La principal revolución debe ser guiada por la ética

Ya lo dijo Bolívar en los albores de nuestra República, Moral y Luces son nuestras primeras necesidades. Y nunca esas palabras han sido más necesarias que en la llamada República Bolivariana de Venezuela.

Lo que se ha ido destapando de la olla podrida de PDVSA se extiende a otros sectores en los que el control de las operaciones han estado a cargo tanto de militares como de civiles, que fueron designados para, supuestamente, administrarlas bien y generar recursos al Estado que serían destinados en los fines sociales que proclamaban.

Lo que vemos es una operación de saqueo de bienes públicos que ha enriquecido a quienes administraban empresas del Estado y a diversos personajes provenientes de la sociedad civil que, en contubernio, se han vuelto de la noche a la mañana la nueva clase revolucionaria, como ya lo había denunciado, en 1956 el comunista yugoslavo, Milovan Djilas. Según él, el comunismo solo sirvió para que unos pocos se enriquecieran en detrimento de las necesidades del pueblo.

Hoy en Venezuela, frente a la miseria de la mayoría, vemos el consumismo exorbitado de unos pocos que transitan en lujosos vehículos, escoltados por camionetas con sus escoltas y que van a restaurantes de lujo, a bodegones, viajan a los mejores destinos del mundo, adquieren viviendas en urbanizaciones de prestigio, educan a sus hijos en colegios privados y los envían luego a las más prestigiosas universidades de occidente. Y la pregunta que se les puede hacer a esa nomenclatura es de dónde sacaron los reales para llevar ese estándar de vida.

Si, por la razones que sea, el estado permitió que ese enriquecimiento ocurriera, no puede ahora arrestar, por cierto sin un verdadero proceso judicial, a unos pocos, sin que de verdad la lucha contra la corrupción sea integral, lo cual podría implicar que los pocos se conviertan en muchísimos que se han vuelto millonarios a costa del empobrecimiento del país. Y todo esto seguirá ocurriendo mientras no haya estado de derecho y prevalezca la impunidad.