La imagen de Venezuela está por el piso
Hace más de treinta años Venezuela era un ejemplo a seguir. Era una de las democracias más sólidas de la región. Conmovió al mundo cultural con su sistema de orquestas. En Caracas se celebraba uno de los festivales de teatro más importantes de America Latina. En el Museo de Arte Contemporáneo estuvieron alguna vez las esculturas de Henry Moore, que sólo se exhibieron en 4 ciudades del Continente americano. Éramos también referencia gastronómica. Teníamos uno de los premios importantes de literatura, el Rómulo Gallegos. En fin, éramos un país que atraía turistas del mundo entero. Pero lo más importante era que nuestra política exterior, sobria e inteligente, era respetada.
Hoy, somos el hazmerreír del mundo y descollamos en varios índices mundiales, como el de criminalidad o el de los países más corruptos del planeta, como uno de los mayores violadores de los derechos humanos, con la mayor emigración de su población no causada por una guerra, con los más altos niveles de pobreza y de desigualdad social.
Si a eso se le agrega el colapso del sistema educativo público, así como el deterioro del sistema hospitalario y de la mayoría de los servicios públicos, ya no somos el pais envidiable que muchos querían seguir, sino un país inviable. Y ciertamente ya no somos el país al que la mayoría desearía visitar porque quienes vienen solo encuentran una versión tropical de las aldeas Potemkin.