El Editorial

La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo

Para un marxista, un partido revolucionario es, en primer lugar, programa, métodos, ideas y tradiciones, y sólo en segundo lugar, una organización y un aparato (que sin duda tienen su importancia) para llevar esta doctrina a amplias capas de los trabajadores. Estas ideas fueron desarrolladas en una de las obras escritas más importantes de Lenin, que por cierto, no sabemos si alguna vez la leyó Fidel Castro en su larga vida.

Según comentó alguna vez su cuñado, Rafael Díaz Balart, con quien estudió en el Colegio Belén, el libro de cabecera de Fidel era Mi Lucha, de Hitler. Este hecho fue borrado de la historia cuando Castro, tal vez consciente de que el fascismo no tenía futuro, una vez derrotado en la II Guerra Mundial, optó por tomar como ídolo y ejemplo político a Stalin, quien fue el gran vencedor en la derrota del nazismo.

El izquierdismo latinoamericano ha estado marcado en los últimos 60 años por esa enfermedad infantil a la que hacía referencia Lenin, que fue lo que se desarrolló en La Habana bajo el impulso carismático de Fidel, quien se amparó en los métodos de control de la población, que aprendió de lo que hizo Stalin en la URSS, y en particular, los mecanismos muy eficientes de represión y de generación del miedo, que perfeccionaron tanto la NKVD soviética como la STASI de la Alemania del Este.

Pero lo que resulta evidente es que no formó, como tal,  un auténtico partido revolucionario marxista. Por eso no es de extrañar que lo que transmitieron a Venezuela a través de Hugo Chávez, y luego del discípulo o instrumento de Cuba, Nicolás Maduro, fue esa amorfa organización política que actúa, no como un partido revolucionario obrero, sino como un instrumento del líder, sea este originario, como Chávez, o impuesto, como Maduro.

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Un comentario

  1. El comunismo de Stalin tuvo mucho de infantilismo, no obstante que los resultados fueron desastrosos para la gente que aspiraba a mantenerse en libertad. Shostakovitch, quien al parecer no tenía idea del veto impuesto sobre sus piezas, se mantuvo a la defensiva. Años después de Stalin, admirador del músico decía que Stalin era un político de la era de Shostakovich. En 1948 se firmó una suerte de tratado que pondría en orden a los compositores soviéticos en un intento de alejar las posibles influencias que podrían llegar del occidente capitalista. Más que otra cosa, el texto “invitaba” a los compositores soviéticos a escribir música dejando nada a la imaginación: nada de abstracciones en el guión si se trataba de alguna ópera y nada de atonalidades.
    El comunismo es otro nazismo, con los mismos signos del poder con el alegato del progreso. En ambos está la violencia y la restricción de las libertades. El ser humano ama el reconocimiento que merece, y Stalin y Hitler fueron devotos de esa pleitesía, pero con la muerte dibujada en sus rostros al compás de marchas de guerras inventadas.

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