La Iglesia Católica Venezolana y los 200 años de la Batalla de Carabobo
La Iglesia Venezolana ha asumido una posición frontal contra el gobierno de Maduro, posición de profundos valores cristianos, que sin duda generará en pueblo Venezolano, en su gran mayoría católico, reacciones de adhesión y apoyo.
El documento de la Conferencia Episcopal Venezolana titulado Mensaje de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana al pueblo de Venezuela, en ocasión del bicentenario de la Batalla de Carabobo, merece ser leído, analizado, internalizado y difundido, no sólo porque hace un balance histórico de estos doscientos años transcurridos, sino que se convierte en un referente ético, tan necesario en estos tiempos de politiquería y pragmatismo ordinario; pero, además, concluye con el planteamiento de la necesidad de Refundar a la Nación. Con esto dice claramente que no basta con salir de la dictadura, sino que es imprescindible una profunda transformación y renovación en Venezuela.
La homilia del Cardenal Baltazar Porras, apunta en la misma dirección, es una pieza profunda en donde expresa con meridiana claridad el significado de la Batalla de Carabobo , no sólo cómo un hecho estrictamente militar, sino cómo una conjunción de factores en donde el factor civil fue fundamental.
El Cardenal cita a Bolívar en sus palabras ante el Congreso de Angostura cuando dice “Somos un pueblo Cristiano que nada puede segregar de la Iglesia Romana».
Mientras la Iglesia Venezolana hace un acto de reflexión, y también de autocrítica en esta Venezuela inconclusa, la dictadura monta un acto extraño y grotesco en el campo de Carabobo, que afortunadamente no llegó a realizarse, porque el cielo se abrió y cayeron millones de gotas de agua bendita para purificar el campo profanado, como un anuncio divino.
Así cómo la Homilia de Monseñor Arias Blanco tuvo una gran repercusión en la Venezuela de la dictadura Perezjimenista en 1957 y aceleró su caída , estos dos documentos del 2021, con más fuerza también servirán para la vuelta a la Democracia y para la refundación de la Nación.
Los temas de la paz y la tolerancia son de vital importancia en un mundo en el que a menudo las actitudes rígidas suscitan incomprensión y sufrimiento y pueden incluso llevar a una violencia letal. El diálogo es claramente indispensable si se quiere encontrar soluciones a conflictos y tensiones dañosas, que causan tantos males a la sociedad. Sólo a través del diálogo puede existir la esperanza de que el mundo llegue a ser un lugar de paz y fraternidad.
Es deber de toda persona de buena voluntad, y especialmente de todo creyente religioso, ayudar a construir una sociedad pacífica y a superar la tentación de agresividad y enfrentamiento fútiles entre diferentes culturas y grupos étnicos. Cada uno de los pueblos del mundo tiene la responsabilidad de dar su contribución particular a la paz y a la armonía, poniendo su herencia espiritual y cultural y sus valores éticos al servicio de la familia humana en todo el mundo. Este objetivo sólo puede alcanzarse si en el centro del desarrollo económico, social y cultural de cada comunidad, existe el debido respeto por la vida y la dignidad de toda persona humana. Una sociedad sana promueve siempre el respeto de los derechos inviolables e inalienables de todas las personas.