las lluvias de estos últimos días nos han mostrado aguas enfurecidas bajando con empeño asesino de las calles andinas, destruyendo y anegando comunidades y vías en buena parte del país, bajando con furor de las alturas de la Cordillera de la Costa, ante la angustia de los pobladores y la indiferencia del gobierno nacional y los regionales.
Los avatares metereológicos del Caribe, frecuentes en esta época del año, han inundado a una Venezuela ya asfixiada por los errores y mentiras de un régimen que sólo piensa en permanecer en el poder, pero que ha sido incapaz de resolver problemas que, como los servicios públicos y la economía, afectan a toda la población, un régimen más preocupado por la supervivencia de sus gerifaltes y la suspensión de las sanciones provocadas por su propio empeño, que en vacunar a todos los venezolanos.
Somos un país abandonado a los cambios naturales sin guía, dedicación ni generosidad venezolanista. Un país donde lo natural se ha hecho incompetencia, codicia y corrupción. Aquí no llueve café, llueve con empeño tormentoso el abandono oficial.
La mejor manera de prevenir, o atenuar, los efectos de un desastre natural es que las personas estén al tanto acerca de cuáles son las vulnerabilidades naturales del sector donde habitan, conocer a qué amenazas están expuestas, para poder preparar un plan de actuación, tanto las familias, como las comunidades en general, para ayudar a las autoridades.
No existe un programa para enfrentar desastres. En Venezuela no es revisada la situación de catástrofes bajo la premisa de que ha resultado insuficiente para prevenir, de manera efectiva, la ocurrencia de desastres. La política debe estipular reglas apropiadas, basada en una serie de instrumentos que inciden en los distintos momentos de las catástrofes, aunque hasta ahora no se ha privilegiado la atención de emergencias y no se ha dado suficiente fuerza a los instrumentos y prácticas que podrían conducir a una política de gestión integral de los riesgos.
Un plan efectivo buscaría avanzar en la comprensión del riesgo y su intervención, a través de un enfoque basado en procesos, como un aporte para mejorar la coordinación de sistemas con énfasis en los existentes en otras regiones.