Las Aldeas Potemkin
El termino proviene de las falsas aldeas que hizo construir Grigori Potemkim, antiguo amante de la zarina Catalina, para impresionarla en su viaje en tren a Crimea. En su recorrido ella podía ver progreso en un desfile de bellas y coloridas aldea que en verdad eran solo fachadas.
Con el tiempo esa expresión se ha convertido en sinónimo de cualquier construcción cuyo propósito sea proporcionar una fachada externa a un lugar al que le va mal y así hacer creer que que en realidad la situación está mejorando.
Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en algunas “ciudades burbujas” en Venezuela, en las que cualquier desapercibido visitante extranjero se sorprende por la cantidad de nuevas construcciones (muchas de las cuales son una forma de lavar capitales mal habidos); con vallas en las que se anuncian conciertos con grandes figuras internacionales, o se puede cenar en espectaculares restaurantes con comidas dignas de ciudades del primer mundo.
Lo que no ve ese ingenuo visitante es el nivel de miseria que impera en esa Venezuela Potemkin, en la que el nivel de pobreza supera el 90% y el PIB per capita esta por debajo del de Haití.
Lamentablemente, hay también gente en Venezuela que tal vez padece del síndrome de Estocolmo y se quiere convencer de que, después de todo, las cosas no están tan mal ya que Caracas luce boyante porque se puede comprar los mejores manjares del mundo, se puede asistir a espectáculos que se ven en Madrid y circulan por las calles automóviles y sobre todo camionetas últimos modelos, como en Miami. Lo peor es que estos ciudadanos terminan por justificar, y hasta ensalzar, a quienes hacen posible todo eso, sin que les importe el origen de los fondos.