Llegó la hora
Llega la hora y no es tiempo de desesperar. Hay que tener fuerza de voluntad o amarrarse al mástil de la nave, como Ulises, para no dejarse llevar por el canto de las sirenas ni por las voces agoreras. Queda camino por recorrer y hay que redoblar esfuerzos, no hay que ceder sino aprender a luchar, en todos los terrenos que la democracia permite a pesar de que ésta esté tan pisoteada en estos tiempos.
Sobre todo hay que saber que si bien existen posibilidades ciertas de lograr un cambio en diciembre, tampoco puede pensarse que ese es la estación terminal. La lucha para enfrentar al totalitarismo creciente no se detiene en una etapa hay que saber que esa lucha será larga y que diciembre es solo un episodio en el que puede iniciarse la ruta del cambio. Es difícil predecir que va a ocurrir el 3 de diciembre, hay mucha turbulencia y desinformación. Lo que está en juego para ambos bandos es demasiado importante para ser resuelto en una sola batalla. Las armas que se están utilizando para hacer mella en la voluntad de cambio son diversas y van, desde la difusión de encuestas contradictorias, hasta las amenazas, por demás no disimuladas, de violencia. Pero nada debe detener el ímpetu democratizador. De nada valdrán las loas de Cuba y lo que queda de los paraísos socialistas, si el pueblo venezolano reafirma su pasión libertaria. En el pasado supo librarse del yugo no vemos porque ahora habrá de someterse a él. Que Lula y otros dirigentes del Foro de Sao Paolo quieran apoyar a Chávez, ese es asunto de ellos pero que sepamos, ellos no tienen ni voz ni voto en esta elección. En Perú, Ecuador y México la ingerencia extranjera resultó un factor negativo para quienes la propiciaron, básicamente el gobierno de Venezuela. ¿Vamos en Venezuela a aceptar que nos digan los extranjeros por quién debemos votar? Sólo nosotros decidiremos, con la cabeza y el corazón. Esperemos con dedicación y voluntad hasta el 3 de diciembre para saber de que pasta estamos hechos.