El Editorial

Las Dictaduras y la neutralidad

Toda dictadura aspira a neutralizar a su población, es decir, a lograr que la gente se adapte a su manera de gobernar y no aspire a cambios que conduzcan a poner en riesgo su permanencia hegemónica en el poder.

Ejemplo perfecto son los Ortega en Nicaragua, los Castro en Cuba o Putin en Rusia. ¿Qué tienen en común estas autocracias? La eliminación progresiva de toda forma de resistencia democrática que conduzca a un eventual cambio de gobierno.

¿Y cómo lo logran? En primer lugar, imponiendo una hegemonía comunicacional, bien sea adquiriendo medios de comunicación o estableciendo mecanismos de censura que impidan que la gente conozca la verdad. En segundo lugar, fortaleciendo los aparatos represivos del estado para silenciar cualquier oposición al dictador. En tercer lugar, a través de la corrupción crean una nomenclatura que permite que la nueva clase tenga acceso a bienes, servicios y pueda moverse libremente por el mundo muy por encima de una población cada vez más desunida. En cuarto lugar, hacen de la administración de justicia un apéndice del poder ejecutivo, para apresar a cualquiera que intente organizar movimientos sociales que puedan poner en peligro el equilibrio del poder. Y por último, convencen que la mejor opción es la de adaptarse para sobrevivir en paz y sin riesgo y convertir a sus respectivos países en una sociedad de cómplices.

Cualquier parecido con nuestra realidad, es pura coincidencia…

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